31-12-2010 Empieza la odisea por nieves granadinas. Feliz año nuevo

31-12-2010 Empieza la odisea por nieves granadinas. Feliz año nuevo
Cuando llegamos a Alicante suben un grupito de chicos y chicas muy animados. Se les llama la atención, pues hay gente que duerme, pero no hacen ni caso.
Me coloco en mi asiento e intento dormir, pero no puedo.

Cuando llegamos a Alicante suben un grupito de chicos y chicas muy animados. Se les llama la atención, pues hay gente que duerme, pero no hacen ni caso.
Y no lo harán, ni al conductor ni a nadie hasta que se me acaba la paciencia, me giro y después de felicitarles las fiestas les digo que ojalá, a partir de ahora, en todos los viajes que hagan se encuentren con gente que les falte al respeto del descanso y les dé por el culo de la misma manera que ellos lo llevan haciendo desde que han subido al autobús. Se hace el silencio. Consigo que callen a 40 minutos de llegar a Guadix, mi destino, y me arrepiento de no haber saltado antes.

Son las siete y media. Me espero hasta las nueve para moverme. Dejo las cosas en consigna y me voy, un poco preocupado porque esta noche no puedo dejar las cosas ya que a la una de la tarde cierran la estación.

Salgo al exterior y voy hacia el centro, buscando la oficina de información.
Voy hacia el ayuntamiento, donde un policía municipal me informa de los lugares donde me puedo alojar.
Consulto con mi yo y este me guía, yendo a parar a las puertas del hotel Comercio, un hotel de 4 estrellas con balneario. Me detengo ante la puerta pensando que el policía me ha tomado el pelo y empiezo a caminar buscando más lugares donde poder montar el campo base.

Hago tres o cuatro pasos y me paro. Me quedo mirando la fachada del hotel y una voz me dice que entre. Pasado el umbral de la puerta sigo pensando que es un error entrar aquí, doy media vuelta y una voz me pregunta si quiero algo.


Foto tomada de la página web del Hotel Comercio

Explico a la recepcionista mi situación y mi presupuesto, que no llega para pagar una cama que tampoco necesito. En realidad me hace falta un lugar donde guardar la mochila grande; puedo hacer Sierra Nevada y Puerto de la Ragua con lo indispensable repartido entre la bolsa de esquís y la Cham.
Desconozco por qué motivo, Núria me ofrece guardar el equipaje en lugar seguro, lo que le agradezco enormemente, sin poderlo exteriorizar mucho, debido a que no he dormido en toda la noche y su oferta me descoloca.

Salgo hacia la estación mientras pienso qué es lo mejor que puedo hacer.
Una vez en la estación hago un trasvase de material de una mochila a otra mientras la chica que se encarga de la consigna y de vender los billetes alucina.

Vuelvo al Comercio. Ponemos la mochila en el salón social que nadie usa y antes de partir Núria me dice que pase al comedor y desayune algo. En ese momento pienso que más que comer me conviene una ducha, pero no quiero rechazar el ofrecimiento y entro en la sala, un poco incómodo por estar en un lugar de tanta categoría vestido de una manera tan poco elegante. Con toda la educación les deseo buen provecho a las pocas personas que están desayunando pasadas las diez de la mañana. Como un par de rebanadas con jamón serrano y queso.

Me despido de Núria con un fuerte abrazo, emocionado por el favor que me ha hecho, deseando que tenga una buena entrada de año.

Mi autobús sale a las 11 y me llevará a Granada, desde donde quiero subir a Sierra Nevada. Confío en que me podré juntar con alguna pandilla que celebre el fin de año a lo largo de la noche.


En Granada miro los horarios de transporte hasta la estación de esquí. Sale a las cinco de la tarde.

Decido ponerme a hacer dedo en una rotonda, con la vana esperanza de encontrar a alguien que vaya por casualidad. No tengo suerte.

Vuelvo a la estación. A las cinco subo al autobús. Me siento, cierro los ojos y no los abro del todo hasta llegar a Pradollano, Sierra Nevada.





El frío del ambiente contrasta con el calor y la alegría que desprende la gente.
Busco un lugar donde cargar el móvil, pero todos los locales cierran.

Doy vueltas hasta que encuentro un local llamado XL, un restaurante nuevo y pequeño. Entro y miro si tienen enchufe y les pregunto a qué hora cerrarán. Me tomo un té mientras conecto el cargador.

El local se va vaciando y no quiero molestar, así que les digo que en cuanto tengan que cerrar me avisen, que me iré. Esto da pie a que les explique mi proyecto, el motivo por el que estoy en Sierra Nevada y mis intenciones para las próximas horas.

No dudan un momento en invitarme a pasar el traspaso de año con ellos.
Me entero que hace apenas un mes que han abierto. Lo llevan unos chicos con muchas ganas y empuje, Dani y Guido. También están Dani el risitas y Mauro, todos argentinos.

Les ofrezco lo poco que tengo. Ponemos una botella pequeña de cava que me había comprado en previsión de pasar el fin de año solo y queriendo comer doce cacahuetes como sustitutos de los granos de uva.

Dani ha preparado unos pollos rellenos que están buenísimos y que comemos sin preocuparnos de la hora, en compañía de Rafa, un gaditano, y de su hija.





El cambio de año pasa sin pena ni gloria, nada que ver con las celebraciones anteriores donde el ritual del fruto del viñedo era algo muy importante. Pasan unos minutos de las doce cuando nos levantamos de la mesa y unimos nuestras "copas". Brindamos, reímos y hablamos, deseando que se cumplan nuestros sueños y podamos sacar adelante nuestros proyectos.

Me siento afortunado de haber conocido hoy a gente tan especial y que me ha ayudado tanto.



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