La semana pasada decía que el nacimiento del esquí de ocio supuso una revolución social, y creo que no exageraba. Recordaba que, en una época en la que las diferencias sociales eran brutales –el siglo XIX– personas de estratos muy humildes se veían de repente aupadas a la condición de maestras, pues poseían unas habilidades muy específicas que otros deseaban aprender. Si seguimos ahondando nos damos cuenta de unos cuantos detalles más. Lo normal en la época era, también, que la burguesía poseyera los medios de producción y que la clase trabajadora fueran meros empleados sin muchas posibilidades de capitalizarse. En el caso de las escuelas de esquí, por el contrario, son los modestos alpinos los que poseen los medios, pues el principal servicio que se presta es el propio conocimiento. Algunas de las primeras escuelas, además, se organizaban espontáneamente en forma de cooperativas de vecinos locales, poniendo de manifiesto un potencial de prosperar que no existía en el imaginario colectivo de la época.
Los críticos del progreso tecnológico e industrial del siglo XIX vieron, de repente, sus teorías contradichas por ciertos hechos de este tipo. No solo no se destruían empleos, sino que decenas de nuevos puestos de trabajo se creaban a la sombra de las invenciones y, también, de las demandas de una creciente clase ociosa con inquietudes para ocupar su tiempo en actividades saludables. En un tiempo en el que las alternativas eran el trabajo en el campo o emigrar a la ciudad para deslomarse en una fábrica, fueron surgiendo infinidad de nuevas cualificaciones que permitían prosperar sin salir de casa, a la vez que se potenciaban todas las ocupaciones tradicionales relacionadas con los servicios de hostelería y turismo, entonces prácticamente inexistentes.
Apareció la figura del profesor de esquí pero, también, evolucionó por la mayor demanda la del artesano que reparaba y construía el equipo; surgieron las primeras tiendas, los alquileres primitivos, decenas de puestos auxiliares para ayudar a los turistas a moverse por la montaña y transportar la impedimenta y, sobre todo, un crecimiento sensacional de la oferta hostelera. Modestas cabañas de huéspedes se fueron convirtiendo en hoteles modernos de todo tipo, forjando uno de los nuevos estratos más productivos, y que mayor riqueza y empleo crean, dentro de las sociedades de las montañas.
La posterior evolución de los transportes, la invención del remonte y los pisapistas nos trajo, ya durante el siglo XX, todos los oficios cualificados modernos que nos resultan tan familiares y que, sin embargo, son producto de esa economía del conocimiento generada por la industria del ocio hace nada: operadores de remontes, pisteros y sus diversos especialistas incluidos artilleros, expertos en nivología y servicios médicos; pisapistas y su personal auxiliar, operarios de nieve producida, clubes de esquí con todo su personal laboral especializado, guarderías infantiles y sus servicios asimilados, alquileres modernos de material con venta, reparación de esquís, personalización de botas y otros servicios similares; personal de reservas, taquillas y otros puestos administrativos específicos de la estación… En fin, innumerables ocupaciones especializadas, algunas de gran cualificación, que nadie imaginó cuando aquellos ricos y extravagantes ingleses se empeñaron en aprender a usar esos chismes tan raros que los vaqueros y granjeros utilizaban, por obligación, para sobrevivir en un entorno extremadamente duro.
Aparentemente pues, el esquí, modesto deporte de minorías, ha jugado también su pequeño papel en los cambios sociales que se han producido en los siglos pasados. Por la fuerza de hechos evidentes y empeños pacíficos, sin grandes aspavientos filosóficos ni enfrentamientos sangrientos ha puesto, a la misma altura económica y profesional, a distintos estratos sociales que estaban separados años luz hace solo un par de generaciones, en la recentísima época de nuestros abuelos. Al final va a resultar que practicamos y amamos un deporte, que estudiará la Historia como uno de sus grandes acontecimientos, juas.
¡Buenas huellas!
Carolo © 2016
Agradecemos las foto sacadas del blog de nuestros amigos de Retro-Ski donde encontrarán innumerables joyitas sobre la historia del esquí ¡Recomiendo su lectura!