Los guardias civiles del puesto aduanero de la Farga de Moles, entre la Seu de Urgell (Lérida) y la frontera andorrana, no suelen parar a los vehículos en tránsito hacia Andorra. Sin embargo, las colas de coches en dirección a España son habituales para controlar el paso de productos que sobrepasen las franquicias de dos cartones de tabaco y dos botellas de alcohol por persona, además de otros alimentos y un frasco de perfume junto a ropa y electrónica que no excedan los 525 euros de valor. Esos son los límites.
«¿Dinero en efectivo? No existe obligación a declarar mientras cada persona lleve menos de 6.000 euros al entrar en Andorra», asegura un funcionario de la aduana española que, al igual que los guardias, prefiere mantenerse en el anonimato. Un agente señala que son frecuentes los tránsitos de individuos acompañados de señoritas con aspecto de cortesanas y portando 6.000 euros cada una. «Son los dueños de los clubes de carretera que han florecido cerca de la frontera», señala otro guardia antes de recordar que la prostitución está prohibida en Andorra, al igual que el derecho de huelga.
Semana blanca de blanqueo
Nadie discute que el Principado sea un paraíso turístico. Por la frontera de la Seu de Urgell pasaron el año pasado más de 6,5 millones de españoles, según el anuario económico del pequeño país. Buena parte de ellos, atraídos por esquí. En la pasada temporada, las estaciones de montaña de Andorra vendieron más de 2,6 millones de «forfaits» de jornadas para la práctica del deporte blanco.
Un empleado de hostelería relata que suele ser habitual que, durante las vacaciones invernales denominadas «semana blanca», algunas familias de las que han comprado una segunda residencia en el boom inmobiliario experimentado en la Cerdanya (comarca gerundense próxima al Principado), o las que se alojan en hoteles de la Seu de Urgell, «vengan cada día a esquiar con 6.000 euros cada uno». Si la familia tiene cuatro miembros y están 7 días, las vacaciones blancas se completan con el blanqueo de hasta 168.000 euros (28 millones de las antiguas pesetas). Todo ello desde la tranquilidad de no incurrir en ninguna ilegalidad.
Los bancos andorranos se han especializado en la gestión de patrimonios. Para abrir una cuenta, un empresario español del sector turístico aconseja que lo más práctico es que algún andorrano o residente «te recomiende» a uno de los directores de las muchas agencias repartidas por los tres valles del país, puesto que «cualquier empleado de banca no está autorizado a abrirlas».
La mayoría de los 80.000 habitantes del Principado, de los que 24.000 son españoles, tiene dos cuentas: la normal y la cifrada, que está a nombre de un número o de una clave. Sus titulares pueden realizar inversiones por todo el mundo manteniendo el anonimato, ya que es el banco quien ostenta la titularidad. Se dice que las cuentas numeradas sólo son conocidas por el dueño, el banquero y Dios.
El ministro de Finanzas de Andorra, Ferran Mirapeix, recuerda que desde el año pasado se gravan los depósitos de los no residentes. Para evitar el blanqueo, el gobierno afirma que los bancos se aseguran de saber quién es exactamente el titular del dinero, su capacidad económica y la procedencia del capital. «Así evitamos que Andorra sea refugio de dinero obtenido ilegalmente», dice el ministro.
Lydia Magallón, de Andbanc, subraya que fue su entidad la que denunció a la Unidad de Prevención del Blanqueo a los ex alcaldes de Ciempozuelos «en cumplimento de la legalidad», ante la evidencia de la procedencia ilícita de su millón de euros. Sin embargo, nada hubiera ocurrido si ese dinero se hubiera obtenido en una venta inmobiliaria en “B”, o si en vez de políticos hubieran sido profesionales con ingresos difíciles de controlar. En esos casos, los bancos andorranos les reciben con las cuentas abiertas.
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