Por aquel entonces el esquí tomó mucha popularidad en el país. Al acabar la jornada, chicos y chicas se iban juntos a tomar algo junto al estadio de la capital, la zona de moda por aquel entonces. La Universidad de Kabul creó un Club, algo que también hicieron los extranjeros y algún que otro grupo. Arghandi se llenaba los fines de semana, y Mohammed Yusuf Kargar se convirtió en campeón nacional en 1978, a la edad de 16 años. Cuando parecía que Afghanistán iba a desarrollar una incipiente industria del esquí como la que había en Irán, llegaron los soviéticos y se acabó todo. De aquel telesilla y las pistas no queda ni rastro, y Mohammed Yusuf Kargar tuvo que guardar sus botas y sus esquís durante más de 25 años.
Es ahora, tras la entrada de la coalición de tropas en el país, que nuevamente algunas personas se han atrevido a merodear por las laderas que rodean Kabul y a lanzarse valle abajo tras un ascenso de varias horas. Mohammed Yusuf Kargar también ha podido hacerlo, y demostrar a su mujer y sus hijos porqué le gusta tanto esquiar. Conoció a su mujer cuando los soviéticos dominaban Afghanistán, así que ella nunca le vio descender por la nieve. En sus largas peregrinaciones, nunca comprendía porque arrastraba aquellos viejos esquís y pesadas botas en lugar de cacerolas y sartenes, pero él siempre le respondía que aquello era su vida. Aquel material era todo lo que le quedaba de la ambición de su adolescencia.
Mohamed había llegado a participar en campeonatos en Francia y Suiza, y tenía la intención de competir en los siguientes Juegos Olímpicos, pero con la llegada de los soviéticos temió salir con su bolsa de esquís y botas, no fuera que pensaran que era un miliciano con un fusil y le dispararan. Luego llegaron los talibanes, y en aquel estadio donde se reunían chicos y chicas después de esquiar comenzaron a cortar manos y piernas a aquellos que osaban pasear junto a una mujer que no fuera de su familia, que no llevara barba, que escuchara música y todo lo que se les ocurriera.
Hoy vuelve a esquiar, pero apenas se puede tirar por una ladera en Maranjan, una colina situada en pleno Kabul.
Tras muchas promesas cargadas de estupendos sacos de dinero para montar una estación de esquí, dos norteamericanos han comenzado por lo básico. Así que esta primavera, en la ciudad de Bamiyan, han organizado el primer curso de guías de montaña. Según ellos, Afghanistán tiene una de las mejores nieves del planeta. A este primer cursillo se apuntaron 10 aventureros locales, que lejos de hacerles caso a la pareja norteamericana, se presentaron en tejanos y sus camisetas de marcas falsificadas, por lo que a la media hora estaban tiritando de frío.
Los esquís se han conseguido recopilando material de segunda mano que han llevado hasta Afghanistán, además de material de las tropas de Nueva Zelanda (las destinadas en la zona) en desuso y hasta tablas de madera fabricadas por carpinteros de la ciudad. Esquís y botas los subieron en burros, y se fueron montaña arriba, en la sierra de Koh-e-Baba. Ninguno sabía esquiar.
Bien, es la manera más pobre de comenzar, pero en el proyecto se ha metido, además del Gobernador de la Región, la fundación Aga Khan Development Network, y el Gobierno de Nueva Zelanda. Según los emprendedores, en unos cinco años se podría montar un pequeño centro de montaña con un telesquí para debutantes, y una base para helicópteros que puedan transportas esquiadores que quieran hacer fuera pistas. Entres sus clientes, una mezcla de algunos afganos, y sobretodo aficionados extranjeros en la zona, tanto de tropas como de las empresas de reconstrucción del país.
Lo que se tiene claro es que ni en un corto ni en un mediano plazo de tiempo, allí se va a construir una mega-estación al uso, como las que hay en los Alpes o las Rocosas. Más bien, esta pareja de estadounidenses, prefiere comparar al esquí que cualquier europeo hubiera encontrado en los años '50-'60, con remontes simples, y pistas arregladas 'por encima'. De lo que sí están seguros, es que no encontrarán esos británicos cargados de cerveza que tanto les gusta bajar a media tarde por las pistas de Austria.
En su lugar encontrarán cordero, un poco de arroz, carne con mucha grasa, y sobretodo lo que ellos han bautizado como 'apres-tea', una experiencia que permite recordar al Kandahar hippie de los años '60, cuando los americanos iban hasta esa ciudad afgana a ponerse morados de opio.
Bamiyán, una isla de seguridad
En un momento en que la insurgencia vuelve a extenderse por el país, aunque sin tanta violencia como hace unos años, Bamiyán, famosa por que allí estaban los Budas que volaron los talibanes, se ha convertido en una isla de seguridad, y en el único destino turístico del país. Se calcula que la ciudad y sus valles, fueron visitados el año pasado por 1.500 afganos, y 756 extranjeros, y se calcula que los tres hoteles de la zona tuvieron unos ingresos de 250.000 dólares.
Hay un programa para incrementar el turismo, de momento solo enfocado al de verano, pero que podría ayudar al esquí, desestacionalizando el mercado. Para 2015 se espera que de las 116 camas de hotel actuales, se pase a mas de 1000, creando al menos 1.000 puestos de trabajo, y la visita de 10.000 turistas extranjeros y 100.000 afganos, lo que generaría unos 6 millones de euros en el valle, sin contar los ingresos de conductores, tiendas de artesanía, restaurantes, etc...
Eso sería mucho dinero para Bamiyán, que convertiría el turismo en su tercera fuente de ingresos tras la minería y la agricultura.
Pero para eso también se han de mejorar las comunicaciones. Para ir de Kabul a Bamiyán, apenas 200 kilómetros, se emplean más de 8 horas. Se puede ir más rápido y hacerlo en cuatro horas, pero hay que pasar por territorio talibán...
Actualmente se está arreeglando la carretera del Sibher Pass, donde cientos de trabajadores trabajan con unos chalecos fluorescentes (donados por el Servicios de Correos del Reino Unido), y que se espera que esté acaba en gran parte, para el año que viene. Sin duda, esto ayudará a atraer esquiadores desde Kabul. Otra de las posibilidades es crear una ruta aérea comercial, pero el aeropuerto de Bamiyán es de tierra, y además el ganado corre por la pista alegremente.
En cualquier caso, aunque se pueda mantener a Bamiyan como una burbuja dentro de un territorio hostil, las mayores esperanzas están por la pacificación del país entero, ya que por más que se quiera preservar la seguridad en Bamiyán en una burbuja, si Afganistán cae, esta región también lo hará.