9-3-2011 Fuentes de Invierno y San Isidro. Lo que da de sí una mañana.
Aunque ayer tuve un día fantástico mi ánimo no mejora. Pero no puedo quedarme parado, así que bajo al comedor, desayuno un poco aprovechando la leche que hay en la nevera y abandono el albergue.
Veo una moto de nieve que sube por la pista verde y pienso que estoy haciendo tarde. Acelero el ritmo para llegar a la base de Fuentes de Invierno.
La moto que he visto era la del personal de instalaciones, no la de los pisteros. Todo el resto de personal aún espera para coger la silla y distribuirse por la estación.
Saludo a Txili, comentamos el buen día que hace y que parece que tendremos. Subimos hasta la cota 1900 con Adrián y un par de pisteros más. Si ayer por la tarde tuvieron que retirar los piquetes que delimitaban la pista, hoy deben colocar, al igual que los carteles indicadores de peligro, cruce, etc., todo el material de balizaje de una pista de esquí.
Cuando ya han dado la pista por buena cojo la silla de La Llomba.
Hoy tocaría esquiar en San Isidro. Y tengo varias opciones.
Opto por bajar directamente a encontrarme con Luis Alfonso por el sector de Cebolledo. Para ello escojo una de las canales que muere en la pista de La Solana.
Influenciado por los vídeos que me enseñó Rubén, preparo la cámara para grabar el momento en que salto la pequeña cornisa.
https://www.youtube.com/watch?v=luMAyL71aos
El inconveniente de hacer estas cosas es que después tienes que recuperar el equipo.
El día, que se presentaba radiante, ha hecho un cambio brutal. Una niebla ha cubierto las cumbres y no puedo impedir que me alcance, fastidiando un poco el descenso que ya he tenido que interrumpir por subir a por la cámara.
Habiendo hecho la bajada fuera-pista sigo esquiando hasta llegar al aparcamiento del sector intermedio, donde me quito los esquís y espero a que llegue el autobús que hace el itinerario hasta Salencias.
En Salencias hablo con Luis Alfonso y volvemos a llamar al departamento de prensa de la diputación, pero como dice el dicho "las cosas de palacio van despacio" y mi propuesta aún no ha salido adelante. Antes de colgar tengo un momento lúcido y comento que en pocos días estaré en la estación de Leitariegos, también gestionada de manera pública, y que si se puede ir avanzando la gestión para no encontrarme con ningún impedimento, mejor que mejor.
Cojo el autobús otra vez para hacer el trayecto de subida.
Me quedo un rato en el sector de Cebolledo, esperando que las nubes se vayan, pero cuando lo hacen ya he tomado la determinación de bajar por la pista Vuelta a Casa hasta Salencias para enlazar con la estación de Fuentes de Invierno e ir al albergue. Quiero aprovechar para tender la ropa, hacerme una buena comida e ir a la estación asturiana, a ver si encuentro a Fran y puedo preguntar unas cosas a Jorge que entre ayer y hoy me han venido a la cabeza.
Antes de llegar a la base de San Isidro me pongo las pieles y hago una larga diagonal pasando por la línea de telesquís de Salencias, que no están en funcionamiento. El Sol vuelve a lucir con fuerza y me hace darle vueltas a si he tomado la decisión correcta volviendo tan temprano, pero ahora ya está hecho. Además me conviene ir al albergue para tender la ropa y hacer trabajo de "despacho".
Llego hacia las doce al albergue de Ensidesa.
Aclaro la ropa. Se me ocurre que puedo pasarla entre los hierros de las rejas para escurrirla.
La tiendo en los cables para que el Sol la seque.
Pasados unos momentos decido que lo mejor que puedo hacer es ir a ver al director de Fuentes y tener toda la tarde para mí, así que me pongo una ropa más cómoda y bajo por el camino nevado.
Ando por el aparcamiento y accedo por el puentecito, fijándome en las rampas y en los accesos adaptados a las taquillas y al restaurante.
Busco a Jorge, pero no está y bajo al restaurante. Sé que Txili come más o menos a esta hora y pido por él, pero se acaba de ir.
De repente, una persona a quien no había visto le dice al camarero que ponga cubiertos y me sirva la comida.
Desaparece tan rápido que casi no puedo ni darle las gracias. Me cuentan quien es y voy a buscar a Txili. Le encuentro en las oficinas y hablamos un rato. Le pregunto si no conocerá a nadie que tenga que ir a Pajares, porque me pareció oír que había trabajadores que iban. Me dice que lo mirará.
Bajamos al restaurante, donde están comiendo Adrián y parte del personal. El Lince, la persona que me ha invitado a comer, está en la barra de la cafetería y es entonces cuando nos presentamos formalmente.
Me siento al lado de los trabajadores para disfrutar de los platos que se cocinan en el restaurante del grupo Toribión.
Entre plato y plato me señalan a un hombre, que tiene pinta de pocos amigos. Resulta ser un famoso árbitro de fútbol, se ve que ahora retirado.
Yo me fijo en el salvaescaleras que tienen para las personas que van en silla de ruedas.
Acabo de comer y subo al refugio.
Había dejado la funda de los esquís en la primera habitación y cuando voy a recogerla veo que encima de una de las literas hay varias bolsas de plástico. No entiendo nada y juraría que no estaban, pero no hago mucho caso.
Paso el resto de la tarde escribiendo en el amplio comedor hasta que la temperatura empieza a bajar y hace conveniente encender la chimenea. He entrado la ropa y la he tendido donde pueda acabar de secarse por acción del aire caliente, pero acaba cogiendo olor a humo.
Pensando que puedo cenar envuelvo unas patatas con papel de aluminio y las meto dentro del hogar.
Son casi las ocho y media cuando oigo ruidos en el piso de arriba.
Subo para ver de qué se trata y me encuentro a un hombre con todo el aspecto de ser un expedicionario polar. Se llama Florentino y viene de hacer tres picos, el Toneo, el Agujas y el Torres, que entran dentro de una competición consistente en ascender una cantidad de montañas en un período de tiempo determinado.
Ha venido esta mañana y ha ido a la conquista de las tres cumbres que tenía programadas hacer hoy.
Cenamos, y luego me explica en qué consiste la prueba, me enseña el método de tarjetas para comprobar las ascensiones y un montón de calendarios de diferentes peñas excursionistas con quien se va a caminar por la montaña.
Tenemos la conversación delante del fuego, en el comedor.
Yo le enseño fotos y vídeos de diferentes momentos que he vivido.
Él se marcha a dormir y yo me quedo un rato más.
A la una y media de la madrugada salgo para ver el cielo estrellado. Busco a Orión, pero no lo encuentro. Veo el carro, boca abajo. No me apetece ponerme a hacer fotos. Entro y me acuesto. Mañana será otro día.