Podrá discutirse si el color blanco de la nieve es el más representativo de Francia, ya que otros países alpinos tienen el blanco en sus banderas, excepto Alemania, pero lo que no deja lugar a dudas es que el color rojo de la bandera francesa hace alusión al vino francés.
Los dominios rojos de Francia son más vastos, complicados y difíciles de recorrer que sus inigualables grandes dominios esquiables, por lo que os recomendaría que si os dedicáis a recorrer Francia por lo rojo os arméis de documentación, a ser posible de un buen guía y sobre todo un buen presupuesto.
Pero antes de hablar del "Grand Rouge", porque a ese vino hay que hablarle de Vd. os voy a hablar de otro rojo, que se puede disfrutar de forma relativamente gratis y con gran placer para el espíritu.
Me refiero a la contemplación de los Alpes desde una alta cima a la puesta del sol tras una jornada de esquí.
En el poema la Atlántida, Jacinto Verdaguer relata el "incendio de los Pirineos" como un episodio fantástico en la creación de la península ibérica obra de colosos, y como la naturaleza imita al arte, yo he podido comprobar no como arden los pirineos, sino como arden los alpes en una puesta de sol.
Esperad a efectuar la última subida de los remontes de subida a cualquiera de los picos emblemáticos de les Trois Vallées y entráis en el restaurante, que estará cerrando. Durante el recorrido matinal por el extenso dominio, es cuestión de que elijáis un sitio adecuado, teniendo en cuenta que desde allí deberéis poder bajar esquiando hasta vuestro hotel o población, porque como ya advierten claramente en los remontes, cuando un remonte se cierra, te comen los lobos en el bosque, o algo así, por lo que es fundamental para que no se os estropee la aventura planificarla debídamente.
Os pedís un chocolat chaud, una tarte au mirtilles y un calvados. Vais a hacer pis. Os aflojáis las botas, os quitáis el gorro, los guantes y las gafas de sol, y mientras la cara se os queda tumefacta y el sudor de la espalda se convierte en escarcha, contemplad como se incendian los Alpes saboreando la mezcla del dulce con la aspereza del licor de manzana del calvados y dejad a los demás que se vayan a darle a la cerveza y a la música disco en el chiringuito del happy hour.
Son momentos íntimos, en los que sobra la gente, bueno casi toda la gente, y uno llega a soñar que es la única persona existente en el mundo, aunque de ese bello sueño vespertino se encarga de despertarte el pisteur que amable pero firmemente te conmina para que abandones el lugar.
Te calzas los esquís y te zambulles en la penumbra del valle, donde reconfortado con el calor del chocolate caliente y el último trago de calvados darás los últimos giros largos de la jornada antes de llegar al hotel.
En Francia se cena temprano, a partir de las 7 o 7 y media y a las 9 ya cierran el restaurante. Si llegas p.e. a las 8 y media como solemos hacer los "Tercios" españoles te encontrarás con que te sirven de mala gana y empiezan a colocar las tazas del desayuno de forma descarada para que desalojes el comedor evitando las ruidosas sobremesas.
Esa es una constante de los alpes, con la única excepción del Hotel Corona de Vigo di Fassa (Dolomitas) cuyo director era amigo de Paco Fernández Ochoa (q.e.p.d.) y nos invitaba a grappa para en una larga sobremesa, contarnos lo bien que se lo pasaba con él, incluso toreando en una capea.
Debo decir, que salvo contadas experiencias positivas, en las estaciones francesas se da muy mal de comer y peor de beber. Es lamentable decirlo, pero es así. Dirán que lo bueno en Francia, como en todos los sitios, es caro y que si quieres comer y beber bien vete al Biblos, al Mont Vallón o al Grand Coeur, por referirme a los tres mejores hoteles de los Tres Valles, pero modestamente estimo que los franceses, que tienen la mejor gastronomía del mundo y los mejores vinos del planeta podrían hacer un esfuerzo por ofrecerlos a los clientes esquiadores de sus dominios blancos, en unas condiciones adecuadas de calidad y precio.
Quizá no seamos los clásicos clientes panzudos y con la nariz roja que son los que se dejan la cartera en los restaurantes, pero creer que porque vayamos a esquiar no nos interesa comer y beber bien es una equivocación. Porque vinos tienen de sobra en calidad y cantidad para darte a elegir en las cenas, pero quizá no lo hacen porque quieren ser competitivos en precio con otros países o porque piensan que a los esquiadores les interesa más el "paketón" que un buen vino y una buena comida.
Sin embargo, no seáis tímidos y aprovechad un día excepcional en la nieve para rematarlo con una buena botella de vino, para lo cual, y sin ser obviamente un experto, paso a proponeros algunas ideas.
El primero, el más grande de todos los vinos no sólo de Francia, sino del mundo es el borgoña. No hay otro como ese, y además es escaso porque la uva se subasta año tras año y no se siembra ni una hectárea más desde tiempos inmemoriales. Es un vino tan excepcional que cuenta la historia que cuando los ejércitos se dirigían a las fronteras del norte, hasta cinco generales hicieron parar a sus tropas y presentar armas a los viñedos.
Y es que es un vino para presentarle armas y lo que sea. En una ocasión estábamos comiendo en el "Chalet des Pierres" en Courchevel, cerca del Jardin Alpine y pedimos la carta de vinos a ver si entre todos podíamos darnos un homenaje "borgoñés" cosa de la que desistimos por los precios, y nos refugiamos en un burdeos, que tampoco está nada mal.
El vino más caro de la carta era un borgoña de no se que año que estaba tasado en 10.000 euros de nada. El camarero hablaba español y le preguntamos si de verdad alguien se atrevía a pagar esas cantidades por descorchar una botella y él nos señaló a la mesa de al lado donde había un moro acompañado de su "morica", que ya estaban en los postres e iban por la mitad de la segunda botella de ese caro borgoña.
Como el borgoña se mea igual que cualquier otro vino, el moro y la "morica" supongo que se levantaron para ir al servicio, y yo estaba a punto de apoderarme de los restos de la botella, o sea de unos 5.000 euros aproximadamente no se si para bebérmela o para ponerle un piso.
Pero el moro volvió y se llevó la botella. Yo creo que a eso es a lo que Zapatero le llama la Alianza de Civilizaciones, o sea a los moros en la nieve consumiendo tinto de borgoña.
En la zona de la Saboya hay un vino del país que no está mal, pero desde luego no es para pagarlo a los precios que te los ponen en las estaciones de invierno. Yo siempre que voy por las Costas del Ródano aprovecho para beber o el Baujolais o el Chateauneuf du Pappe en la zona de Avignón. Son vinos que no están mal, y aunque son un poco caros (desconfiad del beaujolais muy barato pues hay mucho garrafón) son vinos superiores.
Tampoco están mal los vinos del Rosellón francés en la tierra de los cátaros.
Pero recordad siempre que los vinos jóvenes, tipo beaujolais se beben frescos y los burdeos, chateneuf y demás a la temperatura ambiente, que si es en la nieve no es la de la terraza, sino la de la "chambre", a eso se le llama "chambrear".
Los Chateaux Bordeleses y los Borgoñas viejos tienen sus propias temperaturas y normalmente se decantan. Y si además sois chulos y notáis que el vino tiene un ligero sabor a corcho llamáis al camarero y le decís que os abra otra botella, porque ese vino está "bouchoné", o sea que sabe a corcho, vamos.
Pero si los vinos franceses son caros, sin embargo los licores no lo son, o al menos son asequibles. Una buena chimenea, con una buena copa de balón y dentro un cognac, un calvados o un armagnac es una forma perfecta de terminar la velada y de preparar la ruta del día siguiente.
Ah, y nada de ponerse ciegos de copazos, vaya que seáis como aquel cateto que se creía que la Veuve, o sea la Viuda, era la ex mujer del Gaitero. El francés no bebe alcohol cuando toma un licor, sino que lo saborea. Calienta el líquido envolviendo la copa con su mano, suave y firmemente como si apretara el trasero de una caperucita roja de los bosques del lugar. Deja caer unas gotas en su boca y se deja traspasar por el aroma de esos lejanos sitios en los que el néctar fue recolectado quizá por muchachas de trasero tan terso como el fino cristal de la copa.
No se las traga enseguida, esperando que el licor se caliente en su boca, cierra los ojos evocando paisajes, pistas o sueños indescriptibles y deja que el licor desaparezca lentamente por su gaznate. Jamás toma más de una copa de licor.
También por la zona de los alpes se toma mucho lo que se llama "l'aperitiv royale" en el que en una copa de champagne se pone un tercio de licor de cassis y dos tercios de blanc de blanc un espumoso blanco de la zona, de poca graduación y que habréis puesto a refrescar metiéndolo en la nieve de la terraza.
Es muy refrescante cuando se tiene sed al mediodía. Eso es lo que yo tomaba "Chez Madame Polette" un hermoso chalet savoyard en la zona del Vellvedere (Courchevel 1650) los dos años en los que tuve parada y fonda en ese magnífico sitio.
Así que ya lo sabéis, queridos compatriotas, dejaos de que si el rioja, que si el ribera del duero y lanzaros por las variadas y atrevidas pistas rojas del esquí francés siempre con precaución y en la medida de vuestras posibilidades, como debe ser tanto por lo blanco como por lo rojo.
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