Aspectos asociados a la personalidad: la autoeficacia (3ª parte)

Aspectos asociados a la personalidad: la autoeficacia (3ª parte)
Presentamos la tercera y última parte del concepto de autoeficacia

La autoeficacia y los fracasos

Cuando continuamos mejorando nuestras ejecuciones al esquiar, pero experimentamos fracasos aislados, tenemos propensión a incrementar la creencia de autoeficacia. Si obtenemos buenos resultados en nuestra esquiada, pero nos damos cuenta que alcanzamos una meseta en nuestro rendimiento o que alcanzamos nuestro propio límite aptitudinal, seremos propensos a no invertir esfuerzo adicional para alcanzar un rendimiento más elevado. Si las ejecuciones exitosas tardan en llegar y contamos con un alto sentido de autoeficacia, tendemos a persistir; mientras que si nos percibimos con una baja autoeficacia abandonamos rápidamente.

Luego de un gran fracaso, especialmente en la etapa inicial del aprendizaje, si contamos con un bajo sentido de eficacia seremos propensos a renunciar rápidamente porque dudamos de nuestras propias capacidades; tenemos dificultad para volver a motivarnos; nuestras nuevas aspiraciones son reducidas; y nos empeñaremos débilmente para alcanzar nuevos objetivos. Frente a futuras situaciones difíciles desconfiaremos de la propia falta de aptitud y pensaremos en las consecuencias adversas de un nuevo fracaso.

Podríamos volver a probar y recuperar lentamente nuestro sentido de eficacia, pero bastarían algunas desilusiones para volver a perder nuevamente la confianza en nuestras propias capacidades. Al contrario, si creemos firmemente en ellas, seguramente asumiremos tareas difíciles como desafíos a dominar en vez de amenazas a evitar. Tal orientación alimentará nuestro interés hacia un compromiso entusiasta para con el esquí. Nos propondremos alcanzar objetivos ambiciosos y cultivaremos una fuerte dedicación hacia nosotros mismos y, poniendo mucho empeño en lo que hacemos, incrementaremos nuestros esfuerzos. Frente a las dificultades nos mantendremos concentrados en la tarea y razonaremos de modo estratégico. Atribuiremos el fracaso a la falta de empeño y recuperaremos rápidamente nuestro sentido de eficacia. Enfrentaremos las potenciales fuentes de peligro o de estrés con la confianza de poderlos controlar de algún modo.

Autoeficacia y esfuerzo percibido

Nuestra autoeficacia percibida depende del esfuerzo a realizar: si alcanzar una ejecución correcta nos requirió un mínimo esfuerzo, posiblemente la percepción de autoeficacia incremente; por el contrario, si requirió un mayor esfuerzo, aquella tiende a disminuir. Si decidimos mejorar nuestra técnica, generalmente poseemos una eficacia percibida tal que nos permitirá iniciar el esfuerzo que conlleva. Habitualmente tenemos propensión a suponer que la cantidad de esfuerzo dispensado se relaciona con las propias capacidades: a mayor esfuerzo percibimos una menor capacidad y viceversa. Esforzarse o empeñarse al máximo cuando las condiciones son óptimas y no alcanzar los objetivos propuestos revelaría que poseemos poca capacidad. Esto puede tener consecuencias adversas para la propia eficacia.

La teoría de la autodiscrepancia

Esta teoría sostiene que cuando nos damos cuenta de una deficiencia en nuestra aptitud, tendemos a motivarnos para aprender y reducir la discrepancia entre lo que sabemos y lo que necesitamos o deseamos saber o mejorar. La ansiedad que se genera entre estas dos dimensiones nos impulsa a realizar el esfuerzo requerido (motivación) y cambiar nuestra conducta. Si somos esquiadores autoeficaces somos proactivos y autorreguladores de nuestra conducta. Ejercemos el propio control de nuestra esquiada a través del esfuerzo necesario; en cambio, si somos ineficaces seremos controlados por las fuerzas externas y la reactividad emocional. Si nos esforzamos mucho para alcanzar un objetivo, dudamos de nuestra capacidad para seguir intentándolo o de empeñarnos aún más. Lo mismo sucede si lo conseguimos a costa de esforzarnos duramente, entonces dudaremos antes de embarcarnos en alcanzar otro objetivo. Para lograr una eficacia perdurable en el tiempo es necesario aplicar esfuerzo perseverante tanto en el logro de las metas propuestas como frente a las adversidades.

A manera de conclusión, podemos definir que, si somos esquiadores autoeficaces, nuestras características serán:

✔️Nos motiva el interés y el disfrute de las actividades al esquiar.
✔️Incrementamos los logros personales.
✔️Tendemos a reducir el estrés que se genera frente a situaciones desafiantes.
✔️Percibimos que tenemos el control de los acontecimientos no dejando que transcurran sino anticipándonos a sus consecuencias.

En cambio, si contamos con una autoeficacia disminuida, nuestras características serán:

✔️Nos consideramos ineficaces en el afrontamiento de situaciones desafiantes.
✔️Orientamos nuestra atención hacia la autoevaluación en vez de hacerlo hacia el desempeño.
✔️Nuestras aspiraciones tienden a reducirse.
✔️Nuestro compromiso con el esfuerzo es limitado.
✔️Frente a las dificultades resaltamos nuestras deficiencias o los obstáculos a superar.
✔️Abandonamos anticipadamente

Hasta aquí llegamos con el desarrollo de los aspectos más comunes asociados a la personalidad del esquiador. En la próxima oportunidad iniciaremos un nuevo eje temático: las instancias psíquicas de la personalidad.

¡Hasta la próxima!

1 Comentarios Escribe tu comentario

  • #1
    Fecha comentario:
    10/04/2024 10:08
    #1
    Como siempre interesante y para plantearnos que tipo de esquiador somos!

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    • Gracias!

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