“Hay un dogma en el salto moderno: ligero se vuela mejor. Es el terror permanente. Esto no son saltos, es una competición de peso; me he percatado que nuestro sistema está enfermo”, ha dicho el campeón alemán de 2002 y del mundo por equipos junior en 1998.
El tema de la anorexia “es tabú absoluto” entre los atletas según Loeffler, de 23 años, que medita dejar la DSV y alinearse bajo los colores de otro país. Declaró que se dio cuenta de su error “cuando empecé a tener problemas con mi pareja. Por la insuficiente alimentación, no me apetecía cama y casi no hacíamos sexo”.
La denuncia de Loeffler ha sido corroborada por el ex saltador suizo Stefan Zuend. “Durante un tiempo tuve problemas de alimentación; pensaba permanentemente en la comida. Incluso por la noche la sensación de hambre no me dejaba. Es una lucha continua y muy dura”, ha declarado al Bild.
El responsable de saltos y combinada nórdica de la DSV, Rudi Tusch, desmiente que el peso de Loeffler haya sido la única razón de su exclusión. “Se han acumulado más motivos; no conozco ningún saltador anoréxico”, dice Tusch. El director de saltos de la FIS, Walter Hofer, ya tiene medidas al respecto. No es partidario de lastrar a los saltadores con un cinturón de plomo sino de que salten con esquís más cortos los que estén por debajo del peso que les corresponda según su talla.
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