Siempre que puedo, me gusta pasar puertas. En este caso volvía a participar en la carrera social del club, en la categoría de masters, que somos los papás y ya tenemos una edad.
Tras la recogida del dorsal, el reconocimiento de la pista. Hay que ver si hay alguna puerta trampa, que en el caso de una carrera como ésta es difícil que pase, pero siempre mejor ir preparado.
Una vez observada la pista, a esperar. Me encantan las sensaciones que vienen cuando te encuentras en el portillón, esos nervios que se pasan poco antes de salir, a punto de pasar poco más de medio minuto a fondo encadenando puertas. Y da igual que la carrera sea social y no cuente para nada, porque la sensación es la misma.
A pesar del calor y la poca nieve, la pista aguantó:
Cada año, después de esta carrera y la del forfait de temporada me entra el gusanillo de correr alguna prueba más seria, pero de momento, mientras los niños sean tan pequeños, lo dejamos en stand by. Además, cuando te enteras de lo que te van a soplar entre federarte y demás para dos o tres pruebas...
Al final del día, fin de fiesta, entrega de premios y... sorpresa, ¡he vuelto a quedar primero! Lo mejor, la cara de tus niños cuando ven que has ganado y la ilusión que les hace esa copa. Pues nada, el año que viene lo volveremos a intentar.