Pepe llevaba ya dos años estudiando psicología en la facultad. Esa clase fue diferente... el profesor estaba explicando sobre los recuerdos perdurables y la obsesión de algunos padres en fijar recuerdos en sus hijos.
Pepe escuchaba en diagonal pues empezó a soñar con imágenes de sus padres cuando él era pequeño... estaba dejándose llevar...
El profe seguía dando la barrila con su tesis... -La mente humana es demasiado compleja para saber que recuerdos perdurarán y que es lo que pasa a formar parte de la basurilla mental- Esta frase despertó un poco a Pepe y pensó que la mayoría de los recuerdos que tenía con sus padres eran buenos. No recordaba basurilla de esa.
El profe seguía con lo suyo...
-Los padres se empeñan en que sus hijos guarden en un saco todas experiencias positivas y que les perduren toda la vida, protegiéndolos de las malas experiencias para que de esta forma, alguna vez en su vida aparezca sin más esa feliz experiencia guardada y le devuelva a ese estado de felicidad y emoción que en su día le provocó...
Pepe, sumido en su letargo de memorias, hizo un esfuerzo para recordar la mejor experiencia con su padre...
Enseguida le vino a la mente ese día... lo recordaba como si fuera hoy. Tendría él cuatro o cinco años... era un día soleado y el palmo de nieve virgen de la noche anterior centelleaba por ahí donde miraras. Su padre le llevó por una diagonal que nunca habían cogido antes... él le seguía. Sus pequeños esquís cabían perfectamente dentro de las trazas que abría su padre delante suyo. Confiaba en su papi. Llegaron a una bajada muy amplia y su padre le dijo:
-Puedes bajar sin miedo. Baja tu primero, así puedes tener toda esta nieve para ti solo. Mira, nadie ha pasado por aquí antes. Acuérdate de ir girando como te he enseñado. Cuando llegues a los árboles paras y me esperas.
Pepe había escuchado atentamente las palabras de su padre... miró unos segundos la pala pensando que si su padre le decía que bajara era por que que podía. Superó su miedo inicial y salió abajo con un -¡Vale papá!- Aún hoy recordaba la agradable sensación de sus esquís presionando esa nieve esponjosa y fácil en cada uno de los giros que dio hasta los árboles. Fue una de las mejores sensaciones que jamás había tenido.
En medio de la clase, sin querer y en voz muy alta Pepe soltó sin darse cuenta... -¡Gracias papá!
Toda la clase se giró a mirarle.... él estaba con los ojos cerrados, tenía una sonrisa boba en la cara y estaba muy lejos del aula... seguía esquiando en esa pala.