Muchas veces nos preguntamos si es necesario apuntar a nuestros hijos a clases de esquí.
"Dichas clases cuestan dinero, y nosotros somo buenos esquiadores, por tanto nos las podemos ahorrar."
Nada más lejos de la realidad. A opinión personal creo que es el dinero mejor invertido si lo que queremos es esquiar en familia y pasarlo bien.
Hace un par de inviernos, mi hija menor Fiona, en su primer día de temporada se rompió la tibia y cómo ya conté en un artículo, la vuelta a empezar fue muy dura, pero gracias a las clases de Ferran Márquez y a una buena dosis de paciencia, lo consiguió volviéndose otra vez una enamorada de este deporte.
Este invierno en Port del Comte, un grupo de jóvenes pero con buena experiencia, han creado una escuela de esquí. Les empecé a seguir en redes sociales y me parecía que le ponían muchísimas ganas e ilusión. Así que pensé que las próximas clases que contratara para las niñas, lo haría con ellos.
Pues bien, me puse en contacto con los chicos de la escuela de esquí La Bofia y contraté un par de horas de clase para las dos. La peque estaba nerviosa al cambiar de profesor, pero yo sabía que le gustaría.
A llegar a la estación y hacer las respectivas presentaciones, veo estas caras de ilusión.
Con estas caras ya se ve que ha habido muy buen feeling, cosa importante a la hora de las clases. Así que tras el éxito de las presentaciones, le dejo trabajar y un servidor se va a disfrutar de la estación.
Lo estaban pasando en grande pero, entre diversión y diversión, aprendían?
Pues a parte de pasarlo bien, parece que sí que van aprendiendo. Valentina en paralelo empezando a angular y conducir.
Fiona cerrando cada vez más la cuña, dentro de nada esquiamos en paralelo...
Lo estaban haciendo tan bien que incluso Tet, les dejó la mascota de la escuela La Bòfia.
Tras algo más de dos horas de clases y juegos llegaban los tres al punto de encuentro, y lo hacían con una cara de felicidad inmensa.
Tet, me estuvo contando los progresos y lo que habían trabajado por si yo quería seguir practicando con ellas y nos hicimos la foto de alegría de rigor.
Después de esas agotadoras horas, era el momento de la recompensa, los bocatas y patatas fritas que tanto les gustan y luego, tocaba que me enseñaran los progresos hasta que fue el momento de irse para casa.
La sorpresa fue por la noche, cuándo recibo un mensaje de Tet con un documento de texto en el que me contaba como las había visto al principio de la clase, lo que habían trabajado, la evolución y algunas posibles cosas que podía realizar con ellas.
Por experiencia propia y de muchos de mi alrededor, los hijos nos hacen poco caso cuándo les intentamos enseñar a esquiar o a evolucionar, en cambio unas clases de vez en cuándo, les van a sentar de maravilla porque allí sí que escuchan y realizan los ejercicios que les mandan hacer, a la vez que se lo pasan bien.
Después de ese día, me reafirmo más en la necesidad que los peques tomen clases con buenos profesionales.
Por mi parte, lo voy a seguir haciendo al menos un par de días cada temporada y os animo a que vosotros también lo hagáis. Las peques progresan mucho mejor y más rápido, cosa que nos va a permitir a posteriori poder esquiar en familia con más nivel y tranquilidad.
Muchas gracias a la escuela de esquí La Bòfia por este buen hacer y la alegría que transmitís a peques y mayores.