Una de las clásicas discusiones del foro de técnica trataba de esclarecer las razones por las que un esquí puede comportarse de manera inestable. Varias de las respuestas sugerían que podría tratarse de una mala alineación de las botas y los esquís con las extremidades inferiores, lo que suele tener unas consecuencias muy negativas sobre el rendimiento. Hoy vamos a tratar de analizar un poco este problema.
Como hemos visto en otros artículos, ser capaces de distribuir bien la presión a lo largo de los esquís resulta importantísimo. Si las botas no están bien asentadas, será muy difícil repartir bien esta presión. Normalmente se piensa que la alineación es sólo lateral, y todo el mundo se preocupa mucho del "canting" (que regula lateralmente la caña de la bota con el ángulo de nuestra tibia) y es cierto, ya que ello puede hacer que los esquís no queden bien planos en la nieve.
Imagen extraída del libro Esquí, Rendimiento y Emoción
Pero la alineación antero posterior también es fundamental. Las botas traen un grado de inclinación hacia adelante que todos conocemos y puede apreciarse a simple vista. Además, internamente tienen una "rampa" que, aunque desde fuera no se aprecie, nos eleva algo los talones. Este ángulo de la rampa, restado al ángulo de inclinación de la caña da el ángulo de flexión real que llevaremos en los tobillos al calzarnos las botas y ponernos de pie. Jugando con ambos ángulos - cosa que debe hacer un buen profesional - conseguiremos tener una postura mejor o peor alineada, que influirá decisivamente sobre nuestro rendimiento al esquiar.
Imagen cortesía de HEAD-SKIS
A estos ángulos habrá también que sumar el que traen las propias fijaciones, pues muchas de ellas tienen la talonera más elevada que la puntera, en un ángulo que suele llamarse "Delta" (en algunos lugares llaman "Delta", sin embargo, al resultado de sustraer al ángulo de flexión el de las rampas). En la práctica es tan sencillo como colocarse con las botas puestas y comprobar que estamos cómodos, las piernas están relajadas, el peso repartido sobre las plantas y el tendón de Aquiles no tiene apenas tensión. El centro de gravedad debe caer más o menos en la mitad de los pies y, aproximadamente, nuestras rodillas no sobrepasan el primer gancho.
Imagen extraída del libro Esquí, Rendimiento y Emoción
Cualquier variación significativa en alguno de estos ángulos que he citado va a hacer que no repartamos bien el peso y que nuestros segmentos corporales no estén bien alineados, lo que nos va a impedir esquiar correctamente e, incluso, puede crearnos pequeñas molestias, un exceso de cansancio en según qué grupos musculares e, incluso, a la larga, que nos lesionemos por sobrecargar las articulaciones al esquiar con una postura poco funcional.
Pensemos que cada persona es diferente y que cada cual se sentirá más equilibrado con unos ángulos determinados (hay quien, por ejemplo, me siente más cómodo con una "Delta" negativa, es decir, con la puntera más alta que la talonera, lo que compensan con diferentes ángulos entre la rampa de la bota y su grado de flexión) de esta manera, lo mejor es hacerse de paciencia, ponerse en manos de un buen profesional y hacer pruebas hasta que descubramos cuál es la disposición que mejor se ajusta a nuestra estructura corporal particular.
¡Buenas huellas!
Carolo © 2008