La angulación de la cadera es un gesto que no suele salir de manera natural, por eso es necesario llevarla a cabo de forma más o menos consciente para que podamos pisar el esquí exterior correctamente. Existen multitud de trucos para angular mejor entre los que he oído algunos realmente originales: en un libro de telemark, por ejemplo, se sugiere que uno lleva una pelota entre las costillas y la cadera, durante el viraje, y tiene que evitar que se le caiga… aunque suena un poco complicado, la verdad es que funciona; aunque existen recursos mucho más sencillos.
El más empleado es bajar la mano del valle y tratar de acercarla a la espátula del esquí exterior. Así, no solo adelantamos los brazos, sino que angulamos el cuerpo y, en consecuencia, presionamos de forma más eficiente sobre el esquí dominante. Hay que tener cuidado al usar este truco, pues si adelantamos demasiado la mano de fuera puede que rotemos en exceso si el brazo del monte se queda retrasado. Esto no nos ocurrirá si siempre mantenemos las manos dentro de nuestra visión periférica.
Una variación de este truquillo es bajar el codo. Con ello conseguimos que todas las articulaciones de los brazos estén semiflexionadas y, así, hacemos que la clavada sea más eficiente. Este recurso es especialmente bueno en la típica clavada “de bloqueo” que se usa en las pendientes fuertes con giro corto, por ejemplo.
Y el lector atento habrá deducido que uno de los gestos que más benefician a la angulación es, sencillamente, la clavada del bastón. Cuando clavo a la máxima pendiente, justo antes de iniciar una vuelta, no tengo más remedio que angular la cadera para poder llegar a la nieve con la punta del palo. Incluso, cuando estamos haciendo un viraje en el que no necesitamos clavar el bastón, podemos insinuar el gesto de la clavada clavada y ello nos hará angular inconscientemente.
¡Buenas huellas!
Carolo © 2005
