80 años (desde 1943)

80 años (desde 1943)
Chus Aja
Este artículo va dedicado a esquiadores que, en 2023, cumplieron (o habrían cumplido) 80 años. Especialmente a 3 de ellos: JC Killy, Billy Kidd y Chus Aja.

Un domingo de enero (de 2023) me invitaron a un cumpleaños. Una celebración sobre esquís. De montaña, para ser más precisos. Convocaba el homenajeado, mi amigo Chus Aja. ¡Ochenta tacos! Ni más, ni menos. La mayoría de ellos ¡y los que le quedan! Disfrutando con las tablas sobre todo tipo de nieves. El plan salió a la perfección. Ante una previsión meteorológica desfavorable, se optó por reunirnos en Abiada, bonito pueblo de la cabecera del valle de Campoo. Aquello para mí ya traía recuerdos de la infancia porque era allí, en los prados de alrededor del pueblo, donde mi padre nos ponía a esquiar de pequeños cuando la carretera hasta Brañavieja estaba cerrada por la nieve. Mi padre también tuvo la suerte de disfrutar del esquí hasta pasados los ochenta años, pero siempre en la versión de pistas. Y con un nivel técnico (luego hablaré sobre ello), muy inferior al de Chus.

Ya en el pueblo, a algunos nos tocó tirar un poco de pala para poder dejar el coche sin molestar, pues acababa de visitarnos un buen frente, de esos que dejan mucha y buena nieve. La cita, que tenía un carácter más bien informal, reunió a casi una treintena de personas de muy diferente índole y edad, con un denominador común: el de ser amigos de Chus y querer acompañarlo ese día. Faltaban amigos, por supuesto, no siempre resulta fácil poder estar donde uno desea en la fecha concreta. La excursión era modesta, pero resultó preciosa y, para colmo, el tiempo nos acompañó, mejorando progresivamente a medida que avanzaba la jornada. Estaba claro que en las alturas, en las cumbres, collados y laderas más elevadas soplaba un viento fuerte, frío y desagradable, pero el lecho de la cabeza del valle quedaba a resguardo y apacible.

Nos pusimos las pieles en las mismas calles de Abiada, aprovechando que la calzada estaba cubierta de nieve. Me tiré la práctica totalidad del ascenso hablando con Alba (hija se Chus) sobre nuestras cosas, que son muchas y variadas, aunque, especialmente, aquellas que tienen que ver con nuestra profesión común. Del itinerario merece la pena destacar el paso por el acebal. Un bosque tupido que llega a formar túneles de vegetación y que está amenizado por un arroyo de montaña que exige la presencia de un par de estrechos puentecillos. El lugar es lindo de por sí, pero con la acumulación de nieve fresca posada con generoso espesor sobre las hojas de los acebos (especialmente diseñadas para sujetarla bien), aquello parecía una sucesión de magníficas postales de paraísos helvéticos.


Chus celebrando su cumpleaños

Finalmente tuvimos que remontar una empinada vaguada con forma de embudo para alcanzar nuestro destino: el refugio del Club Alpino Tajahierro (CAT) en Brañavieja. El refugio, de entrañable aspecto alpino clásico, está situado en lo que antiguamente era un área de pistas de Alto Campoo. Ahora se ha quedado solitario y tranquilo, algo apartado del centro urbano principal, y mucho de la nueva base de la estación de remontes. Como allí sí que soplaba el viento, accedimos a su interior y nos instalamos para comer y celebrar. Hubo muchas fotos, algo de cava, soplido a las velas, quesada, cumpleaños feliz y emocionadas palabras del homenajeado.

A la hora del regreso, al ser en descenso, como era de esperar, el grupo se desmelenó algo y se dispersó. El embudo estaba disfrutón, con nieve polvo salpicada por zonas, pero casi mayoritaria y muy divertida. Había que esquivar esquiadores y arbustos por igual. Es un descenso que tiene un pasado interesante porque en él estuvo instalado un desaparecido telesquí denominado Tubo IV, que formaba parte de la antigua configuración de la estación. Era un remonte bastante radical. No apto para inexpertos. Ni en su descenso, pendiente, estrecho e irregular; ni en su ascenso, violento y algo accidentado. Por otra parte, funcionaba muy pocos días al año. Estamos hablando de una altitud muy baja, una bajada situada entre los 1600 y los 1400 metros.

Tras la primera parte del regreso, unos remontaron en dirección a las laderas de alguna cima cercana, otros regresaron por donde habíamos venido (básicamente remando) y en nuestro caso, remamos un buen rato hasta considerar que ya merecía la pena trazar una alternativa en la que poder dibujar algunas huellas sobre la nieve virgen. Ya en el pueblo, se sucedieron cafés o cervezas, reagrupamientos variados y tertulias.

La figura de Chus es emblemática y tiene tirón por varios factores. Lo suyo son más seis décadas esquiando y con pinta de que la cosa se prolongue bastante, porque el hombre rebosa de salud y energía. Siempre entusiasta, nos ha iniciado a muchos en el esquí de travesía y nos ha guiado por recorridos maravillosos. Su carácter es tan amigable que la gente se lleva muy bien con él y tiene gran facilidad para generar amistades. Y, por añadir alguna cuestión más (que podrían ser varias), va acompañado de una familia que se hace igualmente entrañable y expande ese carisma en forma de colectivo.

 

Chus cresteando

Sin pretender plasmar aquí una semblanza de la figura de Chus, hay que recalcar que desde que se inició en el esquí, creo que a sus 18 años aproximadamente, siempre estuvo integrado, de modo muy proactivo, en el CAT y, tendiendo en cuenta el efecto catalizador que dicho club ha mantenido siempre en el esquí de Cantabria, no debería sorprender a nadie que Chus sea bien conocido por la gran mayoría de esquiadores de montaña. Es por eso que el hecho de que la celebración se oficiase en uno de los dos refugios del Club añadía otro toque más de simbolismo al asunto. Bajo aquel techo había empezado Chus sus aventuras sobre esquís, remontando el mismo itinerario en 1961. También allí había conocido a Ana Maruri, su compañera desde entonces. Sobre esquís, kayak, bicicleta y lo que se tercie, a las duras y a las maduras.

La inigualable pareja

Cuando Chus empezó con este asunto del esquí, lo hizo siguiendo los pasos de aquel a quién él denomina su Mentor: Julio Casal, todo un clásico y pionero del montañismo y el esquí de Cantabria y, por lo que he leído, del país. Prueba de la importancia de esta mencionada relación entre ambos la encontramos en una cita de agradecimiento firmada por Carmen Casal en el libro de memorias de su padre:

«Chus Aja, el joven compañero alpino de mi padre, cuasi hijo por la mayoría del personal que los veía trepar esquís al hombro, él me ha ayudado a descifrar parte del código ético de mi padre, gracias infinitas».[1]

Este asunto de la mentoría esquiadora se me antoja que pueda funcionar bajo algún oculto patrón similar a la coloquial y vulgar interpretación urbana del karma. Lo digo porque, en lo que se refiere al esquí de travesía (o de montaña, pero me niego a denominarlo skimo), precisamente es a Chus a quien considero mi mentor. El me prestó el material y fue quien me llevó por primera vez al refugio de la Vega del Naranco (también del CAT) para iniciarme en su práctica. El tiempo no acompañó, pero nos desquitamos tiempo después con un memorable ascenso y descenso a Peña Prieta desde Liébana, tras lo cual, mi adhesión a la modalidad quedó afirmada para siempre. Con el tiempo ha habido muchas más ocasiones ¡afortunadamente! Siguiendo el hilo kármico, a mi favor puedo decir que me tocó en suerte ser profesor de su hija Alba. Fue a través de ella como conocí a Ana y a Chus, y por lo que me llevaron a practicar travesía. Y aunque no tuviera mucho que aportar a la familia, sí que organicé una semana blanca para el instituto, en la que, aprovechando nieve nueva, saqué a Alba del cursillo y la estuve llevando por todos los fuera de pista abordables en Alto Campoo aquella semana. Más adelante la relación se fue enriqueciendo a costa del triatlón, las visitas a su casa, más rutas, etc. todo ello con la incorporación de Andrea (la menor de la familia).

Chus aquel histórico día en Peña Prieta.

Otra imagen de aquella jornada.

Andrea, recientemente, en plena acción.

 
Alba (versatilidad familiar).

Padre e hija en la Bahía.

 

Como antes señalaba, la figura de Chus es incomprensible, además de incompleta, sin la presencia de Ana. Prácticamente siempre van juntos y, desde luego, salvo contadas excepciones, siempre ha sido así en lo que al esquí se refiere. Acogedora a más no poder, Ana siempre pone sensatez, y una especie de memoria geográfica de detalle para saber dónde se está en cada momento y qué referencia tomar para continuar. Por si fuera poco, de oca a oca y tiro porque me toca, hace ya muchas décadas, viajando a los Tres Valles (Alpes franceses) con mi hermano Guti, compartí apartamento con el primogénito de Ana y Chus, Bernardo, así como con un sobrino de la primera, Jaime Maruri, ambos buenos esquiadores alpinos. El viaje fue memorable, juventud y kilómetros de dominio esquiable, esquís de dos metros y fuego y fuego diario por las pistas y fuera de ellas, como aquellos couloirs de la Saulire de Courchevel. En definitiva, cruces de relaciones familiares y de amistad a costa y gracias a la nieve.

Sonriente Ana

 
Entrañable Ana

Cambiando de tema, como antes aseguraba, Chus tiene una técnica depurada en esto del esquí. Depurada realmente se queda corto como calificativo si lo aplicamos a su edad (ya 80 años) y a su contexto: la diversidad de nieves cambiantes y no siempre fáciles del esquí de montaña. Desde que le conozco, desde mi punto de vista, no ha hecho más que mejorar. Lejos de estancarse, ha ido adaptando su técnica a sus condiciones personales. Cuando lo conocí, creo que en 1991, esquiaba bien y punto. Acorde con su edad de entonces. Sin embargo, a medida que ha ido pasando el tiempo, ha ido afinando su dominio, reduciendo el porcentaje de utilización de recursos puramente físicos, sustituyéndolos sabiamente por mayor destreza técnica, de forma que, ahora mismo, da gusto verle enlazar virajes con alta frecuencia cuando la nieve se presta a ello, o solucionar tramos complicados con acciones de virajes saltados dosificados y eficaces. En este sentido, Chus se ha ido acercando hacia lo que llamo el lado estético del esquí, que no es precisamente el que más se lleva ahora, pero sí el que a mí me gusta, más respeto y trato de practicar.

 

Disfrutando en la montaña con mi mentor.

Dejando un poco de lado al propio Chus y a todo el clan de los Ajas, la Maruri incluida, aprovechando la coyuntura, me ha dado por fisgar un poco sobre algunos esquiadores coetáneos de la quinta de Chus. Y me he venido arriba y he pensado a lo grande, rebuscando entre lo mejorcito. Todos ellos nacidos en 1943. Empiezo nombrando, pero descartando, a Christl Haas porque, lamentablemente para él, falleció en 2001. Fue un esquiador austríaco nacido en Kitzbühel, que ganó la medalla de oro en descenso en los JJOO de 1964 en Innsbruck. Es decir, un bala. El que sí anda todavía haciendo su vida es Billy Kidd, todo un personaje. Nacido en Vermont en 1943, formó parte del equipo norteamericano de esquí alpino desde 1962 hasta 1970, dándole tiempo a ganar cuatro medallas en campeonatos del mundo (un oro, una plata y dos bronces), además de una medalla de plata olímpica en slalom en 1964 (primer medallista olímpico masculino americano en esquí alpino en la historia). También fue el primer esquiador de la historia en ganar (1970) sendos títulos de campeón del mundo FIS (combinada) y del Tour Profesional, pues aquella temporada se pasó al profesionalismo en un momento intermedio, para permanecer compitiendo en ese nuevo estatus durante dos temporadas.

 

Billy en acción (Imagen: chroniclesofbrian).

Hijo de un matrimonio de hosteleros de la estación de Stowe, Billy ha debido de ser un tipo listo toda su vida. Lo digo porque supo aprovechar bien su carrera como esquiador. Acosado por dos graves lesiones en mitad de la misma, utilizó los periodos en el dique seco para sacar sus estudios universitarios (Económicas) en Boulder (Universidad de Colorado), para después volver a la competición. Como curiosidad, hay que añadir que, por procedencia familiar, es parcialmente nativo americano (Abenaki), algo de lo que se siente orgulloso. Retirado de la competición, se trasladó a Steamboat Springs (Colorado) para ejercer como director de esquí de la estación, durante ¡50 años! Tocado con su sobrero Stetson de cowboy, ha sido embajador del esquí del oeste americano, alcanzando enormes cotas de popularidad. Siempre en pistas, esquiaba con la gente, enseñando, demostrando y dando consejos por doquier. ¡Todo un mentor también él! Además, ha colaborado activamente con colectivos y causas en favor de desfavorecidos (paralímpicos, esclerosis múltiple…) y llevando a esquiar a grupos de adolescentes de nativos americanos.

En los ochenta fue fotografiado en su rancho por Annie Leibovitz con motivo de haber recibido un reconocimiento por su labor, por parte de American Express. Posee un rancho en Colorado y, tanto cuando esquía como cuando no lo hace, su vida se desarrolla dentro de la apariencia y los escenarios del western.

Retrato de Billy Kidd por parte de Annie Leibovitz. Lamentablemente me ha sido imposible encontrar una imagen de mayor nitidez, a pesar de que tengo un buen catálogo de la obra de la fotógrafa durante esa época, pero merece la pena dar cuenta del hecho. (Imagen: ebay.com).

Póster publicitario de la estación Steamboat, autografiado por Billy Kidd. ¡Había que ponerlo aquí! representa muy bien el carácter y aficiones de Kidd, y a Chus le encantará porque él mismo disfrutó mucho de largos paseos a lomos de un caballo que tenía compartido. (Imagen: vintageskyworld.com).

La siguiente camarada generacional de Chus fue Trauld Hecher, una austríaca de armas tomar que alcanzó una amplísima colección de triunfos en las tres disciplinas de esquí alpino vigentes en su época de esplendor deportivo (los años sesenta). Ganó en slalom, en gigante, en descenso y en combinada. No había entonces supergigante. Tampoco existía la Copa del Mundo, por lo que sus éxitos no resultan fácilmente comparables con los palmareses actuales, pero haber logrado hasta 10 títulos de campeona de Austria, en aquella época, nos da ya algunas pistas sobre su poderío. Sin demasiada suerte en campeonatos del mundo puntuales (dos bronces en descenso), obtuvo sendas medallas olímpicas de bronce en los descensos de Squaw Valley 60 e Innsbruck 64. La primera de ellas la consiguió con 16 años, la medallista de esquí alpino más joven de la historia (mujeres y hombres incluidos). Tirolesa de nacimiento, se retiró en 1967, temporada en la que se instauró la Copa del Mundo. Sus hijos Stephan y Elisabeth, salieron ambos esquiadores, competidores de Copa del Mundo y miembros del equipo nacional austríaco en los JJOO. En concreto, ella, Elisabeth, ganó la medalla de bronce en el descenso olímpico de Vancouver 2010 ¡cincuenta años después de haberlo logrado su madre! No se quedó ahí la cosa, pues la temporada siguiente fue doble campeona del mundo en descenso y supergigante. Otra bala. Lamentablemente, Trauld no hubiera podido acudir a celebrar el cumpleaños de Chus con nosotros (en una hipotética coyuntura de conocimiento y amistad mutuos) porque falleció unos pocos días antes, con 79 años, pues ella hubiera cumplido los 80 en septiembre.

 

Foto de Trauld firmada, cuando competía (1960). (Imagen: olympedia.org).

Madre e hija celebrando el resultado de alguna prueba. (Imagen: thestoriest.com).
 

Para despedir a este grupito de allegados, no podemos prescindir de ÉL. El más grande esquiador olímpico o quizás, más bien, el segundo en conseguirlo (tras las huellas de Toni Sailer): Jean Claude Killy. Únicamente ellos dos han sido capaces de conquistar los tres oros de las tres disciplinas del esquí alpino en unos mismos JJOO. Killy lo logró en Grenoble 68 y me consta que Chus se mantuvo bastante atento a los logros del francés y a su forma de esquiar. Podríamos decir que, por coincidencia temporal, JC Killy fue el referente técnico de Chus en lo que al estilo más deportivo del esquí alpino se refiere. Además, los éxitos del francés fueron bastante publicitados globalmente (con gira americana incluida). Aquellos JJOO fueron los primeros televisados a gran escala y en color (aunque en España todavía viviéramos en blanco y negro). Su impacto mediático y publicitario en nuestro país recaló en el momento en el que el esquí cobraba un impulso popular notable y se pergeñaba el germen del que sería el equipo nacional de esquí más competitivo de nuestra historia.

 

JC Killy hecho un chaval. (Imagen. facebook.icon.sport).

El Killy competidor tenía fama de temerario. Con frecuencia no completaba los recorridos a causa de las caídas, porque solía esquiar al límite o más allá de él. En una prueba, tres semanas antes de un campeonato del mundo, a 180 metros de meta, se cayó en un tramo helado. Se levantó de inmediato y cruzó la línea de llegada sobre un solo esquí marcando el mejor tiempo de todos los competidores, pero… con la otra pierna rota y diciendo adiós a su participación en los inminentes campeonatos.

Tras sus éxitos deportivos, Killy se introdujo de lleno en el mundo de la publicidad, la televisión, el cine, la promoción y la representación de marcas. Relacionadas con el esquí inicialmente, y casi con cualquier cosa y con el lujo después. Cuentan que fue muy profesional en esas facetas, y bastante ligón y exitoso con las mujeres en un ámbito más privado. También probó como piloto de coches, llegando a participar en las 24 Horas de le Mans y en la mítica Targa Florio. En la primera mitad de los setenta compitió con éxito en el circuito profesional de esquí, acumulando importantes ganancias. Gran parte de su vida profesional, una vez retirado, se desarrolló en los EEUU. Además de en la televisión y la publicidad, trabajó para el desarrollo de la estación de esquí de Shawnee en Pensilvania. Con el tiempo regresó al entorno europeo, integrándose en el COI, del que se retiró al cumplir los 70 años (aunque sigue siendo miembro honorífico), y en sucesivos comités organizadores de grandes eventos internacionales (ha sido presidente de la Sociedad del Tour de Francia entre 1992 y 2001). Vive en Ginebra (supongo que por algo será) y hasta hace pocos años pilotaba su propio helicóptero, que utilizaba para sus principales desplazamientos.

 

Killy en un descenso. (marmitevingtieme.canalblog.com).

Las vidas de esta generación de esquiadores resultan interesantes. No hemos entrado en demasiados detalles sobre ellas, pero cuando uno lo hace, se encuentra que estuvieron contextualizadas en la propia historia del siglo XX y la parte que llevamos del XXI, eso incluye, por poner un ejemplo, que Killy, pese a haber nacido en los alrededores de París, creciera en los Alpes al haberse desplazado allí su familia a causa de la ocupación alemana de gran parte de Francia. Más allá de todas las circunstancias generales, todos ellos, incluido Chus, son personas que han visto evolucionar es esquí. Su práctica, su impacto social, su evolución técnica, la de los materiales, etc. No sólo eso, sino que han sabido adaptarse a toda esa evolución, transformándose con ella, permaneciendo, algunos de ellos, como verdaderos esquiadores de pasado, presente y futuro. No sé si será extrapolable a Billy y a Jean Claude, pero viendo ahora mismo a Chus, su entusiasmo, su forma física y su estilo técnico, tengo bastante claro que nos queda compañía experta para rato. ¡Felicidades!

 

Chus en su medio.

 

-  


[1] CASAL SÁNCHEZ, Carmen: “Cumbres y trincheras”.

 

 

3 Comentarios Escribe tu comentario

  • #1
    Fecha comentario:
    27/01/2024 11:21
    #1
    Excepcional documento. Excepcional reportaje. Y felicidades a su autor por explicarnos la historia de unos cuantos "grandes" nacidos en los 40

    karma del mensaje: 10 - Votos positivos: 1 - Votos negativos: 0

    • Gracias!
  • Coe
    Coe
    #2
    Fecha comentario:
    30/01/2024 13:17
    #2
    Si señor ¡¡¡¡ gran reportaje ¡¡
    Lo de Chus es para quitarse el sombrero...ya tengo referente ¡¡¡

    karma del mensaje: 10 - Votos positivos: 1 - Votos negativos: 0

    • Gracias!
  • #3
    Fecha comentario:
    07/02/2024 16:12
    #3
    Muchas gracias por acercarnos estas historias!

    karma del mensaje: 11 - Votos positivos: 1 - Votos negativos: 0

    • Gracias!

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