Rusia, rails en la antigua unión soviética
Hace varios años, estuve haciendo un viaje en el Caucaso. De vuelta en Moscú, me di cuenta que las ciudades rusas estaban repletas de jibbing y de estaciones que no sobrepasaban los 200 metros de desnivel. Por lo que me pareció una excelente idea de reportaje. Entonces me aseguré de que mi próximo viaje en los países del este fuera totalmente urbano. Así que nada de guías barbudos, ni de helicópteros con sus pendientes de vértigo en el polvo…. ¡solo el hierro y el cemento bajo nuestras espátulas!
Texto y fotos por Jako Martinet
Hacer más de 5000 kilómetros para ripar en colinas de 200 metros de desnivel y jibbing por la ciudad puede parecer una idea extravagante. Estamos muy lejos de la idea del esquí en pendientes fuertes con nieve virgen. Esta vez todo está en la barra de metal: de hierro, de acero inoxidable o de aluminio. Éstos son metales que hacen soñar a toda una nueva generación de freestylers, convirtiéndose en una disciplina propia. Así que nada de esquís de 190cm y 100mm de patín, aquí predomina la ropa amplia y el esquí de 178cm…¡al más puro estilo urbano!
Si por casualidad algo bebidos después de una cena dominical se os ocurre organizar un viaje por Rusia, sabed que no es nada fácil enfrentarse a un país donde las tradiciones son tan diferentes de las nuestras. Empezando por el idioma y el alfabeto cirílico.
Así que lo primero es encontrar un guía que os saque de todos los problemas en los que os podáis meter.
El nuestro se llamaba Antoine Petit y por suerte conocía todos los entresijos de este país de contrastes. A la vez tan obsoleto, con el peso de la herencia comunista, y al mismo tiempo tan avanzado tecnológicamente. Ésta es una evidencia que se nota incluso en los centros de las ciudades, entre un snowpark high-tech y el mausoleo de Lenin, entre el McDonalds y las tiendas de estado o entre los coches de lujo y el clásico Lada.
Hace –30 grados. Estamos en pleno mes de enero y el calentamiento global parece haberse tomado unas vacaciones. El clima siberiano se instala y las temperaturas oscilan entre –27 y –30 grados durante el día. ¡Sin hablar de las temperaturas nocturnas!
El frío se ampara de nosotros apenas salidos del hotel. Nos cuesta respirar y el aire nos quema los pulmones. Mientras la ciudad está en estado de alerta y el consumo de energía es máximo, los coches permanecen congelados en el borde de las carreteras. Además la calefacción en los locales públicos no existe. Por lo que los desplazamientos por la ciudad deben tener algún tipo de prioridad, sino los paseos están desaconsejados.
Al llegar a Moscú, con Carim Bouzenada y Hissam Sid del team Mouvement, el ambiente es algo frío. En varios muros nos encontramos signos nazis e inscripciones que marcan: “Rusia para los rusos”. Además, la educación no parece ser una asignatura escolar. Por lo que el ambiente es algo hostil.
Aun así, con un frío polar, intentamos calentarnos alrededor de una mesa con una botella de vodka. Muy rápido, las células de nuestros cerebros reciben un mensaje con 45 grados de alcohol y de repente todo nos parece más divertido. Una vez iniciados en las costumbres locales las cosas no parecen tan difíciles.
Antes de empezar la sesión de rails, nos encontramos con Alex y Kostia, que son dos jóvenes riders moscovitas que nos han preparado el viaje. Primero nos enseñan una selección de rails en el ordenador. Después de haber elegido los spots que nos parecían mejores, salimos para dar una vuelta por la ciudad.
Empezamos por el rail del Estadio Krislatskoe. Tenemos nuestros primeros problemas con los milicianos que nos impiden acercarnos al rail, aunque nuestros amigos sacan un billete y nos dejan hacer las fotos durante 20 minutos. Después tendremos que salir corriendo. Lo que hacemos sin rechistar…¡¡¡Siempre tan amables estos moscovitas!!!
De ahí, vamos a la Plaza Kropotkinskaia donde se encuentra una increíble iglesia ortodoxa. El clima sigue tan riguroso y tengo miedo de que mi nueva cámara digital se congele en el acto. Pero parece que aguanta.
Las escaleras están completamente congeladas y construimos el kicker como podemos. Esta vez no tenemos ninguna visita inesperada de la policía o de la milicia. Parece que somos libres de acción y aprovechamos para sacar la sesión lo más rápido posible. En cuanto acabamos, estamos helados y nos metemos en el primer bar para tratar de calentarnos.
Después de un café caliente, nos dirigimos al estadio ciclista de Velotreck. Esta vez se trata de un rail con kink rojo. Son las 18h y todo está cerrado. Nos encontramos con los amigos Alex y Kostia que se han invitado como espectadores imprevistos. Mientras, los transeúntes siguen absolutamente ajenos a nuestras sesiones. Ni siquiera un buenos días ni un saludo…¡¡qué ambiente!!!
El lugar es curioso, es una plaza con dos rails, a nuestra derecha tenemos una iglesia dorada y por el otro lado se encuentran unas chimeneas industriales que contrastan el paisaje. El primer kink ofrece un fondo precioso con la iglesia, mientras que el segundo tiene de fondo un edifico soviético con fachada moderna. Este último parece abandonado y cuando entramos por curiosidad, nos encontramos una pila nuclear en medio del almacén, sin ningún tipo de protección.
Durante todo el día nos hemos desplazado en el típico Lada soviético que pertenece al padre de Sacha, que es otro rider que se encuentra lesionado en este momento. Ha convencido a su padre para que nos mueva por la ciudad y parece que el pobre hombre no sabía donde se metía. Se pasó todo el día intentando mantener la temperatura del auto. Además, no le importaba nada lo que estábamos haciendo y por supuesto no lo entendía. Así que ni siquiera se dignó a mirar el espectáculo desde el parking. Pero le tenemos que agradecer su paciencia en nuestro viaje.
Después de la sesión volvemos al hotel y nos preparamos para salir al día siguiente a St Pertersburgo.
Tras un viaje incómodo en un compartimente minúsculo del tren, llegamos a la ciudad. St Pertersburgo se encuentra entre el golfo de Finlandia y el lago Ladoga. A menos de 150 kilómetros de la frontera finlandesa y 400 kilómetros de Helsinki. Aquí parece que hace un poco más de calor, aunque no pasamos de –23 grados. El Neva, el río que cruza la ciudad, está helado y todo está nevado. Aquí la vida nocturna es muy animada y la vodka corre en los bares. La luces de la ciudad iluminan los edificios antiguos y las chicas son cada vez más guapas. Parecido al cuento de las mil y una noches…¡¡¡pero en versión polar!!!
A menos de 100 kilómetros de la ciudad hay una decena de estaciones de esquí. Pero ninguna sobrepasa los 200 metros de desnivel. Cada una de ellas tiene pipe, big air y rails. ¡¡¡Es curioso como en Rusia mezclan el esquí tradicional y las nuevas tendencias… Aquí hay oferta para todos los gustos !!!
La verdad es que los alrededores de la ciudad son más bien tristes. La población es muy anciana y nos sorprende la ausencia de niños. Parece una inmensa casa de ancianos habitada por octogenarios en medio del bosque. Sin embargo, entre los edificios hay multitud de rails pequeños y encontramos un tubo de 20 metros que nos hará pasar el rato. ¡Siempre con cuidado de no atropellar ningún abuelito!
Al día siguiente nos dirigimos a la estación de Novo Peredelkino, donde el importador de Mouvement en Rusia ha organizado una competición de Big Air. En esta estación de 64 metros de desnivel se encuentra un snowpark digno de los Estados Unidos. Hay un pipe, cuatro saltos grandes y un rail park. Además, han venido más de 40 riders locales para la ocasión. Aunque el park esté en perfectas condiciones y todo el mundo esté listo, la competición parece que no empieza,..
Al parecer, el empresario se negó a pagar unos 3000 € a la milicia. Éstos no dejaban a nadie subir al park, incluso caminando. Aunque después de varias horas de negociación, la milicia por fin nos deja empezar el contest. Sin embargo, cuando me pongo a sacar fotos, de repente veo en mi objetivo como aparece un militar corriendo hacia mí. Cuando llega, me prohíbe hacer fotos y se pone incluso bastante tenso.
En cuanto a mi, intento razonar con él, pero no quiere saber nada. Entonces a la vista de su Kalachnikof, prefiero ceder y esconderme detrás del kicker…¡es mejor ser un fotógrafo cobarde que con una bala de ametralladora en el culo!
Así que me paso el día mirando como los otros ripan, mientras un miliciano se queda pegado a mi lado durante toda la competición. Una vez más, no se andan con tonterías estos rusos y es mejor no jugar con ellos.
Por lo que nuestro viaje se acaba con la misma tensión por la empezó. Nada de extrañar en este país tan atípico y contradictorio.