Hasta los años '50 en Canadá cuando empezaba a nevar, tocaba rezar para que no tuvieses ninguna urgencia, porque salir pitando al médico era tarea complicada. También se las veían canutas otros profesionales como los carteros o las fuerzas del orden. Patrullar la ciudad se dejaba para el verano, aunque es probable que los cacos también hiciesen un receso durante el invierno. Esta situación se daba en casi todo el territorio del país, hasta que su Gobierno acabada la Segunda Guerra Mundial, decidió poner los medios necesarios para mantener las calles limpias de nieve todos los días.
Pero hasta que esa orden llegó, los ciudadanos, los carteros, los médicos, los policías y todo aquel que se quería mover en invierno con la nieve por las calles, lo pudieron hacer gracias al invento de Joseph-Armand Bombardier. Y todo por una triste historia detrás de este hombre, al que se le murió el hijo en 1934 al no poder llevarlo al médico por culpa de una nevada que dejó las calles intransitables y no pudo llevarlo al hospital para tratarle de una apendicitis aguda.
Fue entonces cuando decidió tirar adelante, ahora si, un viejo sueño en el que llevaba trabajando desde hace años: un vehículo capaz de moverse por la nieve. Ya de adolescente preparó algún prototipo, básicamente un trineo movido con el motor de un Ford, pero no fue hasta 30 años después, con la tragedia de su hijo, y con la tecnología ya más avanzada, que decidió lanzar un modelo comercial al mercado.
Exterior del Bombardier B-7
Es así como nace el B-7, un vehículo que nos recuerda a aquel Citroën 2 CV. El objetivo es poder llevar a 7 personas sentadas dentro y poder moverse aunque estén las calles nevadas. Fue un éxito inmediato y se hizo popular entre los médicos, carteros y empresas forestales, además de satisfaciendo una necesidad primordial en Canadá.
Alguno de aquellos modelos han llegado a hoy y dentro de unos días se subastará uno de ellos, el de la foto. Esta unidad fue utilizada en una estación de esquí y después la compró un coleccionista estadounidense para ser exhibida en un museo. El vehículo completamente restaurado y cuenta con un motor Ford Flathead V8 de 3.6 litros original, que desarrolla unos 90 caballos de fuerza y está acoplado a una transmisión manual de tres velocidades. El interior tiene capacidad para siete personas y tiene un revestimiento de madera y un sistema de calefacción. Esperan poder venderlo por unos 25.000 a 30.000 euros.
Con el éxito del B-7, Bombardier lanzó el B-12 y poco después el B-18, que tal como dice el nombre, es para 12 y 18 plazas respectivamente. Se empezaron a usar para transporte colectivo de personas, escolar, de material e incluso alguno hizo la función de ambulancia. De nuevo fue todo un éxito, hasta el punto de que el Gobierno de Canadá le encargó un modelo más grande y potente para el traslado de tropas en la Segunda Guerra Mundial. Entre 1942 y 1945 se fabricaron casi 2.000 unidades de este modelo militar.
Interior del Bombardier B-7
Las ventas iban muy bien y la empresa había crecido enormemente con varias plantas de producción en el país, hasta que el Gobierno de Quebec primero y luego el de Canadá, decidieron que se tenían que mantener las calles limpias ed nieve en invierno. Las ventas bajaron drásticamente, y Bombardier tuvo que replantear su mercado, dirigiéndose entonces a la incipiente industria del turismo de esquí, recreacional o la forestal. Es así como nace el primer Ski-Doo en 1960.
Hoy Bombardier Inc., tras haber entrado también en la industria de las máquinas de nieve que vendió años después a Kassbohrer, se dedica especialmente a la fabricación de trenes de alta velocidad y es el mayor fabricante aeronáutico del mundo, centrado sobre todo en aviones regionales, sin dejar de lado las motos de nieve que tanto caracterizan a la marca hoy en día.