Esquiando en Colorado con Browers. Marzo 2007
He compartido unos días de esquí con mi amigo Paco, también conocido como Browers o el forero errante. Descubrir algunas de las estaciones de Colorado de la mano de alguien que lleva ya varios meses por allí ha sido toda una experiencia. Vail, Beaver Creek, Keystone, Brekenridge...
Los lugareños decían que no estaba siendo un buen año de nieves, pero la verdad es que para alguien como yo, recién llegada de esa semi-primavera que vivíamos en España, el panorama invernal era cuanto menos alucinante. Adornado con ese extraordinario manto blanco, todo se veía distinto de las estaciones españolas y francesas que conozco: mucha nieve, muchos árboles y poca gente eran la nota común a todas ellas.
Como Browers tenía un forfait de temporada que incluía varias estaciones, yo saqué uno para seis días que podía utilizar en esas mismas estaciones; la idea era completar luego con días sueltos en otras estaciones, pero al final las temperaturas subieron, la nieve se puso pesada y cuando agotamos los seis días cambiamos las botas de esquiar por las botas de monte.
Primer día: Keystone (cota mínima 2.800 m y cota máxima 3.800 m)
Esta fue la primera estación que Browers me tenía preparada. Quizá fue porque era la primera, pero es que llegar allí y encontrar tanta nieve, tantos árboles, tantas pistas, tantas bañeras…. y tan poca gente, era de alucine
Las pistas eran largas y adaptadas a todos los niveles de esquí: pendientes suaves o escalofriantes, pisadas o sin pisar y llenas de bañeras, anchas o estrechos tubos,.... en fin, para todos los gustos
Aquí no cerraban ¡hasta las nueve de la noche!. Y tampoco es que nos quedáramos esquiando hasta la noche, pero poder prolongar la jornada más allá de las 16,30 y no tener que dejarlo en el mejor momento porque cierran… era toda una ventaja.
Segundo día: Brekenrigde (cota mínima 3.000 m y cota máxima 4.000 m)
Tampoco esta estación tenía desperdicio. Una panorámica del pueblo y parte de la estación, con las pistas que se adentran en el bosque (o el bosque que se adentra en las pistas)
Si desde arriba las pistas son impresionantes, desde abajo son espectaculares. Muchos pinos por todas partes, montones de pinos
Allí las pistas las clasifican como verdes, azules y negras. Aparte están las zonas Extreme, pero eso son palabras mayores. Las negras se clasifican con uno y dos diamantes y tienen nombres tan curiosos como éste
Poder hacer fotos sin gente era fácil; el recinto esquiable (que miden por acres, no por kilómetros) era tan grande que en las pistas estábamos casi solos
Cada día nos dedicábamos a quemar nuestras rodillas por estos bonitos tubos plagaditos de pinos y bañeras
Con esta nieve tan buena el esquí resulta fácil y salía todo bien
Y al cerrar las pistas (aquí no había esquí nocturno), un paseo por el pueblo y una cerveza en uno de esos típicos bares americanos antes de volver al hotel.
Irresistible también la tentación de dar una vuelta por las tiendas outlet de Dillon. Paco ya me había dicho que los precios, especialmente del material deportivo, estaban tirados y tenía razón
Tercer día: Vail (cota mínima 2.500 m y cota máxima 3.500 m)
Por fin vamos a esquiar en Vail, donde comprobaría la merecida fama que tiene esta estación, una de las más grandes, bonitas y divertidas; en una palabra: fascinante
Encontramos pistas larguísimas llenas de bañeras... un verdadero placer. Y como siempre, ¿dónde estaba la gente?
Algunas pistas negras eran auténticos paredones, pero la buena calidad de la nieve permitía un buen agarre de las tablas
eso sí, siempre con Resolution
Como la estación es muy grande y no pudimos recorrerla entera. La zona de los bowls apenas la tocamos; suerte que volveremos otro día.
Después de esquiar merece la pena quedarse en el pueblo a tomar una cerveza (Coors bien fría) y dar un paseo por las calles de la estación. El pueblo es bastante grande y bonito
Hay una zona del pueblo donde tienen instalado una especie de museo al aire libre con esculturas de bronce. Aquí tenéis una pequeña muestra.
Cuarto día: Arapahoe Basin (cota mínima 3.300 m y cota máxima 3.800 m)
Aunque la estación no es muy grande, tiene su encanto, con esas espectaculares pendientes ... casi imposibles y bañeras, muchas bañeras (¡qué obsesión!)
Al estar tan alta la estación, la nieve era especialmente buena
Las pistas que había en este sector, tenían una inclinación que daban vértigo
Y bajando por la Pallavicini y después de parar para hacer la foto al arrancar otra vez, fue cuando tomé conciencia de la pendiente que había. ¡Madre mía, qué impresión!
Otra perspectiva de la pendiente
luego al entrar en el bosque la pendiente se hacía más suave... pero entonces había que sortear los árboles... bien, interesante
Quinto día: Beaver Creek (cota mínima 2.400 m y cota máxima 3.500 m)
La estación era muy grande y no tuvimos tiempo de recorrerla entera. Una pena, pero entonces habrá que volver
Eso sí, lo que exploramos lo hicimos a conciencia
A media mañana, un alto en alguno de los acogedores restaurantes de las pistas.
¿Quién se resiste a tomar una cerveza o un café en un sitio como éste?
El bosque era muy tentador,
así es que decidimos hacer una incursión dentro de él
los árboles, cada vez más cerca unos de otros
dejaban poco espacio para girar
La experiencia resultó muy divertida
Con algún tropiezo, de vez en cuando
que había que esquivar como se podía
En la estación se puede seguir disfrutando cuando cierran las pistas. En nuestro caso encontramos una actuación de música country en una de las terrazas de la estación (aunque iban en mangas de camisa, tenían la estufa conectada)
El pueblo de Bever Creek es muy acogedor; hoteles, apartamentos, restaurantes, bares, tiendas... todo guarda armonía
Además como no hacía mucho frío, pudimos dar un agradable darse un paseo por sus calles antes de volver al hotel
Sexto día: Vail daba para repetir, así es que, ración doble
El día anterior había estado nevando abundantemente y no subimos a esquiar. De un día para otro el tiempo cambió (parece que eso aquí es muy normal), amaneció soleado y todo presagiaba que íbamos a poder disfrutar de un estupendo día esquiando sobre una buena capa de nieve polvo recién caída. ¡Por fin iba a conocer el famoso champagne powder! Pero no tuve esa suerte pues la temperatura subió mucho y la buena nieve no duró demasiado
Eso si, aprovechamos para barrer todos los bowls antes de que se derritiera la nieve
Los bowls son como ollas gigantescas. Allí no se pisa la nieve y una vez arriba se puede bajar por cualquier sitio
Tampoco quisimos dejarnos ninguna pista negra sin barrer...
e incluso nos movimos por algunas zonas de esquí extreme que no parecían excesivamente complicadas
Cuando cerraron la estación, como el pueblo de Vail ya lo conocía, Paco propuso hacer una visita a Leadville, típico pueblecito del oeste situado a más de 3000 metros de altitud. Pasear por sus calles era como volver al antiguo oeste, eso sí, sin caballos
Y esto pone fin a los seis días de esquí por estas maravillosas estaciones. El último día, en vista de lo que habían subido las temperaturas, lo utilizamos para dar un paseo por la rocosas; pero esa es otra historia
Como resumen puedo decir que la experiencia por esas tierras ha sido estupenda. Hemos tenido nieve abundante y en general de buena calidad, aunque allí también las temperaturas empezaron a subir y la calidad de la nieve empeoró. Aun así tengo que reconocer que no he sido capaz de diferenciar la calidad seca de aquella nieve comparada con las buenas nevadas por las que frecuentemente he tenido la suerte de deslizarme tanto en España como en Francia. ¡Ay el champagne powder!, ¿cómo será? ¿tendré ocasión de probarlo en el próximo viaje? Espero que sí
Mi única crítica hacia las estaciones se refiere a los remontes, algo escasos para tat cantidad y variedad de pistas y en general nada modernos. Esto hacía que los festivos, en algunos momentos se formaran colas. Eso sí, las colas eran dignas de verse con la gente tan exquisitamente ordenada y respetuosa, y al mismo tiempo tan campechana (bastante menos estirados que nosotros los europeos) y deseosa de cruzar impresiones mientras compartían una telesilla.
Solo me queda dar las gracias a mi amigo Paco, que tuvo la paciencia de pasearme por todas la estaciones y con quien espero volver a recorrerlas la próxima temporada.