Llevamos más de 300 kilómetros esquiados por paisajes de cuento, cruzando lagos helados inmensos por en medio, bosques blancos de todos tipos y formas, y humedales como el de hoy. Nos acercamos a los dominios de Papa Noel, sin hacer más ruido que el silbido de las suelas de los palillos de fondo contra los cambiantes tipos de nieve de la Laponia finesa.
Ayer completamos la etapa reina, 88 kilómetros, un auténtico infierno físico que, en mi caso, comenzó a las 6:30 de la mañana bajando una pista verde de alpino y concluyó diez horas después cruzando por encima del lago que lleva a Ranua. Fríos por debajo de los -10, viento cruzado, nieve a ráfagas… Si era el Paraíso, debía ser el de los Caminantes Blancos de Juegos de Tronos…
La etapa de hoy han sido “sólo” 50 kilómetros. Para mí han sido más fáciles que para el resto, porque hoy han padecido problemas de ceras casi todos (zuecos, falta de agarre, falta de deslizamiento…) ya que las temperaturas han caído de golpe al umbral maldito de los 0 grados. ¡Y eso que estamos cerca del Círculo Polar Artico! Mis esquís de pieles son un poco más lentos, pero a cambio no me afectan tanto esos cambios de deslizamiento…
Nos restan dos etapas, dos últimos esfuerzos para rematar este Dakar blanco en el que participan igual jóvenes atletas supersónicos con los esquís que ancianos alemanes y ancianas finlandesas que se desenvuelven con las tablas como un carnicero con los cuchillos. Y bueno, también un grupo de diez españoles expertos, casi todos del Club Mayencos de Jaca, y algún infiltrado como yo, que está empezando a descubrir el placer blanco de no haber visto nada parecido al suelo desde hace seis días que llegamos a Kuusamo. Creo que lo último fue la pista de aterrizaje de Helsinki… Porque la de Kuusamo ya era blanca.
Ojalá en un par de días pueda enviaros otro artículo desde la frontera de Suecia. Aún me parece imposible hacer un viaje tan largo, desde Rusia a Suecia, sin más ayuda que unas tablas.
To be continued!