Estas y muchas preguntas más asomaron por nuestras mentes cuando iniciamos la apasionante aventura de escribir este libro. Son preguntas que esconden mil y una respuestas posibles. Para empezar, decidimos cerciorarnos del verdadero significado de la palabra curar, con la intención de partir de una base oficial a la hora de exponer nuestras ideas.
Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, la palabra CURAR tiene 13 posibles definiciones, de las cuales nos quedamos con cinco.
Curar
(Del lat. curāre, cuidar).
1. tr. Aplicar con éxito a un paciente los remedios correspondientes a la remisión de una lesión o dolencia. U. t. c. prnl.
2. tr. Disponer o costear lo necesario para la curación de un enfermo.
3. tr. Sanar las dolencias o pasiones del alma.
4. tr. Remediar un mal.
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11. intr. sanar (‖ recobrar la salud). U. t. c. prnl.
Las dos primeras definiciones entran dentro de lo que muchos médicos y pacientes reconocen como normal o lógico: enfermamos y nos ponemos en manos de profesionales que puedan ayudarnos siguiendo unos protocolos adecuados. En la segunda definición incluso entraríamos en el pantanoso mundo de los precios, las mutuas y los copagos sanitarios. En las tres últimas definiciones observamos que la RAE nos abre una puerta a algo más profundo, sin dejar de lado una óptica pragmática, pero algo más alejada de lo que muchos entienden como convencional. Curar, remediar, sanar… son verbos que se aplican desde hace siglos cuando algo no funciona, normalmente cuando tenemos un problema físico o psíquico, pero cuando hablamos de sanar o de remediar, entran en juego las palabras motivación, pasión, lucha, fe y… miedo. El miedo es una palabra maléfica que suele estar muy presente en nuestras vidas, debido en parte a que el miedo atrae a muchas formas de miedo. Los miedos más frecuentes que el ser humano experimenta desde que tiene uso de razón son el miedo a lo desconocido, a la muerte, al sufrimiento y a perder la dignidad en caso de enfermedad.
Desde hace siglos, la montaña y el ser humano forman un binomio realmente interesante, no solo a nivel deportivo, sino también a nivel personal. Cada año encontramos más y más testimonios que narran con todo lujo de detalles cómo la montaña les ha cambiado la vida, cómo les ha ayudado a nivel psicológico a superar una enfermedad, un trauma, un dolor físico o un daño psíquico que no lograban superar.
Muchos médicos y especialistas en oncología, psiquiatría y traumatología que han tratado a alpinistas, senderistas, esquiadores y amantes del mundo de la montaña en general, se preguntan hasta que punto la montaña puede llegar a ser terapéutica. Algunos directamente afirman que la montaña puede ayudar a superar grandes traumas, incluso hablan de enfermos de cáncer que han superado su enfermedad motivándose al máximo en la montaña, logrando que los tratamientos actúen con mayor intensidad. Otros afirman conocer casos donde los pacientes han logrado una mayor calidad de vida practicando deportes de montaña, aunque al final algunos no lograran superar la enfermedad. Poder reorientar ciertas reflexiones y tener la mente abierta puede ser un buen punto de partida para el optimismo, aunque en ocasiones nos pueda parecer imposible.
El ser humano tiende a pensar que vivirá tranquilo, que lo que le sucede a los demás no tiene porque pasarle a él… ¡Qué terrible falta de humildad!, quienes piensan de este modo están muy equivocados. La vida se encarga de colocar a cada individuo en el sitio que le corresponde y solo depende del hombre el poder afrontar los retos que se le presentan con una actitud positiva y constructiva. Aunque el camino sea duro, nunca debemos dudar de que la vida tiene sentido, que vivir es la mayor de las aventuras, que el esfuerzo realizado vale la pena, que siempre se aprende y que nada es fútil. Tal y como nos recuerda la alpinista y escritora Araceli Segarra: «Los comportamientos egoístas son una semilla que, si germina, acaba rompiendo un equipo. Cuanto más alto es el nivel de autoestima de una persona, más probabilidad hay de que trate a los otros con respeto, amabilidad y generosidad. Para ser noble lo importante es que estés seguro de ti mismo, de lo que haces, que te aceptes tal y como eres. La gente que medita aprende a conocerse, a aceptarse, a gustarse, y a partir de aquí transmite tranquilidad y no tiene miedo».
La montaña y el ser humano se complementan, todos forman parte de uno. No debemos olvidar que la montaña puede llegar a ser mucho más generosa de lo que el ser humano pueda imaginar. El alpinismo y todo lo que lo rodea es una gran fuente de vida, de esperanza y de motivación, lo afirmamos con total humildad, siendo plenamente conscientes de los beneficios positivos que la montaña puede tener en el ser humano a nivel emocional.
Fuimos y somos testigos presenciales de cómo la montaña no solo ayuda a motivar y a enfrentarse a terapias y cirugías de alto riesgo, sino que nos abre las puertas a un mundo de sensaciones que hasta que no se experimentan en primera persona no pueden describirse de forma correcta. Hablar de vida y de muerte, de orgullos y prejuicios, de amor por la familia, de pasión por la vida y también de guerra y de paz no es tarea fácil, y menos cuando hablamos de nuestras familias, de amigos cercanos o incluso de nosotros mismos.
Son muchas las personas que han compartido con nosotros sus vivencias y sus experiencias sobre temas tan delicados como la vida, la muerte, el dolor o el sufrimiento, sin olvidar el daño físico y el daño psicológico. El esfuerzo ha merecido la pena, sin lugar a dudas. La montaña nos ha dado una gran lección de humanidad, hemos descubierto en primera persona que la motivación y la capacidad de lucha son indispensables a la hora de afrontar un problema grave.