A pesar de estas perspectivas negativas, Molina subrayó las grandes posibilidades que tiene Andorra de beneficiarse de la situación: la altitud, ya que la gran parte de las estaciones están por encima de los 1.800 metros, que será una ventaja respecto a los países vecinos, y las estimaciones que no se reduzca demasiado el volumen de precipitaciones.
De este modo, el meteorólogo dio las claves para entender el cambio climático en el Pirineo, cómo afectará y la manera de adaptarse. De entrada remarcó la necesidad de "desestacionalizar" la actividad y aprovechar los remontes todo el año, potenciando las actividades de verano. Molina puso de ejemplos la estación alpina de Chamonix, donde se pueden hacer actividades todo el año. En este sentido indicó que la nieve, gradualmente, sólo se encontrará en las cotas más altas y, por tanto, no será una garantía de que continúe siendo el motor económico del país.
En cuanto a las temperaturas, Molina reconoció que en la península Ibérica subirán y que la gente que ahora viene buscando el sol y el calor intentará ir a otros lugares donde también hayan aumentado las temperaturas y que tradicionalmente hayan sido destinos más frías, por no pasar tanto calor.
Por otra parte, también recalcó la necesidad de producir energía propia para "seguridad nacional" y no depender de los demás. Un punto en que el Principado tiene que trabajar con fuerza.
En cuanto a la última clave que dio, el agua, el país no tendrá grandes consecuencias, ya que, según las previsiones, no habrá una reducción brusca. Unas reducciones que sí afectarán el sur de España, donde las precipitaciones se pueden reducir entre "50-60%", lo que comportará cambios en los modelos de producción.
Con todo, Molina calificó Andorra de un lugar con "suerte"A, ya que la altitud y el nivel de precipitaciones previsto hacen prever que el cambio no será a corto plazo. Sin embargo, instó a establecer acciones concretas ya prepararse para cuando la nieve ya no sea el motor económico del país.
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