A los 79 años de edad, Emiliano Galindo ha colgado los esquís y botas definitivamente. Se pierde de esta manera un trozo de la historia de Candanchú, estación a la que siempre estuvo ligado, mucho antes de que se convirtiera en un complejo invernal.
La familia de Emiliano Galindo, nacido en Aisa (Huesca), se dedicaba a la ganadería, pero también estuvieron vinculados al deporte del esquí. A los cuatro años ya se deslizaban por la nieve con las tablas que le fabricaba su padre, alcalde del pueblo durante 23 años.
A los 14 años, Emiliano, el pequeño de los hermanos, se fue a Candanchú, igual que lo hiciera su tío unos años antes para alquilar el mítico Hotel Candanchú, que cuando abrió en 1934 se convirtió en el primer hotel de nieve en España. Emiliano se fue con él hasta que la mili, y ya con el título de profesor de esquí en la mano, decidió hacer un paréntesis en su trayectoria profesional.
A finales de los '60 se hace cargo del refugio de Santa Cristina. Pertenecía a Montañeros de Aragón, pero se encontraba totalmente abandonado en ese momento. Junto a su mujer emprenden unas duras reformas a las que se suman sus tíos Miguel y Matías, además de su cuñada. Allí mismo montan una rudimentaria tienda de esquís. Sin calefacción, y sin llegada decente a la propia estación de esquí. En los '60 los accesos hasta Candanchú eran poco más que imaginables, tal como recordaba hace unos años en una entrevista,
"Pocos tenían coche. La gente tenía que venir en el canfranero y después se ponían a andar hasta Candanchú. Les costaba cinco o seis horas llegar. Se subían las maletas al Hotel Candanchú con unos mulos. ¡Eso sí que era amor al deporte!"
Como profesor de esquí pudo viajar frecuentemente a Austria, donde vio claro el negocio que quería montar en Candanchú. Es así como acaban construyendo un edificio de ocho apartamentos y al lado abrieron el Cristianía, otra de los bares míticos de la estación de esquí.
Después de catorce años trabajando en el refugio, los militares embargaron la parcela, y es entonces cuando decide comprar los terrenos donde estaba la también mítica discoteca La Cabaña, que en los '70 se incendió. Allí mismo montó la conocida tienda "Deportes Galindo".
A los 19 años entró en la Escuela Española de Esquí, y durante muchos años estuvo combinando el mostrador de la tienda con las clases en la nieve, lo que le llevó a impulsar el Ski Club Candanchú del que llegó a ser subdirector. Un cargo que le permitió viajar por Europa conociendo las estaciones, especialmente las de Austria, siendo St. Anton una de sus preferidas. La profesión no la dejó hasta prácticamente los 70 años y entre sus ilustres alumnos se contaba el Príncipe y las Infantas.
Esa pasión, conocimiento y experiencia fue traspasada a sus dos hijas, Paloma y Ana. Ambas corredoras de esquí, aunque la vida llevó a la segunda de ellas al éxito, disputando pruebas de la Copa del Mundo, e incluso llegando a ser olímpica (Nagano 98 y Salt Lake City 2002).
Una saga que siguió con su sobrino Miguel Galindo, guía del esquiador paralímpico Jon Santacana, con quien logró nada menos que nueve medallas olímpicas y otras 17 en los Mundiales.
La capilla ardiente de Emiliano Galindo se ha instalado en el Tanatorio de la Jacetania, en Jaca.
Emiliano Galindo con la primera tienda de deportes en los '60, y ya con Deportes Galindo en los '70