Para muchos, las estaciones de esquí funcionan sólo durante cuatro o cinco meses al año. Pese a que son complejos pensados básicamente para los deportes de invierno, la mayoría de los centros de esquí prolongan sus actividades durante casi todo el año.
Es una forma de superar la obligada estacionalidad de los deportes de nieve y, al mismo tiempo, de ofrecer a los aficionados a la montaña un surtido de deportes y diversas maneras de disfrutar del ocio y la naturaleza.
Aunque la nieve aún es abundante en muchos centros del Pirineo, tras la Semana Santa se van cerrando las pistas de esquí y se inician ya las actividades de primavera, que se intensificarán en las próximas semanas y se prolongarán durante todo el verano.
En los meses estivales, las estaciones de invierno también realizan sus obras de mejora y remodelación de pistas, instalación de remontes y sembrado de las laderas, donde se aposentará la nieve la próxima temporada de esquí.
Aventura y paisaje
Los centros de invierno disfrutan del privilegio de un entorno puro y de gran belleza paisajística.
La alta montaña es, por sí sola, un pretexto para una visita, y entre las propuestas de las estaciones encontramos rutas para conocer la naturaleza, senderismo y acceso a las zonas más altas para gozar de vistas panorámicas.
Algunas estaciones mantienen abiertos algunos remontes para este cometido, y además éstos se adaptan para transportar bicicletas de montaña. En otros centros es posible contratar vuelos panorámicos en helicóptero para conocer el Pirineo desde el aire. Con un aspecto totalmente distinto de la temporada invernal, la nieve desapareciendo, y ríos y manantiales al máximo por el deshielo, la alta montaña ofrece en primavera y verano su máxima exhuberancia. Un escenario idóneo para disfrutarlo.
La explotación de la riqueza del Pirineo fuera de la temporada blanca lleva aún cierto retraso con respecto a los Alpes, donde desde hace muchos años se ha tejido una amplia red turística entre las estaciones de esquí, pueblos, casas rurales, granjas y refugios, pero en los últimos años las zonas de esquí han trabajado con acierto en esa dirección. La abundancia de segundas residencias en zonas como La Cerdanya, la Val d'Arán y el Pallars han impulsado también este turismo de montaña.
Tierra, agua y aire
Los deportes de aventura son el plato fuerte de la montaña en primavera y verano. El rafting es uno de los más populares. El deshielo de la nieve genera rápidos caudales de agua en los ríos pirenaicos y el Noguera Pallaresa se lleva la palma en esta modalidad, a la que se suma el piragüismo, el hidrospeed y los kayaks. Los lagos de montaña también son escenarios para otros deportes de agua como el windsruf y la vela ligera.
Ya en tierra, las bicicletas de montaña reinan, junto a karts, rutas a caballo, tiro con arco, excursiones, raids, escalada, tirolina, senderismo y espeleología, entre otros.
Como novedad, podemos añadir esta temporada las rutas con todo terreno entre Andorra y España, que organiza la estación de Pal Arinsal.
Para los amantes de los deportes de aire, en algunas estaciones o en sus áreas de influencia existe la posibilidad de practicar el parapente, los ultraligeros, vuelos delta o ascensiones en globo.
El tenis, el squash, el golf, las aguas termales y las piscinas son instalaciones tambien al alcance en muchos lugares del Pirineo.
Muchas de las actividades de primavera y verano en los centros de montaña se dirigen a los niños y son abundantes los parques infantiles, con todo tipo de juegos. Buen ejemplo de ello es el Pekepark de Pal Arinsal o las divertidas zonas temáticas de Boí Taüll Resort.
Mundo Deportivo
La nieve deja paso a la aventura.
Las pistas de esquí cierran la temporada y se inicia la campaña de primavera en todo el Pirineo
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