Ante este panorama cuando hace un par de años llegó un suizo con la intención de montar una carrera de esquí en Afganistán la gente no podía mas que tildarlo de iluso. Lo cierto es que el país tiene altas montañas nevadas, donde la nieve incluso aguanta hasta bien entrado el verano (allí los helados se siguen haciendo con nieve de verdad), pero los afganos tienen una nula cultura del esquí. En los '60 alguien montó un par de telecuerdas en una ladera de Kabul, pero los únicos que la hacían servir era el personal diplomático. Pocos años mas tarde desde aquella vieja 'estación' se asedió a la capital durante meses. Evidentemente de sus pistas y viejos remontes nunca mas se supo.
Pero a varias horas de la capital, ya en Bamiyán, existe una especie de oasis 'forzado' de seguridad. La zona la conocemos mas por las famosas estatuas de Buda que los talibanes se cargaron a base de bombazos, pero lo cierto es que allí las laderas forman pendientes naturales que invitan al esquí. No son pocos los que se han aventurado a tirarse por allí, sobretodo militares aficionados al esquí, además de algún que otro turista ocasional. Hay proyectos para hacer algo mas serio, pero de momento la cosa va para largo, y puede que para nunca.
Mientras esto ocurre nuestro amigo el suizo Christoph Zurcher decidió organizar una prueba de esquí. Casi al mismo tiempo la Fundación Aga-Khan, una organización privada de carácter espiritual shiita (vamos, lo que viene a ser una secta) decide que el desarrollo de la industria del esquí en aquellas montañas podría ser una buena salida económica para la gente de la zona, sobre todo en invierno, mientras en verano se ocuparían de sus campos de cultivo.
Así que con el dinero de Aga-Khan y las ganas de Zurcher, nació el año pasado la Afghan Ski Challenge. Pero claro, faltaban los corredores. La realidad es que en cuanto se hizo pública la carrera, aficionados de todas partes del mundo se inscribieron, y eso que para llegar allí hay que aterrizar en Kabul y adentrarse por peligrosas carreteras durante cuatro horas. Pero el objetivo era motivar a los propios afganos a que corrieran. Así que Zurcher se recorrió los bazares en busca de clientes que quisieran aprender a esquiar. Pero había una diferencia: Pagaba él!. Mas de 5.000 dólares de su propio bolsillo se dejó este hombre en encontrar alguna alma caritativa que quisiera aprender los conocimientos mínimos para lanzarse ladera abajo en una carrera.
Durante un mes los alumnos comieron y bebieron a placer, e incluso fumaban con ganas. A medida que pasaban los días incluso hacían mas exigencias por aprender a lo que el suizo iba cediendo como podía. Llegó el día de la carrera y para los afganos no fue mas que prácticamente una sesión de fotos en la que posaron con viejos esquís, y nadie los vio bajar un metro. Zurcher se dio por vencido y se fue a su país de nuevo.
Pero sorpresa. A finales de Diciembre le empezaron a llegar mails de gente que preguntaban acerca de la carrera, si se iba a organizar el II Afghan Ski Challenge. Y al mismo tiempo, uno de los organizadores, la marca de relojes Tissot contactó con él para decirle que estaba interesado en repetir. Así que ya tenemos a Zurcher enrolado de nuevo en esta aventura.
Pero de todo se aprende, y si la primera vez fue a buscar lo que mas a mano tenía, que era el bazar de Bamiyán, esta vez se movió mas y se fue a buscar esquiadores a los pequeños pueblos de montaña. Aquella gente tenía que estar mas acostumbrada a moverse por la nieve de alguna manera. Los primeros contactos no fueron muy optimistas. Allí ni sabían leer y escribir, ni llegaba la electricidad y la gente en invierno se calentaba calentando estiercol. Pero ante tanta decepción se encontró gente que se movía con primitivas aunque algo desarrolladas tablas para esquiar.
Aquella gente sin haber visto un esquí en su vida, se movían y deslizaban por la nieve con unos tablones de fabricación casera hechos con latas de aluminio aplastadas clavadas en las suelas y atando sus pies con cuerdas. Zurcher ya pudo seleccionar en lugar de 'comprar' corredores y durante dos meses les estuvieron enseñando con esquiadores profesionales y guías de alta montaña a moverse y tirarse por pendientes preparadas con esquís modernos.
La carrera finalmente se organizó hace unos días. Los corredores occidentales comenzaron bastante mas atrás que los afganos y sin los esquís puestos. En cuanto comenzó la carrera los locales se tiraron ladera abajo mientras los occidentales, entre ellos muchos ingenieros y militares en Afganistán, corrieron bastantes metros a la busca de sus esquís.
Ganó un chico de 19 años llamado Khalil Reza que vive con sus padres y siete hermanos en una choza de una sola habitación, a quien evidentemente le hizo mucha ilusión. A él y a su familia que lo tienen ya como un héroe.
El premio fue un reloj Tissot valorado en 745 dólares y una chaqueta de 645 dólares que seguramente ya deben estar en manos de un avispado comerciante que por una cuarta parte de su valor ha logrado hacérselos suyos para exponerlos en el bazar como mercancía destacada.
Pero lo que el joven Reza valora mas, es que ese triunfo aumenta sus posibilidades para conseguir una mujer con quien casarse.
Así que de esta manera están las cosas por Afganistán, un lugar con unas montañas majestuosas, una nieve que debe ser una maravilla, y unas escasas posibilidades para explotarla en beneficios de los lugareños. El año que viene, el III Afghan Ski Challenge ¿alguien se apunta?