Heliesquí en el Valle de Arán
. O quizá empezó mucho antes, cuando a los diez años le dije a mi madre que yo quería ser piloto de helicóptero y llegar a cimas remotas para bajarlas esquiando. Y Manuel que, como buen zaguero, debería ser modelo de flema y sangre fría, esta vez no fue capaz —o no quiso— poner orden en tanto desatino.
Así que Chema se puso en contacto con Pyrenees-heliski y, tras contratar el programa Classic, con tres descensos, el sábado 11 de marzo nos plantamos en el helipuerto de Vielha a las 9:30 h dispuestos a ponernos en las manos de Sergi Gasa y sus muchachos. En su web hay datos de todo lo que ofrecen y también encontraréis más información en el blog de Urzaiz, que hizo un recorrido muy similar al nuestro pero en pleno invierno.
Esperando el momento oportuno. En esta época del año, y con el calor que hizo los días pasados, hay que elegir muy bien la hora y la orientación de las laderas para encontrar buena nieve Y los nervios que no se calman…
Antes de salir, nos dieron un breve cursillo de manejo de ARVA, sonda (aunque ya teníamos nociones, dada nuestra afición a la travesía) y mochila ABS (que Jorge, nuestro guía, se encargó de activar y desactivar a cada descenso), así como una serie de instrucciones sobre cómo subir y bajar del helicóptero, qué hacer tras cada drop (cuando el helicóptero te deja en la nieve) o cuando te recoge al final de la bajada para subirte a otra cumbre diferente. Y nos dispusimos a esperar un rato a que llegara el mejor momento. El helicóptero puede recorrer 400 km2 dentro del Valle de Arán, de modo que son muchas las laderas y orientaciones para elegir en función del estado de la nieve.
La subida en el helicóptero es muy emocionante para quien, como yo, no había subido nunca a un cacharro de esos. Y solo ver las vistas supone una impresión brutal.
El vuelo es cortísimo y el helicóptero nos depositó ahí mismo: en una cumbre blanca del tuc de Guilhèm. Durante los tres vuelos recorrimos la zona comprendida entre Varradós y Vielha. Las vistas, impresionantes gracias al día claro, nos ofrecían una imagen diferente del macizo del Aneto, ya que nosotros estamos acostumbrados a verlo desde el valle de Benasque.
Y una vez en lo alto… a bajar. Toda la montaña para nosotros. La calidad de la nieve era espectacular, una nieve primavera muy fina, recién transformada, que permitía esquiar por cualquier sitio sin el menor contratiempo. Las pendientes, excepto en algún tramo corto algo más empinado, eran suaves y muy asequibles.
Chema disfrutando de la cremita.
A Chema le tocó ser el último del grupo y llevar la radio para comunicarse con el guía por si alguien se caía o surgía algún problema, cosa que no sucedió.
Tras el primer descenso, vuelta a subir. El guía se ocupa de sacar y meter los esquís en una cestilla exterior. En este caso, eran los nuestros, pero ellos alquilan buenos zapatones para la ocasión.
Algunas veces el helicóptero se posaba en puntos muy estrechos, imponía bastante. Nos habían dado instrucciones precisas sobre cómo subir y bajar y todo sucedía a velocidad trepidante.
Violeta bajando por una cornisa, siempre detrás del guía.
Y detrás fuimos todos disciplinadamente.
Y ahí van las preguntas a los participantes: ¿Qué ha sido lo mejor de la experiencia?
Chema: Que la vista no te abarque la inmensidad del patio de juegos y seas plenamente consciente de que, en ese momento, solo es para ti.
Violeta: Dijeron que se encargarían de avisarnos cuando se dieran las mejores condiciones y las han clavado. Para la perfección habría tenido que ser nieve polvo… pero fue casi perfecto.
Manuel: Yo adaptaría un eslogan que solemos usar en mi grupo de moteros –siempre pienso que la moto y el esquí se parecen mucho- que dice que lo mejor de las motos son los amigos. Yo tenía conciencia de estar disfrutando cada minuto y el disfrute era doble por compartirlo con buenos amigos, con los que ya llevamos en la mochila muchos ratos esquiando juntos.
Carme: Hasta en los menores detalles ha superado con creces lo que había imaginado. Las vistas, el día, la calidad de la nieve, la emoción… Y conste que llevaba décadas imaginando.
Y lo peor:
Chema: Que es muy corto. La posibilidad de que estén helados los 2m2 de cima en los que tienes que saltar desde el helicóptero…
Violeta: El briefing inicial, que me asustó sin necesidad, bastante estresada estaba ya. Aunque necesario, te pone un nudo en el estómago.
Manuel: Lo peor es que se acaba. Y que es difícil paladearlo a conciencia, aunque luego se le saca mucho jugo en forma de recuerdos. También me habría gustado tener algo más de tiempo para sacar fotos pero el timing del helicóptero manda y no era cuestión de hacerse esperar.
Carme: El tremendo estrés que he tenido desde el día en que confirmamos (¡Hace mucho calor! ¿Quedará nieve decente? ¿Habrá riesgo de aludes? ¿Y si alguien se hace daño? ¿Y si me falla la rodilla sin ligamento? ¿Y si me falla la que tiene el ligamento remendado?) y que todavía dura. La conciencia de que es una forma de diversión breve (no llegaría ni a una hora en total), un tanto excéntrica e irrepetible, y la certeza de que los segundos se escapan sin poder retenerlos ni grabarlos. Hablando de grabar… otra cosa mala es que la GoPro de Chema hiciera de las suyas y no tuviéramos apenas tiempo de hacer fotos.
¿Repetirías?:
Chema: Voy a poner una hucha con forma de helicóptero en casa y vosotros deberías hacer lo mismo.
Carme: Ya he dicho que me parece una actividad excepcional, un capricho un poco disparatado, pero me tienta mucho la modalidad helirando, combinación de helicóptero y esquí de montaña. Parece perfecta para quien quiere disfrutar de cada segundo con más tranquilidad. Bueno, quizá también habría que probar el polvorón del invierno…
Manuel: Mmmhh. Pasopalabra.
Violeta: ¿Dónde y cuándo? Más, más, más…
Consejo para los interesados:
Chema: Que tomen Tranquimazin. Que se aseguren de llevar bien la GoPro.
Violeta: Que hagan giros cortos y alarguen la bajada.
Carme: Que se lo tomen con tranquilidad. Me parece imprescindible tener experiencia en todo tipo de nieves no tratadas, incluso en travesía. Hay que saber apañárselas sin perder la calma. Nosotros tuvimos suerte con la nieve y con el día, pero eso es algo que no se puede nunca asegurar: la montaña manda. Aunque también es cierto que los guías ofrecen información y confianza más que suficientes.
Manuel: Que no lo duden tanto. Solo se vive una vez.
Una sonrisa de felicidad imborrable.