Las cálidas sabanas envolvían sus cuerpos entrelazados. El respirar tranquilo y acompasado de ambos… los grandes y azules ojos de Julia abiertos y su cabeza descansando en el pecho de Pepe… los dedos de él jugando delicadamente con los cabellos de ella y ambos disfrutando del momento. El tiempo parecía suspendido, la cegadora luz de la mañana entraba a raudales por la ventana. Era el mes de abril… la nevada por la noche había sido intensa, tanto, como ellos haciendo el amor.
Por la ventana veían las montañas de delante cargadas de nueva nieve. Desde la cabaña se podía bajar ya esquiando hasta el telesilla; era una de las delicias de esa estación alpina. Era una buena bajada sin gente si te ponías los esquís antes de las nueve.
El desorden de la noche anterior cubría toda la estancia. Había sido una bonita velada, con una cena exquisitamente preparada por Pepe, en la que corrió el vino, se oyeron tenues conversaciones y hubieron francas risas… al final de la cena Julia preparó dos tazas de chocolate caliente que ambos disfrutaron sentados delante del fuego de la chimenea.
Pepe salió a por más leña y volvió con el pelo lleno de nieve que se iba fundiendo rápidamente. Julia le acaricio el pelo mojado; se besaron tiernamente y de estar sentados pasaron a estar echados. La noche había sido larga….
-Julia, nos vamos a ir a esquiar…
-¿Seguro? ¿No te encanta estar aquí los dos?
-Si, pero no hay opción– dijo Pepe con firmeza- Nos vamos a esquiar. Aprovechamos el día, bajamos por el couloir que ayer no pudimos y luego vamos haciendo a medida que nos apetezca, pero vamos a esquiar hasta que cierren… luego ya volveremos aquí-
Julia esbozó una sonrisa y sintió como su amor por Pepe crecía todavía más…