El manto blanco llamaba. Uno, no podía si no responder sumiso a esa llamada. Y la nieve llamaba desde Las Leñas. Claro, la temporada en la provincia de Mendoza acababa de empezar por allá. La Patagonia venía teniendo más suerte que Los Andes mendocinos, en una constante que se daría todo el invierno.
Acá, para los que vivimos en la ciudad de Mendoza, si querías nieve, tenías que ir a Las Leñas, no quedaba otra. Y si tenías disponible sólo un día, o manejabas 5 horas de ida y otro tanto de vuelta... o te subías a un ómnibus.
2:30 de la madrugada. Ese era el horario de salida. De ahí la primera frase de este artículo. Para reforzarla, podemos decir que el regreso sería a las 12:00 de la noche. La "fauna" que podía verse, ansiosa de emprender el viaje, era bastante homogénea. Jóvenes de entre 18 y 25 años con sus tablas en las bodegas, y trabajadores de las localidades por las que iríamos pasando. Tres viajeros rompían el molde: Quien esto escribe y su amigo y compañero de esquí, que ya festejaron los cuarenta... y él.
Se le notaba en la cara que se trataba de un niño empezando a ser hombre. En la cara. La actitud era otra cosa, transmitía la seguridad de un hombre hecho y derecho. Subió al ómnibus como quien ya lo ha hecho un montón de veces. Claro, el viaje era el mal necesario para lo que vendría después. Porque esa seguridad no era la de un turista novato. Era un esquiador experimentado. Seguro. Y de una disciplina para valientes y ganadores de la vida, el esquí adaptado, porque le faltaba una pierna.
Tres meses después, leyendo mdz online, conocimos su historia, y sus sueños.
A continuación, una síntesis de la nota que publicara el periodista Ulises Naranjo:
Un mal día, a los diez años, el niño comenzó a sentir dolores en su rodilla, cada vez más fuertes. “Osteosarcoma”, dijeron los médicos, cáncer devorándole el hueso. Le amputaron la pierna derecha, a la altura del muslo, con una precisión que duele en la memoria.
Augusto Alonso tiene quince años y vive con sus padres –Beatriz y Marcelo– y sus cinco hermanos: Micaela (18), Antonio (13), Francisco (11), Alvaro (9) y Marcelo (7). La suya es una de esas familias de clase media, que nada necesita, pero que de nada presume.
Ya sin su pierna derecha, Augusto debió (naturalmente) cambiar de vida; de hecho aprendió a patear con la pierna izquierda, cuando siempre había sido derecho. Y también aprendió a correr con muletas: “doy dos saltos con la pierna y después me apoyo en las muletas”.
A partir de la temporada 2009, gracias a la gente de Las Leñas, Augusto pasa sus vacaciones de invierno y todos los fines de semana de la temporada practicando slalom y slalom gigante en las pistas de expertos (“pero quiero meterme en todo”, aclara).
Aquí viene la parte de la ayuda: Augusto ya tiene equipos, instructores y entrenamientos en Mendoza, pero necesita viajar a competencias internacionales, por caso, en diciembre hay una en Estados Unidos y en enero otra, en Italia.
¿Cómo hace? Pues bien, si tienen ideas al respecto, llámenlo al ++54 261 4239773 o a su celular: ++54 261 153614684.
Augusto es aquel que “infunde o merece gran respeto y veneración por su majestad y excelencia”. Y Augusto somos todos, si logramos estar a la altura de las circunstancias y hacer que le crezcan alas.