Zermatt es sin lugar a dudas una de las estaciones más conocidas de Suiza. De hecho es la que más días de esquí vende cada año. La configuración de sus calles y la preservación de su arquitectura y diseño de la población, haría que si todos los turistas llegasen con sus coches, esta población sería un caos en invierno.
En 1966 sus habitantes votaron, quizás con una visión temprana, la prohibición de la entrada de ningún tipo de coches en la población. Todos los servicios y transportes internos deberían ser realizados mediante coches de caballos. Tan solo los vehículos de emergencia tienen autorizado el paso. Ni siquiera los de reparto pueden entrar. Y ni tan solo se puede transportar a los turistas hasta sus hoteles en algo que funcione a gasolina. Aquí todo el mundo camina, va en bici, o usa algún tipo de vehículo eléctrico.
Cuando ya bien entrados en el Siglo XXI, estamos siendo testigos de la lenta intriducción del vehículo eléctrico, y cuando las grandes marcas anuncian que todavía no tendrán ningún modelo con la suficiente autonomía como para sustituir al tradicional de gasolina, en Zermatt tuvieron que espabilarse en este aspecto hace casi 40 años.
Al año siguiente otra votacion popular permitió que los taxis y vehículos eléctricos entraran a la ciudad, pero solo aquellos destinados a dar servicios a los comercios y los taxis. Ni un coche particular podría hacerlo. Fue otra magnífica visión premonitoria de aquella gente, que llama Villa a su Zermatt de 5.000 habitantes, pero que en invierno se convierte en una verdadera ciudad capaz de acoger a 35.000 personas diarias. Si todas ellas viniesen, entrasen y circulasen por la población, sus calles serían un caos.
En cambio ahora, todos los visitantes llegan en tren. Los que lo hacen en sus coches deben dejar su vehículo en el aparcamiento de 2.100 plazas de Täsch. Desde allí tomar un tren lanzadera que en 12 minutos te deja en Zermatt. La carretera entre estas dos poblaciones está cerrada al tráfico. Esto ha permitido que cuando uno llega a Zermatt los ruidos se limitan a la vida cotidiana de sus peatones. No hay sonidos de motor, de cláxon o arrancadas en los semáforos. No hay atascos, la gente camina por donde quiere, y eso hace que cada rincón tenga su propia vida, tiendas, comercios, etc...
Como dato curioso, en 1977 no había una industria a gran escala de vehículos eléctricos. Así que tuvieron que espabilarse. En la misma Zermatt aparecieron constructores de coches. Uno de ellos es Bruno Imboden, quien todavía mantiene su pequeña factoría, aunque ahora se dedica mas bien al mantenimiento de vehículos. De su taller han salido gran parte de estos 500 pequeños buses eléctricos o taxis que hay actualmente (el límite máximo permitido por las autoridades locales). Como en aquella época, y hasta relativamente poco tiempo, no habían baterias que aguantasen todo el día, cada 4 o 5 horas los conductores llegaban hasta el taller de Imboden y cambiaban su batería por otra cargada.
Los taxis y buses son de una sola pieza de aluminio, y tienen una fisonomía característica, cuadrados, que se exportaron poco después a otras poblaciones peatonales como Saas-Fee. Antes de eso los transportes de pasajeros a gran escala se hacían en coches de caballos con un par de vagones. Ya mucho antes, en 1910, el hotelero Dr. Alexander Seiler II fue el primero que metió un vehículo de motor de combustión por las calles de Zermatt, hasta que como hemos dicho mas arriba, en 1966 se decidió vetar la entrada de estos vehículos.
Aun hoy quedan vehículos a tracción animal. Según el censo del Ayuntamiento, aún ruedan habitualmente 40 vagones de un caballo, y 4 de dos caballos. Vestigios del pasado que se usan para entretenimiento principalmente de los turistas. Junto a ellos los pequeños taxis cuadrados de 1,40 x 4 metros, según las reglas locales. Además al ser de aluminio ha ayudado a evitar la corrosión. Hoy muchos de aquellos vehículos fabricados en 1977 siguen en activo. De todas maneras se calcula que su vida útil está entorno a los 30-40 años (no está nada mal) , y tienen un coste de entre los 60.000 a 80.000 euros, e incluso algunos dependiendo de extras y comodidades, pueden alcanzar los 115.000 euros. La carga de cada batería, que cuesta unos 6.500 euros, está entorno a los 2-3 euros y tiene una vida últil de 4 a 12 años.
Bien, toda esta explicación es para darse cuenta que en Zermatt el tema de la movilidad ecológica se lo toman muy en serio. No solo están limitados los vehículos que pueden circular, sino que además cada uno vale un dineral. Tampoco se puede circular por las carreteras que van o vienen a Zermatt. Esto permite que no haya que echar sal, y si no hay que echar sal, cuando caen las nevadas la imagen es espectacularmente blanca por todos lados.
Sin duda esto es parte del atractivo de Zermatt, que permite que cuando uno finalice su jornada de esquí pueda caminar por la tarde tranquilamente por la calle sin ningun tipo de preocupación. Será el momento de hacer una visita a su centro histórico, muy bien conservado, o hacer una visita al famoso Museo Alpino de Zermatt. Y por supuesto, buscar la mejor toma para el Matterhorn, dicen que la montaña más fotografiada del mundo. De hecho los inventores del Toblerones se fijaron en ella para diseñar su famosa oblea de cohcolate.
Tampoco hay que olvidar que este verano se conmemoran los 150 años de la conquista del Matterhorn, sino la que más, una de las más complicada de conquistar de Europa. En sus escarpadas laderas han perdido la vida nada menos que 500 personas.