Tercer capítulo: esquí extremo
En contra de lo que podáis pensar a la vista de los dos primeros fascículos de este reportaje (como dijo Black Rider, verdaderamente superamos el índice de impresentables por metro cuadrado), también esquiamos en este finde de despedida de temporada, y mucho. En esta tercera entrega me dispongo a aportar las pruebas. La nieve estaba estupenda (según decía la mayoría, aunque yo sufrí bastante a ratos): dura por la mañana, primavera al mediodía, papa a la hora de comer, y chapapote al final de la tarde. Estupenda, o sea. Y en cantidad a lo largo y ancho de la estación, de eso sí doy fe.
Al despertar por la mañana, esto es lo que veíamos Piskel y yo desde nuestro hotel en Cerler: un cielo azul intenso y uno de los tres picos de Cerler coronados de manto blanco. Prometedor.
¡Piskel, date prisa, que la nieve nos espera!
Ya en marcha tras el coche de Lavane, Sam y José Miguel, la impaciencia se respiraba en el ambiente. Yo, con un tremendo ataque de alergia y estornudos, apenas podía respirar nada, pero es para añadir algo de suspense al tema.
Ya estamos todos en pistas, listos para devorar la estación. En la foto, Buscarayo, Buscapaligru, Marctaull, Lavane y Piskel.
Si buscabas las vertientes favorables, era posible ir evitando la nieve demasiado papa y persiguiendo la que estaba en las mejores condiciones. Menos mal que los nevasportianos locales nos fueron llevando por los mejores sitios. Esto es lo que se veía desde el Ampriu.
Basibé, Gallinero… ¡nos lo recorrimos todo todito!
Según fue avanzando la mañana, los cabras locas éstos decidieron que la nieve seguramente estaba mejor fuera de pistas, y allá que se fueron. Yo, bien resguardada en pistas (de ahí no me sacan ni loca), les perseguí con mi cámara. ¿Veis esos puntitos pequeños, calibrando por dónde dar sus próximos pasos?
Finalmente se adelanta Matamalos marcando el camino.
Piskel le sigue muy de cerca.
¡Y ese bikini rosaaaa! ¡Womanpaligru, estás negra, hay que ver cómo te ha dado el sol!
Mientras tanto, en pistas, vivíamos nuevos y emotivos momentos del hermanamiento palillero surfero: ¡Sam se decidía a probar los esquís!
Y José Miguel probaba suerte con la tabla de Sam. Womanpaligru le mira de arriba abajo, incrédula ella.
Pero es cierto, es cierto: a la primera, José Miguel, como cuerpo de élite que es, logró salir deslizándose con un estilo imponente y sin caerse ni nada.
Qué grande es el cariño entre surferos y palilleros… El del gorro estrafalario es Juancar. Claro, con esa pinta no tiene credibilidad ninguna como palillero: todo el mundo sabe que los esquiadores somos gente elegante y comedida, y hasta viene en las normas de no sé qué estación de esquí. ¡Juancar, refórmate!
José Miguel no tardó en volver a calzarse sus tablas y posar, con gesto profesional, para los paparazzi.
Más fuerapistas, donde se seguía mascando la tensión…
Y aquí una serie de los héroes de los fuerapistas. Unos con cara triste y gesto cabizbajo porque el final era inminente…
…Y otros con la alegría plasmada en la cara. ¡Menuda esquiada se habían pegado, y con los mejores guías!
Pero de todos, la que más sufrió fue Buscarayo. ¡Esa niña (qué digo, esquiadora profesional, teníais que verla… si lograbais seguirla, claro), esa niña no quería parar de esquiar bajo ningún concepto! Ahí la tenemos, toda mohína hasta que convenció a sus padres de que la llevaran por todos los fuerapistas. ¡Campeona! Yo de mayor quiero ser como ella.
Matamalos estaba ya rendido al final del día.
¡Y no era el único!
¡Venga, todos en pie! ¡Hay que acometer la última bajada!
Y ésta sí que fue verdaderamente la última. Mientras los más fatigados nos hacíamos la última foto junto a la silla de bajada al molino…
…el resto de valientes se medían con la nieve por última vez en este invierno. Así se les veía desde el telesilla.
La cosa no tiene marcha atrás… ¡Estamos llegando a la base de la estación!
Al llegar abajo, dos serviciales remonteros nos ayudaron a bajar de la silla y nos recogieron los esquís. Hay que ver lo amables que son allí, leches. A José Miguel, que viene de Sierra Nevada y no está acostumbrado a semejantes deferencias, casi se le saltan las lágrimas. Los demás, tratando de contener el llanto del adiós a la nieve, nos fuimos a la cafetería Remáscaro (más conocida como el Hütte) a ahogar nuestras penas.
Qué trolas os cuento, si no se nos ve nada llorosos… ¡Y es que fue un fin de semana acojonante! Lleno de nieve, de esquí, de sol, de amigos y de risas. ¡Me divertí un güevo! Yo, así, firmo para que todos los días sean fin de temporada.
Se sepa.