Como les anticipaba, aquí está la portada del monográfico mencionado, así como las fotos que se incluyen en la revista y los comentarios al hilo impresos:
Los terribles peligros vividos por este intrépido grupo comenzaron desde el mismo momento del despegue. El gaditano Porty resultó severamente herido por las uñas de su contraria que se aferró a sus carnes aterrada por la tormentosa maniobra. Después llegó la calma.
Una vez en la gélida Alemania, cohesionado ya el grueso del grupo (y no nos referimos ni a Irgo ni a Caballero), se procedió a recoger los tres vehículos que llevarían a los integrantes hasta los Alpes, asegurándose de contratar el más completo y caro seguro de accidentes. Aunque eso no lo supieron hasta siete días después, el primer desperfecto en las furgonetas se produjo en los 15 primeros metros de recorrido.
Transcurrido el trayecto hasta Austria sin incidencias de gravedad, uno de los momentos más angustiosos vividos por el equipo fue el ocurrido en el establecimiento de alquiler de esquíes. Allí, un brillante Marcelo, justo en el momento del brindis inmortalizado en la instantánea que sigue, lanzó un enardecido ¡Viva Alemania! que sonó peor que un ¡Viva Honduras! en El Salvador. Las miradas de odio de los tiroleses les hicieron comprender ipso facto que espetar aquello en el corazón de Austria era como gritar ¡viva er Betis! en un local del Sevilla.
Pasada la primera noche navegando en camas de agua, el grupo de gansos se dispuso a hacer aquello para lo que habían emigrado tantos kilómetros: comer salchichas. Bueno, comer salchichas y esquiar. Ojipláticos quedaron ante en magnífico funicular que elevándose en la oscuridad horadaba la montaña para devolverlos a la luz en las cumbres del glaciar de Pitzal.
¡Magnífica visión de párvulas fragancias! Allí habitaba ella, la que nos hizo llorar y reír retozando en las yerbas de los Alpes Suizos … ¿Alpes Suizos? … Bueno, que allí había un dibujo de Heidi. Vayan a saber por qué.
El heterogéneo grupo unido por vez primera en franca y pura comunión nívea. Marcelo comenzaba a entonar sus melodiosos cantos.
La postura representativa de los Gansos sobre la nieve se vio una y otra vez en aquellas cumbres. Los tiroleses la imitan ahora a cada momento.
La huella del grupo impregnada ad eternum en las cumbres alpinas.
Una Canaria y un Astuariano: España de Sur a Norte hermanada por la cerveza … digo la nieve.
Tres gansos descansando tras la dura jornada. En aquellas tierras es habitual que determinados lugares se destinen al descanso de los hispanos, que según los aborígenes son unos “vaguetes”.
Otra de las estaciones expedicionadas por el aventurero equipo fue Serfaus. Allí pudieron utilizar el metro más pequeño del mundo: más que un metro era un centímetro.
La gansa Aída solía descansar en la nieve tras descender por las más duras, inaccesibles y arriesgadas pistas de debutantes.
José Miguel, Juan y Marcelo reponen fuerzas. Mientras, éste último no dejaba de entonar sus melódicos cantares tiroleses.
Una extraña formación nubosa hizo experimentar a muchos la sensación de estar viviendo un fenómeno digno del famoso comunicador Iker Jiménez. Las sorpresas no paraban de sucederse, amigos de la nave del misterio.
Nuevamente el grupo unido. ¡Un equipo cohesionado bajo una misma pañoleta!
Jesús intenta hacer migas con las aborígenes del lugar. La nativa huyó despavorida tras la foto, se sospecha que atemorizada por el flash de la cámara.
Una vez más, uno de los gansos pone a prueba la serenidad de los aborígenes austrohúngaros. Raúl, tras intentar mecer entre sus brazos al doble de su extinta hucha, obvia que la misma se encuentra atada, dejándola caer al suelo y desparramando sus sonantes tripas. ¡Padre nuestro …! se le escucha clamar mientras el Austriaco se plantea desparramar las sonoras tripas del ganso.
Los gansos canarios no pueden resistirse a darse un buen festín del sabroso alpiste alpino.
Entre peligro y peligro, entre aventura y aventura, siempre hay momentos para el amor, para dar rienda suelta a las más tiernas pasiones naturales.
Se aproxima un día lleno de infortunios pero adornado mágicamente por el espectáculo insondable de los paisajes atesorados por una verdadera "estación museo", un lugar de sensaciones indescriptible. ¡Venet, oh Venet!
Su arcaico y vetusto telecabina, propio de un museo, hacía presagiar momentos de gran emoción al grupo de intrépidos gansos.
Unas duras condiciones climatológicas al comienzo del día se tornaron en los más bellos momentos de esquí vividos por gran parte del equipo: en una pista de ensueño entre vegetación y cabañas de madera, los más atrevidos desterraron de sus mentes la dura rutina abandonada al barbecho allá en la Patria.
La pobre Chin no podía imaginar que en breve sufriría su dolorosa e infortunada caída que le haría perderse los siguientes días de esquí. Lo que nunca perdió fue su bonita y sincera sonrisa.
La valentía de Chin es más que notable, pues tras sufrir la dolorosa “triada”, mantiene su buen humor y se despide brazo en alto del respetable, como un piloto de Fórmula 1 que escapa a un aparatoso accidente.
Nada hubiera sido de esta expedición sin sus dos grandes chóferes. Irgo y Montesinos condujeron sanos y salvos a los Gansos allá donde quisieron ir, salvando todo obstáculo y condición climatológica. Unos ases del volante que transportaron gansos abordo por las sendas del Tirol.
También Jesús es un as del volante, pero no un as de la cerrajería. Así que tras dejarse las llaves de su vehículo en el maletero, consiguió contratar al McGiver austriaco que utilizando mañas inverosímiles logró solucionar el entuerto a cambio de tan sólo 25 Euros y el título de ganso honorífico.
Pero no todo podía ser esquiar. Al siguiente día en grupo decide hacer una incursión en la civilización y se dirige hacia Innsbruck. Un lugar hermoso pero que nada más llegar incita a los visitantes a la corrupción ludópata. Carballo hubo de ser reducido a la fuerza ante sus incontrolables impulsos de caer en la tentación.
Las peores predicciones de Ludus Magnum se hicieron realidad en la ciudad. El viento sopló con una virulencia atroz. Véase al pobre Montesinos a punto de ser devorado por las fauces de Eolo (La señora que camina detrás sin duda llevaba un lastre en el bolso para no salir volando)
Los cerrajeros en Austria son baratos, pero se comenta que lo que ahorran los ciudadanos en cambiar cerraduras lo despilfarran luego en cambiarle el agua al canario. ¡Qué país!
Una vez más, como antaño, la que fuera proclamada princesita guarra del CBEG decide probarse un modelito en uno de esos coquetos alardes de conspicua realeza. En tierras de Sisi, la princesita se consagró como emperatriz guarra.
Marcelo (el del centro) se divierte haciendo payasadas varias para divertimento de los viandantes que incluso le llegan proferir aplausos. Y eso que no llegaron a escuchar sus melodiosos cantos.
Homenaje hemos de hacer también desde esta redacción a las chicas del grupo, sin cuya alegría y estímulo las aventuras del viaje hubiesen sido menos y las desventuras más.
Las poses recias y marciales de los varones dan buena cuenta de su dominio sobre el blanco elemento. Jesús y Carballo se vanaglorian sobre la nieve virgen de su pasmoso dominio del fuerapista.
Obsérvese como el temerario Jesús apura el agacharse hasta el último segundo. Puso en riesgo sus dientes y el corazón de los que presenciábamos el cuasi-desastre. Gracias a su maestría sobre los esquís salió indemne de aquel trance.
Los avezados gansos realizaban acrobacias en las peligrosas perchas ante el pasmo de los incrédulos tiroleses que no se atrevían a emular tan asombrosas hazañas.
El grave percance sufrido por Jrr y Carballo no fue más que una muestra de las temerarias maniobras que realizaron en la percha. Ejercicios de auténtico funambulismo les hicieron caer y verse atrapados en nieves movedizas. Con la ayuda de Juan y Victor (y del dominio del fuerapista de Jesús) consiguieron escapar indemnes, una vez más, de aquella situación al filo de lo imposible.
Todo valió la pena por disfrutar de aquellas estampas idílicas propias del álbum fotográfico de Kris Kringle.
En Hochzeiger continuó aquella orgía de nieve, aquella bacanal de esquí, aquel aquelarre de gansos ávidos de emociones fuertes.
Aunque había sido nuestra única baja, Chin siempre estaba presente en el corazón de los gansos, al igual que Torpe y su contrario al que se les echó continuamente de menos por aquellos lares y por cuya suerte se brindaron copas y bajadas.
Momentos de preciosas y suaves nevadas ayudaron al equipo a descansar de los empachos continuos de pistas relucientes por los rayos incandescentes del astro rey. Ludus también estuvo presente en todo momento en nuestros corazones.
