Para una deportista, sin embargo, los Juegos han supuesto el inicio de un calvario de duración aún indefinida, pero previsiblemente larga. La esquiadora rusa Maria Komissarova, que se fracturó la columna vertebral durante un entrenamiento de la prueba de skicross, ha realizado sus primeras manifestaciones tras el accidente. Tratan de transmitir optimismo, pero son dramáticas. "No siento mi cuerpo por debajo del ombligo", declara Maria "Pero soy fuerte y sé que algún día volveré a tenerme en pie».
Este mensaje, publicado en las redes sociales, está acompañado de una foto en la que aparece junto a su prometido, el también esquiador Alexey Chaadayev. "Si él no estuviera aquí, me hubiera vuelto loca", añadía.
Maria, de 23 años, realizó estas declaraciones desde Múnich (Alemania), donde fue trasladada en busca del mejor tratamiento posible, tras recibir asistencia en Sochi después de su lesión. Ha sido sometida a varias intervenciones quirúrgicas y en el transcurso de una de ellas, de seis horas y media de duración, se le insertó un implante metálico.
De hecho, la Federación ha abierto una cuenta bancaria para recaudar fondos para el tratamiento y convalecencia de la esquiadora dado que, según un comunicado «la rehabilitación podría ser un proceso largo y complicado, y puede ser necesario tener apoyo financiero adicional». Hasta el momento, los gastos han corrido por cuenta del gobierno ruso y la propia Federación. Las donaciones para continuar el tratamiento serán recogidas por la red de solidaridad Ostrova, con sede en San Petersburgo.
Se da la circunstancia de que los Juegos de Sochi han sido los más caros de la historia olímpica, con una inversión total de 37.000 millones de euros para su organización, recompensando además el estado ruso con cerca de 90.000 euros cada medalla de oro. Ahora, para completar el tratamiento de Maria, se recurre a la solidaridad pública.