Sankt Anton, la cuna del esquí alpino
Con mas miedo que vergüenza, dado el año de nieves que llevamos en toda Europa, y sin poder haber esquiado un solo día antes por esa escasez en las cosechas, esperé ansiosamente el día 2 de enero, fecha prevista para salir para Austria, devorando hora a hora partes de nieve, previsiones mentirológicas, webcams variadas y toda información previa posible, con la clara intención de ponerme a mi mismo de los nervios.
Gracias a Alpeskí, con la colaboración necesaria de Oficina de Turismo de Sankt Anton, encaminamos nuestros pasos, mi santa esposa y servidor hacia la bella localidad alpina, frontera entre el Arlberg y el Tirol. Se trata de celebrar mi jubilación, con gran envidia por parte de ella y algún que otro impresentable mas. Por tanto, todo me parece bueno y bonito.
Salimos de aquí sabiendo que esta abierto mas del 70% del dominio, aun sin haber nevado prácticamente nada, y con previsiones de nieve para nuestra estancia. Nuestra esperanza es que se reparta bien y nieve solo por las noches, y los días sean despejados. Demasiados ruegos por la nieve, al fin casi noche y día.
El viaje desde Madrid en avión a Munich transcurre adecuadamente, aunque a la llegada mis esquís no comparecen. Primer escollo, primera prueba a mi nuevo espíritu “zen”, que sale ganador tras presentar la correspondiente reclamación. Y eso que son nuevos nuevitos, todavía sin salir del cascarón. ¿Llegarán? ¿Estrenaré mi regalo?...
Desde el aeropuerto, tren con un par de transbordos y en algo mas de tres horas estamos en la estación de destino, que nos recibe con una mas que ligera nevada.
Primera buena señal. Por cierto, lo de los trenes por Austria, muy bien de horarios pero un desmadre a la hora de ocupar asientos, entre reservados, ocupados por maletas de gente cuyo comportamiento no voy a describir, y que de nuevo me pone a prueba, en fin, la próxima o reservo (18€ extra) o lo cojo con tiempo para pillar Primera Clase a precio de rebaja (lo dejé pasar por inseguridades, y la fastidié, luego era un pastón)
Asi nos recibe nuestro destino
En fin, no divago mas. Llegamos al simpático Hotel Rauch, cuyo propietario, Toni Rauch nos recibe con amplia sonrisa y, naturalmente efusivas referencias a Nacho Campos ¿dónde no conocen a este hombre, por dios? Es profesor, guía y entraba en nuestros planes hacer una esquiada guiada por la estación con él, pero las circunstancias lo impidieron posteriormente. Un tipo verdaderamente simpático. Y sigue nevando y nevando. Parece que la tendencia cambia, o las velas encendidas pertinentemente a toda la corte celestial hacen algún efecto.
Domingo tres de enero. Amanece. Parece que abre un poco el cielo, hay trocitos azules, y nos las prometemos tan felices.
Comienza el día con la búsqueda de unos esquises para que servidor se estrene esta temporada. Pasa lo que tenía que pasar, que son demasio pa mi, en este momento de nula forma física, uno es así, y me paso el día peleándome con ellos, las botas también nuevas, en fin, que disfruto como un enano pero a ratitos, entre caldito y chocolatito.
Vamos recorriendo y conociendo la zona, llegamos hasta Sankt Christoph, el alto del ArlbergPass. El día se deja, ha parado un poco de nevar y completamos una primera jornada algo corta pero muy satisfactoria.
A la noche cenita y, de nuevo nevando, a intentar reponer fuerzas para mañana
Intentaba enseñaros la cenita, pero no me dio tiempo a sacar la cámara antes de que se acabase.
Y llega el lunes, y sigue nevando.
Día gris, baja visibilidad, el relieve ni está si se le espera. Con unos esquís mas amables con el sufrido usuario, vuelvo con mas moral que fuerzas a intentar disfrutar de esta magnífica estación.
No es fácil, así que recorremos las zonas mas próximas, nos metemos en la 25, bastante negra, y la bajo huyendo de los gritos de mi mujer, que me maldice en varias lenguas durante todo el descenso.
Cambio de área, pistas mas cómodas, tiempo mas incómodo, y al fin la bajada de la 4 y la 1 para poder llegar al Mooserwirt en busca de esa cerveza que me he ganado a pulso. Y no puedo mas.
Paseito por el pueblo, búsqueda de imprescindibles recuerdos y regalitos, recuperar fuerzas y a dormir. Y sigue nevando.
Y un día mas. Amanecer plomizo, de nuevo las nubes bajas y la niebla auguran otro montón de peleas contra el entorno.
Pero no se cumplen estos augurios, va abriendo y al fin tenemos sol y buen tiempo en las horas centrales del día.
Dedicamos el tiempo a las zonas de Nasserein y Kapall, hasta que se vuelve a estropear la cosa entrando la tarde, y dado que yo ya llevo estropeado algunas horas, me concedo un merecido descanso, entusiastamente seguido por la parte contratante de la primera parte.
Algunos ratos mas del día.
A la noche, y mientras vuelve a nevar, llegan los Reyes Magos en forma de mensajero que me traen unos esquises nuevecitos. Eso si, podrían haberlos acompañado de unas piernas igualmente nuevas, y no esto que tengo por debajo de la cadera.
Miércoles seis de enero. Mas de lo mismo. Oscuro, plano, una sopa gris en la que no se distingue el cielo del suelo. Intento de estreno, que casi acaba en fracaso. Agotamiento temprano. No me extraña que hayamos visto gran cantidad de rescates de accidentados.
Curiosa la forma en que sacan al personal con el helicóptero, colgando de un cable el afectado acompañado de dos rescatadores, y así hasta que llegan abajo. Vaya trabajito, tienen toda mi admiración y mi expreso deseo de no conocerlos personalmente como no sea lejos, muy lejos, de las pistas.
Se impone parar relativamente pronto, de nuevo, y aprovechamos para reponer fuerzas en el Mooser, de nuevo.
Enlazamos con el momento apreski y la bajada esquiando en la oscuridad hasta el pueblo, tras varias cervecitas se convierte en una risa que no veas.
Al llegar abajo, por supuesto, nos ganamos otra “cañita” de premio.
El jueves es el cumpleaños de mi santa esposa. El día comienza como ella se merece, esplendido y soleado.
Por fin podemos empezar un recorrido algo mas amplio de la estación con buen tiempo y el cuerpo algo mas entonado que los días anteriores. Nos dirigimos hacia el extremo oeste, y de nuevo escucho todas la maldiciones arameas conocidas y desconocidas cuando bajamos por la 10, negra que ahorra unas remadas pero proporciona unos gritos memorables por parte de la homenajeada.
Llegamos hasta Stuben, con alguna parada de repostaje adecuado a la ocasión, y disfrutando de las vistas, que no las bajadas de la zona de Valluga. Impresionante y con unas laderas para los frikirraider espectaculares.
Luego se va cerrando de nuevo, intentamos la ladera opuesta, la zona de Rendl, que parece algo mas despejada, pero va a ser que no, se queda en el intento y volvemos en cabina.
Momentos de recuperación y cenita de lujo en el Hotel Post , celebración con la princesa y descanso en espera de que los pronósticos de buen tiempo se cumplan, tenemos previsto Lech para el colofón de la semana.
Y no se cumplen del todo, no está mal cuando cogemos el bus (este de pago) hasta Lech, pero vuelve a ir cerrando, de nuevo esas condiciones repetidamente mencionadas
Disfrutamos de las zonas mas cómodas y mi Kuska encuentra su pista ideal, la 34 de Lech, que repetimos un par de veces
Servidora de ustedes se calza repetidos leñazos, sin consecuencias mas que en el orgullo propio, pero que me impelen a dejar la cosa hacia las tres, mientras ella se da algún garbeo mas.
Obligadas weissbier y vuelta a casita, a empacar y preparar la vuelta.
El sábado nieva, no se ve, apenas se ven las pistas a la hora de salir, lo que nos hace dejar el lugar algo menos tristes, y con los bultos al hombro, de nuevo la pelea por los asientos del tren hasta Munich
Momentos de pánico en el aeropuerto cuando sucede algo que nunca había visto. En el momento de recibir las tarjetas de embarque se le escapa el DNI a mi costilla y se desliza hasta quedar bajo los mostradores de facturación. Removemos cielo y tierra y conseguimos encontrar un operario que desmonta media facturación hasta lograr recuperar el esquivo documento. Ya nos veíamos viajando en tren hasta Asturias.
El vuelo bien, un día en Madrid para que la familia no se olvide de nuestras caras, y a casita, una al curro, otro al “dolce far niente” y la preparación del próximo.
En resumen, un viaje que solo podía ser bueno, una estación magnífica que las circunstancias nos impidieron aprovechar en toda su magnitud y un pueblo, Sankt Anton, encantador, bien organizado, no tan caro como a priori se piensa, aunque, evidentemente, barato no es. Impresionante como estaba de nieve, a pesar de como iba la temporada, la mayoría abierto, se completó casi al 100% con nieve fresca durante la estancia y cuidada para que no se echase de menos nada. Queda patente que trabajan mucho para el visitante. Nos han faltado varias zonas por conocer, Warth, Zurs, pero así tenemos potencial para repetir. Y lo haremos.
Gracias a Alpeski que ha organizado todo, y a la Oficina de Turismo de Sankt Anton por sus atenciones, gestionadas también a través del tandem Vivi-Nacho.
Seguiremos informando.
SL2, ratón.