Empezar cuesta… y mucho. Que nadie nos engañe. Ya van las dos primeras semanas de entrenamiento y ha sido duro. No por la cantidad… ni siquiera por la calidad. Pero son como una barrera que hay que superar. Me siento pesada, sufro más de lo normal, el aire no me entra, me cuesta activarme… y en pleno sufrimiento una se acuerda del momento en el que dejó de hacer ejercicio por unas cosas o por otras. Yo las llamo “las semanas de la desintoxicación”. Mis amigos se ríen cuando lo digo, pero parece como si en esos días eliminaras todas las guarrerías que has estado comiendo; sudaras todas las tensiones de las que no pudiste deshacerte; y echaras al fin y al cabo todo lo malo que llevas dentro. Una catarsis en toda regla. Son dos semanas, tres… a veces cuatro. Pero hay que mantener la cabeza fuerte porque una vez que las superas, el cuerpo comienza a responderte y ya no quieres parar.
A mí me gusta correr desde hace muchísimos años. Y fuera del ámbito deportivo me han preguntado muchas veces el porqué. Muchos me dicen que correr es aburrido. Y muy típico lo de que “correr es de cobardes” para acabar con la conversación. Pues si, la verdad es que correr tiene un grado de esfuerzo que no todo el mundo está dispuesto a aguantar. Sin embargo cuando uno se decide a plantarlo cara, se encuentra una multitud de beneficios y de sensaciones que hacen que se convierta en algo agradable y de lo que no quieres prescindir. Correr acaba convirtiéndose en un fin en sí mismo. Qué puedo decir: a mí me cambia el humor, libero mucho estrés, me hace sentir mejor, y siento como mi capacidad de concentración mejora.
El ritmo cardíaco se suele tomar como referencia durante el ejercicio para evaluar el nivel de esfuerzo al que nos estamos sometiendo. En este caso para la carrera continua, lo ideal es correr a una intensidad entre un 60%-70% de nuestra capacidad (volumen de oxígeno máximo), para que se produzcan cambios en el organismo.
¿Cómo conseguimos estos datos?
Un plan para empezar
Un plan de entrenamiento sencillo para conseguir llegar a correr 30 minutos sin parar empezando desde cero, es ir aumentando cada dos o tres semanas 5 minutos de carrera continua. Podemos comenzar la primera semana haciendo 10 minutos. Si no se consiguen hacer seguidos no es un problema, ya que se puede llegar a esos 10 minutos intercalando partes andando, pero nunca parando.
PARA MEJORAR TU RENDIMIENTO
Una vez llegado a este punto, podemos comenzar a incluir otra serie de entrenamientos que nos prepararán en mayor medida para una de las capacidades esenciales del esquí alpino: la resistencia anaeróbica. Esquiando, esto correspondería a los esfuerzos de intensidad elevada que realizaríamos en cada bajada.
¿Qué es la resistencia aeróbica y anaeróbica?
Antes de continuar, algunos se preguntarán qué es esto de la resistencia anaeróbica. Pues bien, mientras que en la resistencia aeróbica existe un equilibrio entre la necesidad de oxígeno y su aprovisionamiento (lo que ocurre en la carrera continua), en la anaeróbica al realizarse esfuerzos mayores y más intensos, la cantidad de oxígeno que necesitamos es mayor de la que podemos proporcionar a nuestro organismo, originándose así una deuda de oxígeno en los músculos. Como consecuencia se forman unos ácidos que entorpecen el rendimiento y el movimiento de éstos, llegando a veces a inmobilizarlos completamente. Es el conocido ácido láctico y es el culpable de que tengamos agujetas cuando nos sometemos a un esfuerzo mayor del que estamos acostumbrados.
Entrenamiento interválico
Con este método se combina la resistencia aeróbica y la anaeróbica, consiguiendo aumentar no sólo la resistencia sino la velocidad y la fuerza. Proporciona mejores resultados en todos los sentidos. Un ejemplo de ello, es cuando realizamos una bajada esquiando fuerte o por nieve que nos obligue a esforzarnos más. Puede llegar un punto en el que las piernas se nos quedan agarrotadas y nos falta la respiración. Es en este momento cuando el entrenamiento cobra su principal importancia, ayudando a retardar estos síntomas y por supuesto a recuperarnos con mayor facilidad cuando las pulsaciones se disparan.
Este entrenamiento consiste en correr a un ritmo bajo que dura entre 25 y 30 minutos manteniendo una frecuencia cardiaca como la que describí anteriormente en la carrera continua (entre 60%-70% de intensidad). La diferencia es que durante ese tiempo se realizarán intervalos de carrera en los que la intensidad se incrementará hasta un 80%-90% de nuestra capacidad.
Ejemplo: tomando el individuo de 30 años que describía anteriormente (cuyas pulsaciones máximas eran de 190), ir al 90% de intensidad implicaría correr alrededor de las 172 pulsaciones por minuto (190 x 90%= 172)
Podemos comenzar entrando en calor durante unos 5 minutos para posteriormente comenzar a hacer intervalos rápidos a ese 80-90% de intensidad. Estos intervalos pueden durar entre 30 segundos hasta 2 minutos, y se alternan con recuperaciones activas de 1 a 3 minutos, que haremos corriendo lentamente o si se nos hace demasiado exigente, andando rápido.
El tiempo de los intervalos tanto de alta intensidad como los de recuperación activa varían en función de lo que nosotros decidamos. Eso sí, es importante terminar corriendo unos 5 minutos muy despacio para estabilizarnos (aproximadamente al 50%). No es aconsejable parar en seco.
Estas sesiones son muy exigentes. Por lo que es aconsejable hacer por ejemplo dos días de entrenamiento en intervalos y otro día de carrera continua suave. O empezar haciendo sólo un día de intervalos y el resto de carrera continua.
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Comienza siempre con un calentamiento previo que podemos hacer andando y realizando movimientos articulares.
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Realiza estiramientos después de cada sesión. La finalidad primordial del estiramiento es reducir la tensión muscular que se genera cada vez que realizamos una actividad física, y en ningún caso deberemos llegar al punto de sentir dolor.
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Es importante buscar rutas con terreno de hierba, tierra o arena. Terrenos en definitiva blandos, ya que correr en asfalto es muy agresivo para las articulaciones.
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Un truco para no desesperarse al principio, es marcar una ruta de ida y vuelta. De esta forma se controla mejor la distancia y te motivas a no parar.
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Hay que empezar despacio o al ritmo establecido, pero no más rápido de lo que vamos a terminar.
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Si salimos con alguien a correr, podemos controlar nuestro ritmo hablando. Si hablas demasiado fluido es que no te estás esforzando lo suficiente, y si te cuesta demasiado es que vas demasiado rápido.
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Ir escuchando música puede hacernos el camino menos duro y motivante.
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Cuidado con salir con alguien que se tome los entrenamientos como una competición o como un pique. Sobre todo al principio. Cada persona debe ser consciente de sus capacidades, no siendo ni mucho menos peor que de las de otros. No hay que compararse, si no superarse poco a poco a uno mismo.
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No debemos terminar cada sesión exhaustos, sino acabar con la sensación de que se podría continuar un poquito más.
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Correr es muy eficaz si se quiere adelgazar, lo cual es muy bueno si sobran algunos kilos. Esto ayuda entre muchas cosas a que las rodillas sufran menos estrés tanto corriendo como esquiando. Pero por favor, nada de fajas, sudaderas de plástico ni nada por el estilo para sudar más: ¡¡la grasa no se suda!! Sólo conseguirás deshidratarte antes, perder sales minerales y bajar por lo tanto el rendimiento. Lo que queremos es quemar grasa, y si bajamos el rendimiento esto no sucederá.
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Lo mismo ocurre con las saunas… la grasa no se evapora.
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No empieces los primeros días dándolo todo, o no podrás continuar los meses o incluso la semana que te queda por delante. Todo lleva su tiempo.
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Utiliza zapatillas de correr. Nada de zapatillas de baloncesto, tenis, aerobic, etc... o cualquier zapatilla deportiva. Cada una de ellas tiene unas funciones y características diferentes. Usar un calzado inadecuado puede llegar a crearnos una lesión.
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Es recomendable aprender técnica de carrera. Para ello existe gran variedad de ejercicios como son los multisaltos (ejercicios con saltos). Estos ejercicios no sólo mejoran la coordinación, la velocidad y la amplitud de la zancada al correr, sino que además cumplen un trabajo específico del entrenamiento del esquí alpino desarrollando la fuerza y la potencia de las piernas.