Miles de guipuzcoanos acuden todos los Viernes Santos a una carpa de las Landas a comprar ropa de marcas surferas a mitad de precio pese a las enormes colas
Es un clásico de la Semana Santa. Miles de guipuzcoanos, unos treinta mil según los organizadores, peregrinan todos los Viernes Santos a la localidad landesa de Hossegor hasta la popular Carpa, donde varias marcas surferas de ropa sacan a la venta sus stocks y ofrecen prendas de gran calidad a mitad de precio. Es una auténtica procesión a los saldos. Ni los madrugones intempestivos en un día festivo, ni las interminables retenciones, ni las desesperantes colas para entrar y salir bajo un sofocante calor arredran a jóvenes y mayores. La mayoría sale satisfecha con bolsas llenas de niquis, jerseys y cazadoras a precio de orillo como quien sale con el carro de la compra de la semana de un hipermercado. Otros acaban desquiciados entre cajas de ropa desordenada y con los pies molidos de andar y esperar. Es la crónica de un día de rebajas francesas en plena Semana Santa.
Madrugón y retenciones.
Jon, un joven de Egia, se levantó a las seis y media de la mañana para ir a La Carpa. A las siete, al coche. Junto a su amigo Jorge cambió la juerga de un día festivo por las rebajas. «Merece la pena porque voy a hacer la compra del año», dice. Hora y veinte para recorrer los 90 kilómetros que separan San Sebastián de esta localidad costera conocida por las competiciones de surf y la cantidad de fábricas de ropa de este deporte. Pese al «madrugón» no están solos. Miles de coches empiezan a llegar y colapsar los peajes de la A-63, sobre todo el de Hossegor-Capbreton. Quien salga más tarde de las nueve y media tardará tres horas en hacer el recorrido. Un auténtico vía crucis que pondrá a prueba la paciencia de muchos. Los organizadores estiman que 90.000 personas, la mitad de ellos vascos, visitarán hasta el lunes las instalaciones, en su gran mayoría el viernes, conocido como 'le jour des espagnols'. Algunos están en la cola desde las seis de la mañana.
La aventura de encontrar aparcamiento. Tras un breve y bonito paseo entre bosques landeses, la hilera de coches en las cunetas nos da la bienvenida a La Carpa, ubicada en las afueras de Hossegor. Miles de vehículos buscan como pueden su hueco en una explanada gigante. Logrado el objetivo, y tras comprobar que «efectivamente hay mucha gente», restan más de quince minutos de caminata para llegar a la carpa principal de Rip Curl, que lleva celebrándose desde hace 18 años. Por el camino, uno puede saludar a multitud de paisanos, sobre todo si es de San Sebastián o Irun, cargados con enormes bolsones llenos de ropa, como Isabel, su hijo Mikel y su sobrina Marta, que tras descargar en el coche volverán al ataque.
Vaya cola!
Dice el refrán que 'a quien madruga Dios le ayuda', pero a las hermanas irunesas Carol y Adriana Trujillo levantarse pronto no les ha servido para evitar hora y media de cola para entrar a los seis stands de Rip Curl, llenos de «ropas de marca que cuestan mucho y que dicen que están muy baratas». A mediodía se puede observar a más de mil personas esperando. Algunos, como José, de Irún, emplean la picaresca. «Hace un año me operaron de la tibia. Me he traído la muleta y me han dejado pasar como minusválido», explica riéndose. Desde luego, los varios miles de personas que pululan por los 2.500 metros cuadrados de la carpa de Rip Curl no pueden evitar sentir un poco de lástima cuando observan los resoplidos de hastío de quienes aguardan con paciencia cristiana a entrar.
Vivan las rebajas!
Masas de gente buscando camisas y pantalones apiladas en cajas de cartón como quien busca lechugas en el supermercado. Gente en calzoncillos, bragas o sujetador probándose prendas antes de que alguien se las arrebate. «Me he comprado un pantalón de esquí, otro de vestir y dos sudaderas. Total cien euros, y en Donosti sólo el pantalón de esquí vale 200», señala ufano Jon, el joven de Egia. Pedro Fuente y su mujer Encarna, de Intxaurrondo, llenan las bolsas de prendas. «Hemos venido varios años y son de una calidad excepcional. No pierden nunca el color», dice ella. Su hija Maite, sin embargo, reflexiona: «Entre el tiempo perdido y la gasolina no sé si merece la pena». Que cada uno juzgue: modernas zapatillas a cuarenta euros, parkas a cincuenta, gafas de sol a cuarenta, polares y jerseys a treinta, niquis a veinte... Lo ideal es compartir en cuadrilla los gastos de viaje.
Marido resignado.
Cumpliendo el manido tópico, Víctor se sienta resignado en una esquina esperando a que su esposa acabe de comprar. «Es la primera y última vez que vengo. Tres horas de viaje, una hora y media de cola, sin comer, y tampoco me parece tan barato. Será de marca pero en las tiendas de los chinos encuentras ropa bien barata aunque tenga menos calidad», protesta este donostiarra. Sus niños, dispuestos a gastar el dinero recibido en su cumpleaños, no parecían de la misma opinión.
Paraíso de los surferos.
Vizcaínos, guipuzcoanos y navarros compiten en número y, pese a la mayor cercanía de Las Landas a Gipuzkoa, uno ve más camisetas del Athletic que de la Real. En la zona de trajes de surf arrasan los vizcaínos como Albano, de Algorta. «Hay trajes de marca a menos de la mitad, pero hay que mirar bien porque algunos son viejos y otros tienen defectillos de fabricación», aconseja. En todo caso, es difícil resistirse a no comprar por 130 euros neoprenos que en venta normal podrían costar 300.
A pagar.
A José el truco de la muleta no le funciona a la hora de salir. Debe esperar religiosamente una hora hasta que paga las dos sudaderas que ha adquirido por apenas 30 euros. «Hay gente que hace compras de hasta 800 euros», afirma satisfecho Jean Pierre Bordenave, uno de los responsables del evento. A la salida, tres vigilantes cachean y miran a la gente para comprobar que esa reluciente sudadera Rip Curl que lleva uno puesta no ha sido robada. Junto a ellos, cientos de personas y gendarmes trabajan para ir reponiendo las existencias, vender bocadillos u ordenar el tráfico. Varias unidades médicas atienden a algunas personas por desvanecimientos.
La repesca. Pero no solo de Rip Curl vive esta feria. Cuarenta pequeñas carpas de otras tantas firmas (Oakley, O'Neill, Volcom o Txapela) atraen también la atención de aquéllos que se han cansado de hacer cola en la primera o que todavía tienen el cuerpo para más gastos.
La auténtica repesca de saldos se vive, sin embargo, en los dos mil metros cuadrados de la carpa de Billabong, la segunda en importancia y que ofrece productos de igual calidad a mitad de precio. Es el caso de Elena, una joven donostiarra que acudió acompañada de cuatro amigos de Vitoria. La joven pagó la novatada y aseguraba que «no soy capaz de encontrar nada con tanta gente. Está toda la ropa desordenada en las cajas y no se ven ni los precios».
Hasta el año que viene.
Desde las cuatro a las ocho de la tarde comienzan a salir coches de vuelta a casa. Es imposible perderse en el laberinto de cruces y rotondas que lleva a la autopista porque no hay más que seguir los vehículos de matrícula española. Maleteros llenos y carteras vacías, el regreso es más corto y escalonado, aunque en la frontera de Biriatou reaparecen unas retenciones tan tradicionales como la propia Carpa. La feria, abierta de ocho y media de la mañana a ocho de la tarde, según las marcas, continúa hasta mañana con nuevas existencias.
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