Estado en que quedó el edificio Peu de Pistes, actual Patagònia. Foto: Albert Reyes
La catástrofe
no causó ninguna víctima mortal, ya que los 300 vecinos -la mayoría turistas británicos- fueron evacuados a tiempo, pero dejó la zona sepultada con un espesor de nieve y troncos de más de
12 metros de altura y causó numerosos daños materiales en los edificios de la zona.
Una de las personas que vivió en primera persona el suceso fue Albert Reyes, que trabajaba de pistero en Arinsal y vivía en el edificio Amadeus, el inmueble por encima del cual, precisamente, pasó la avalancha, haciendo de trampolín y provocando un rebufo que subió
más de 300 metros por el lado contrario del valle. Reyes recuerda al diario
Ara Andorra que después de dos días de nevadas intensas, la estación cerró y por la mañana los trabajadores se habían concentrado en el aparcamiento de pie de pistas. De pronto, sobre las
10.30 horas, escucharon un "ruido espectacular", el desprendimiento de la avalancha de Percanela, que cubrió la carretera entre el aparthotel San Andrés y el edificio Amadeus, que los dejó incomunicados:
"inmediatamente empezamos a sondear, porque en aquella época en ese tramo de carretera transitaban muchos peatones, con la ayuda de la Policía, los Bomberos, la Cruz Roja y pisteros de otras estaciones que acudieron. Estuvimos horas buscando víctimas, por suerte sin resultado, y en ese momento nadie pensaba que tuviera que caer nada más: No morimos de milagro".
Nadie lo creía
Paralelamente, Margaret Baró, entonces técnica de la empresa encargada del control de aludes, explica que las nevadas comenzaron el día 6 de febrero, con vientos muy fuertes de noroeste, y que en total dejaron dos metros de nieve en los picos. Por eso, el día 8 a las ocho de la mañana comunicó a las autoridades que había que evacuar la zona.
"Costó mucho, porque era la primera vez que se pedía y no me creían, era una decisión muy difícil de tomar", recuerda. Pero cuando bajó la primera avalancha se comenzó la evacuación, no sin problemas. De hecho, el Cap de Govern de la época, Marc Forné, explica que se tardó mucho porque mucha gente tampoco se lo creía y no quería irse. En algunos momentos la policía tuvo que amenazar a los vecinos y sacarlos a la fuerza. La gran avalancha, la de las Fonts, se desprendió
a las 19.30 horas.
Albert Reyes, que fue uno de los últimos vecinos en marchar, hacia las cinco de la tarde, explica que sintieron perfectamente la avalancha desde la urbanización Mas de Ribafeta, en casa de un amigo que le había acogido . De hecho, en la parte baja de Arinsal
"la gente no aguantaba recta por la fuerza del viento", que incluso dobló puertas de hoteles.
La canal del alud de Les Fonts. Foto: Albert Reyes
Pero no fue hasta el día siguiente que se pudo captar la magnitud de la catástrofe.
"Me estremeció", afirma Marc Forné. El paisaje era desolador, cubierto por un grueso impresionante de nieve sucia mezclada con todo lo que se llevó de la montaña y compactada de tal manera que no se podía ni pinchar con un cuchillo. La fuerza de la avalancha destruyó una cuarentena de coches estacionados en el aparcamiento, entre ellos un minibús, que quedó
literalmente enrollado en un pilón del telesilla, cuya base quedó destruida. Los edificios más damnificados fueron los de Prats Sobirans, uno de los cuales se tuvo que demoler parcialmente. Reyes también recuerda que se llevó el tejado del edificio Pie de Pistas -actual Patagonia-, destruyendo completamente los bajos, donde en aquella época había un popular local de ocio nocturno, y que el edificio Amadeus,
preparado para aguantar avalanchas, resistió, aunque la nieve llegaba al segundo piso por las escaleras. Tardó más de un mes en
poder volver a casa.
Baró señala que fue una avalancha sobredimensionada de nieve polvo, cincuentenaria, y que lo que más duele en estos casos es el aerosol que va delante de la lengua, que puede arrancar árboles y tejados antes de que queden cubiertos por la nieve. De hecho, asegura que fueron unos días de mucha presión, porque las nevadas afectaron todo el país, con el desprendimiento de numerosas avalanchas, tanto naturales como provocadas, que obligaron a cortar carreteras ya evacuar también la zona de las Salinas:
" no creo en Dios, pero entonces tenía velas por toda la casa para pedir que, pasara lo que pasara, no atrapara nadie ".
Lección aprendida
Como resultado del suceso, los testigos consideran que actualmente las autoridades
son más conscientes de que Andorra es un país de montaña con los riesgos que ello conlleva y que hay más sensibilidad en la necesidad de no construir en zonas de peligro de aludes. En Arinsal, el Gobierno construyó un dique para proteger las viviendas de la zona si nunca se volviera a desprender un alud de estas características y para poder preservar el aparcamiento y la carretera de acceso a Arinsal. Pero, además, se han instalado
dispositivos Gazex que evitan una acumulación de nieve como la de hace 20 años, ya que permiten ir purgando la avalancha cada pocos centímetros acumulados con tiros controlados a distancia.
Vehículos en el aparcamiento, con el edificio Amadeus al fondo. Foto: Albert Reyes
El intento de silenciar una catástrofe
Algunos de los testigos recuerdan que las autoridades de la época pusieron muchos impedimentos para que los medios de comunicación accedieran al lugar de los hechos para informar de la noticia y se tomaran fotografías de la zona del alud. Algunos de ellos aseguran incluso que fueron testigos de como se
requisaron cámaras fotográficas por parte de la Policía. De hecho, Margaret Baró añade que el suceso no trascendió ni en España ni en Francia, seguramente por temor a generar una mala imagen para el turismo de nieve del país. El Cap de Govern de la época, Marc Forné, niega que se pusieran impedimentos para difundir la noticia, pero apunta que
"hay que ser conscientes de que sólo que hubiera habido un herido, hubiera sido catastrófico y hubiera perjudicado la imagen de Andorra y de las pistas ".
Otra de las polémicas de la época es por qué se autorizó la construcción de edificios en una zona
con riesgo de aludes. Forné recuerda que en los años 70, cuando se hizo un circuito de motocross, ya se encontraron cepas de árboles que indicaban que era un lugar de aludes, pero preguntado sobre el porqué no se hizo caso de los informes de los años 80 que señalaban la peligrosidad de la zona, se limita a recordar que
"en los años ochenta la administración andorrana era muy escasa".
El alud cubrió toda la zona del Solà d'Arinsal hace 20 años. Foto: SFG
Situación del alud de les Fonts (izquierda) y Percanela (derecha). Foto: Albert Reyes