Ayer hizo un día frío y desapacible en la Almijara.
Después de andar toda la mañana con niebla y viento del norte, estábamos deseando llegar a la caseta de vigilancia forestal del Salto del Caballo para comer allí dentro, pues fuera se quedaba uno helado. Desde hace años hemos visto esa caseta siempre abierta, con la puerta cerrada pero las llaves puestas por fuera (hasta estaban oxidadas por años de intemperie). Muchos montañeros se han resguardado dentro de ella cuando fuera el tiempo se ponía feo, y a nosotros en particular, en más de una ocasión, nos ha salvado de quedarnos congelados en plena ventisca almijareña. Pero ayer no pudimos entrar, pues nos encontramos la sorpresa de verla, por primera vez, cerrada a cal y canto. Al mirar al interior por las ventanas comprendimos por qué.
Alguien se ha dedicado a romper o perder algunas piezas de estufa de leña que hay en su interior, y que sirve al vigilante para no morirse de frío allí arriba; además de dejar arrinconada una montaña de basura, e incluso dejar tirada fuera, en el campo, una de las sillas que había dentro. Así que la caseta está cerrada, para que no se siga destrozando, y la estufa casi inservible; ahora no valen ni al vigilante ni a los montañeros con frío que pasen por allí. Lo único que pudimos hacer fue meter la silla que había tirada, a través de una de las ventanas de la caseta (que también estaba rota, por cierto, cuando hace semanas todas cerraban perfectamente), y darnos media vuelta, con una considerable mezcla de pena y cabreo.
No es un refugio de montaña importante, sino sólo un puesto de vigilancia forestal. Pero dado el lugar en el que está, lejos de todo, y el hecho de permanecer siempre generosamente abierto, a disposición de quien pase por allí y pueda necesitarlo, lo convierte también en refugio de montañeros. Es doblemente útil.
Lo arreglarán, supongo, pues es un lugar de trabajo. Pero quién sabe si ya no lo dejarán abierto nunca más. Puede que desde ahora sea ya otra caseta más que esté cerrada, como tantas, por temor justificado a que algún vándalo aburrido pase por allí y quiera matar el tiempo destrozándola.
En estos días en que estamos todos (o casi todos) tan ilusionados y concienciados con la protección del Elorrieta, firmando lo que haya que firmar para apoyar ese proyecto, resulta todavía más chocante y deprimente seguir topándose con hechos como éste.
Pues eso, que aunque no sea algo importante, he pensado que debía comentarlo aquí.
