Dicen que Martk Twain le atribuyó a Disraeli la frase hay, por este orden, mentiras, grandes mentiras y estadísticas. Hoy parece que ha quedado en el refrán que pone título a este artículo, que no va de esquí sino de mí mismo y, oblícuamente, de la situación actual. Los lectores y el gran jefe de Nevasport me perdonarán, pero, supongo que por las circunstancias sanitarias, llevo unas semanas que no me sale hablar de esquí. Así que vamos hoy a disertar sobre algunas cosas que no son el tema habitual, que ya me lo he ganao.
Estadísticas
Una vez hicimos aquí una encuesta y, yo mismo, sabiendo que carecía de todo rigor, dije que nos incluirían en el ranquin Improbable Research de estudios errados y absurdos. En la encuesta sacaba una serie de conclusiones que, con toda seguridad, estaban sesgadas por mis prejuicios de partida y por un método equivocado. Como pasa también con los artículos científicos aislados o sacados de contexto, usando las estadísticas uno puede demostrar una cosa o la contraria, dependiendo del enfoque y de las partes de los datos que tome.
Reconozco que lo he hecho a veces, pero también es cierto que mis escritos están llenos, no solo de rectificaciones sanas, sino además de advertencias sobre mi capacidad limitada, mi poca voluntad de ser dogmático y mi enfoque personal resultado de lo anterior. Todo el que haya leído este blog con los ojos abiertos, sabe que aquí solo divulgamos con la mayor humildad posible y desde una perspectiva personal.
Mentiras
Uno de mis mejores clientes dice que le han hablado mal de mí en el pasado. Normal, digo yo, todos tenemos deslices y casi todos hablamos mal unos de otros en alguna ocasión. ¿Quién, que haya vivido lo suficiente, no ha metido la pata? Pero mi contestación es un error, porque presupongo con una absurda humildad que quien habla mal de mí dice la verdad y la dice de forma constructiva. Y no siempre. Cuando alguien habla mal de otro, algo humano, habría que preguntarse tres cosas: quién lo dice, con qué intención lo dice y con qué datos lo dice.
Cuando uno se hace popular mucha gente presume de conocerte sin ser cierto. Si a eso le unimos la tendencia a hablar de oídas, a deformar y, la de los mediocres, a desacreditar a los demás para sentirse ellos mejor, te terminas encontrando con una tropa de gente mezquina diciendo cosas negativas que, en el mejor de los casos, solo se acerca muy vagamente a la realidad. Por desgracia, también a mucha gente que, aunque con buena voluntad, está muy ocupada para plantearse si eso es o no verdad.
Verdad
La verdad es inaprehensible, pero para acercarnos lo más posible existen los hechos y yo puedo contar con un par de ellos, ni buenos ni malos en sí, pero que me sirven para definirme. Un hecho es que llevo treinta y cinco años en el esquí de los que, veinticinco, han sido publicando aquí, expuesto al examen de unos cientos de miles de aficionados. Cuatrocientos artículos y cinco libros publicados a los que acompaña el otro hecho curioso de que prácticamente nadie, en todo este tiempo, haya argumentado nada en su contra de forma articulada, por escrito o de palabra. Otro hecho es haber trabajado en unos cuantos países, casualmente de los mejores de la industria del esquí mundial, y que hayan unido su nombre al mío, en mis libros, personas como Philippe, Martin, Hannes (hoy entrenador del equipo nacional austriaco), Richi (quizás el demostrador contemporáneo más influyente del mundo, todavía en activo) o Johannes, jefe de formación de Baja Austria, con el que he trabajado seis años en su estación, colaborando hasta trece desde la creación hasta el cese de sus camps de Sölden.
Mientras yo hacía todo esto y más en Austria, EEUU, Argentina o Canadá, otros estaban haciendo otras cosas; mejores, peores, muy legítimas, pero otras. Estos son, muy resumidamente, algunos de los hechos, modestos, pero que me pertenecen genuinamente y explican lo que soy. Animo a cualquiera que lo crea fácil, a juntar 600 palabras en un A4 y a exponerlas aquí a la vista permanente del resto de la profesión. No se escribe durante 25 años sin abrir mucho oídos y ojos, sin estudiar mucho, sin entrenar mucho, sin probar muchas cosas. Y sin equivocarse mucho, claro. Cuanto más curra uno, o más habla, más se equivoca. Y esto, equivocarse mucho, sirve, pero lo hace a uno peor estadísticamente hablando, juas, juas.
Cuidaos todos de los virus malandrines y otros males, sobrellevad lo que os haya tocado en esta cuarentena lo mejor posible, y que todo vaya bien
¡Buenas huellas!
Carolo, abril de 2020
N. del A.: Numerosos amigos se han preocupado por el contenido de este artículo. Gracias de corazón. No es que me haya ocurrido nada especial sino que, aburrido, me ha dado por hablar de cosas sobre las que reflexionaba últimamente, que no me atañen a mi solo, sino a las circunstancias generales que se viven en las redes sociales y los medios de comunicación. Es, más bien, un artículo sobre posverdad e interpretaciones personales que, por ausencia de tiempo o de energías, no se filtran convenientemente. ¡Gracias mil por las muestras de preocupación y apoyo!