Nivel: Medio
Veo a menudo que muchos esquiadores se quejan de que tal o cual esquí “tiembla”. Que nadie se ofenda, pero lo que acostumbra a temblar, en realidad, no suele ser el esquí, sino que son nuestras piernas.
Es verdad que hay esquís más rígidos o con mejores propiedades flexibles que otros, pero cuando un esquí vibra, de lo primero que nos tenemos que preocupar es de si está bien conducido. La vibración que detectamos suele estar en la espátula, y eso ocurre porque nuestro apoyo es algo retrasado, la parte delantera de la tabla no tiene suficiente presión y, en consecuencia, por su tendencia a recuperar su forma, “traquetea” contra la nieve. Si a esto le añadimos un leve deslizamiento lateral, tendremos esa típica sensación de temblor y de imprecisión.
Afinando más, una posición retrasada puede llevarnos a una rotación excesiva de la cadera, y la consecuencia de la rotación viene a ser, casi siempre, que la pierna del valle se estire y se quede rígida. Algo parecido suele ocurrir cuando me inclino más de la cuenta en lugar de angular: una pierna está tiesa y no puedo ni adaptarme al terreno ni apoyarme bien en ése canto. En este cuadro que describo - en la rigidez articular - tenemos la explicación a las vibraciones.
Cuando detecto una vibración lo que tengo que hacer es, lo primero, buscar una mejor posición encima de mis pies, e ir al encuentro esa sensación en la que el canto es una prolongación de los mismos. Una prolongación de los mismos, je ¡casi nada!, dirán algunos. Para ensayar esto, por ejemplo, cada vez que cortemos algo con un cuchillo, cerremos los ojos y visualicemos en nuestra imaginación el filo penetrando y escindiendo. No hay dificultad en ello, no hay que pensar en la técnica ni en el gesto, sólo hay que llevar a cabo nuestro propósito porque nuestro cuerpo sabe hacer algo tan sencillo. En un par de intentos (gastando cuidado, no nos vayamos a llevar un dedo) ya estaremos listos para experimentar esta misma sensación en la pista.
Notando el peso de mi cuerpo en las plantas de los pies, sintiendo cómo el canto corta allá abajo, comprobaré mi respiración para ver si la estoy conteniendo, espiraré el aire y trataré de notar mis rodillas flexionando suavemente a la par que se adaptan al terreno. Y bueno, si el retemblor no cesa en unos cuantos intentos, entonces puedo ir pensando en echarle la culpa a los esquís, je, je.
Tengan ustedes buenas huellas
Carolo © Diciembre de 2003