Pablo Goya (gran bachero de
Sierra Nevada) me sugiere desde el foro que hable sobre el cuidado de los
cantos. Uno sólo se acuerda de los cantos como de Santa Bárbara, cuando
truena o, lo que es lo mismo, cuando ya es tarde y va como una bailarina
resbalando por un placón y pensando
madre-del-amor-hermoso-que-me-quede-como-estoy. El canto es como la punta del
compás que dibuja el giro, si no está bien afilado será más difícil
esquiar con precisión.
Una buena afilada de cantos
requiere experiencia y el material adecuado, pero la simple conservación de los
mismos está al alcance de cualquiera con un poco de maña, que le ponga
cariño y que piense en lo que luego se va a jugar en la pista. Cuando están
muy mal, si no sabemos mucho es mejor llevarlos a un profesional, pero sólo
quitar las rebabas y mantenerlos más o menos afilados y sin óxido es algo muy
sencillo y que nunca deberíamos de dejar pasar antes de salir a las
pistas.
Para esta operación simple se puede utilizar una piedra
de afilar o esas limas específicas que vienen con una escuadra
incorporada. Es importante comprobar que la escuadra tenga la misma angulación
que trae el canto de nuestro esquí (normalmente 90 ú 88 grados), mantenerlas limpias
e irlas moviendo en la escuadra a medida que se van gastando. Con los frenos
desmontados o agarrados con gomas, se va pasando la lima por el lateral
(con cuidado de no desafilarlos, claro) y, en cuanto notemos que las rebabas han
desaparecido, la operación está terminada.
Pero imagino que lo que queremos
aprender es a sacar un canto de “pro”. Esto es algo más difícil, pero lo
que hace un skiman de Copa del Mundo también podemos hacerlo nosotros si
tenemos las herramientas adecuadas y vamos acumulando experiencia.
Necesitaremos una mesa de trabajo con morsas para agarrar los esquíes, limas,
escuadras con la angulación que deseemos, una piedra y una goma de afilar. Los
guantes, aunque quitan sensibilidad, son aconsejables (para no clavarnos las
virutas de acero), un trapito para ir limpiando las limaduras y también un
cepillo para las limas.
Una vez que hemos preparado la
suela y antes de encerar (esto será tema para otro artículo en el que
veremos que, junto con la suela, también retocamos la parte de abajo del canto)
ponemos el esquí de lado en la morsa con la parte de arriba y las fijaciones
mirando para nuestro cuerpo y las suelas hacia el lado contrario. Quitamos las
rebabas más gordas y con un rotulador negro (los buenos son esos de
punta biselada) pintamos todo el lateral metálico del canto. Esto nos servirá
para comprobar que lo vamos afilando de manera uniforme pues, si no
vaciamos lo suficiente en algún lugar, obviamente se quedará de color negro.
Si el canto está muy desafilado
tendremos que emplear primero la lima de desbastar, volveremos a pintar
con el rotulador y acto seguido daremos un nuevo repaso con la lima fina.
Ni que decir tiene que siempre la lima estará bien agarrada en su escuadra
mediante una pinza o un tornillo (que se suele vender con el mismo aparatejo) y que
los dientes estarán bien orientados para que puedan hacer su trabajo. Para
usarla pondremos el dedo pulgar extendido por encima de la lima y la mano
agarrando al escuadra como si tirásemos de una cuerda, apoyamos la
escuadra en la suela encajando la lima encima del canto y vamos, de delante
hacia atrás, suavemente y con cuidado hasta que el color del rotulador
desaparece y el filo se va avivando.
Este filo tan vivo corta muy bien pero suele
estropearse pronto porque, aunque el ojo no lo ve, su borde queda muy
irregular (como una sierra microscópica) así que le daremos una pasada de
piedra, del mismo modo en que lo hicimos con la lima, para dejarlos bien
pulidos. Para terminar pasaremos la goma para matar – sólo un poco - el
canto, aunque esto último nos lo podemos saltar y la primera bajada hará el
resto.
Los cantos se deben afilar desde la espátula hasta la
cola, pero hay a quién le gusta matar unos centímetros en cada extremo
para facilitar el pivotamiento de los esquís. Por ejemplo, en baches se hace
mucho esto y se evita así que los esquís muerdan excesivamente con la punta y se
encarrilen. A mi, personalmente, me gusta afilarlos enteros, porque
si uno va en buena posición, la sensación de esquí incisivo que tiene un
canto bien afilado no tiene comparación y uno siente desde el comienzo del
viraje cómo la espátula hiende la nieve para describir la curva... pero hoy no
me enrollo más.
Lo único malo de llevar un buen canto es que ya no
tendremos excusas, je, je, aunque por muy bueno que sea el esquí, lo más
importante para agarrarse no es ni el canto ni que la tabla sea dura ni nada de
eso, que ayuda mucho, pero que sirve de poco si no se emplea la técnica
adecuada y, sobretodo, si no se pone el corazón, que en la pista dura e
inclemente es lo más importante que tiene un buen esquiador.
¡Buenas huellas!
Carolo © 2002