Las Leñas, domingo 17 de septiembre, 2.017.
El sol pega. Hace calor. Mucho. Ese aprobio de internet, que se hace llamar Snow-Forecast, este vez no se equivocó. Al menos 10°C (Celsius, por favor, no digan centígrados) en la base. Arriba mejor, obvio, pero ninguna locura.

Hasta ahora las noches habían sido benévolas, las bajas temperaturas habían permitido fabricar nieve. Anoche no. El arma principal para mantener la base en condiciones razonables, esta vez tuvo un descanso forzado. Y así, Vulcano me encontró a las 10:00AM buscando un bendito trazado de hielo fresado... sólo para burlarse de mi, cruel. Nieve transformada. Desde el mismo retorno de la silla (sí, desde arriba), hasta la base. Vulcano II ya había cantado las hurras para dormir un sueño de verano hasta la próxima temporada desde hace unos días atrás. Vulcanito, otrora paraíso helado para quienes gustamos de clavar cantos y chirriar dientes no escapaba a la suerte de sus hermanas mayores.
Y entonces, Caris. Todo sea por encontrar el hielo bendito. No es el día, parece. Tal vez ya no sea la época. Búsqueda extemporánea la mía. Caris languidece, No va a durar mucho más. Estoica resistencia para una lucha perdida contra la implacable primavera. Caris II, otro usual reino de hielo, es ahora un descomunal campo de puré de papas. El sector está agotado. Al menos por el día y hasta que las temperaturas hagan un guiño piadoso.

Cenidor parece pisada. La nieve compactada naturalmente permite encararla sin problemas con esquíes de pista. A no engañarse, los tiburones están bajo la superficie, esperando. Cuidado. Al menos tiene el no menor honor de ser tal vez la única ladera de blanco inmaculado que puede verse desde la base. La única que queda, en definitiva.
Y solo queda seguir la búsqueda en la joya que no debería defraudar. Neptuno - Marte - Iris. Y ahí está. Resistiendo con la frente alta y mirada amenazadora, largos tramos de hielo fresado todavía permiten hacer trabajar a los cantos, hasta desfallecer.

Júpiter, siempre Júpiter, una maravilla para el carveo primitivo que este humilde esquiador se puede permitir.
Apolo, la mansa Apolo, también entrega una superficie maravillosa a los numerosos refugiados (de los otros sectores) que la transitan. Sin hielo, sin sorpresas.
Pero ni siquiera acá la felicidad es completa. Implacable y casi omnipresente, el calor se adueña de las partes bajas del sector, llegando a Marte y desde varios cientos de metros antes para arruinarlo todo. Corre viento. Un poco menos que de costumbre, pero corre... ¡cálido!.
Ahora me espera la última bajada de la temporada. Serán 6857 metros desde el retorno de Iris hasta el meeting point de la base. Luego un tierno beso a las tablas, por la temporada que hemos compartido y que hoy acaba. Ceremonia íntima que repito cada año, ¿qué mejor que expresar amor con un beso?.
Algún lugar de la ciudad de Mendoza, Mayo o Junio de 2018
"Sueño de una noche de verano". Frase que inmortalizó el genial W. Shakespeare, titulando así, a una de sus comedias más conocidas. Para los que amamos la nieve, los que pensamos el frío como a ese buen amigo que ya hace tiempo no vemos, el verano es una larga noche de pesadillas. Sólo el manto blanco puede hacernos despertar. Para peor, puede suceder que este año la malvada "Niña" se lo robe. Sudor frío y pesadillas. Y por fin, comienza a suceder. Casi sin pensarlo, casi sin quererlo creer. Aún en sueños, busco a mis dos pares de gemelos, olvidados durante esta larga noche. Se los llevo al skiman de siempre, a ese sabio montañés que los tratará como un padre cariñoso. Todavía no he visto un sólo copo de nieve, pero la cabaña del montañés está pletórica de entusiastas que, como yo, acaban de despertar. Y ya no dudo: la noche terminó, ha salido el sol.
