Josep Tomàs, el presidente de la Associació de Meteorología d’Andorra (Amaca) se añade con una opinión parecida: “Aunque la sequía de este invierno pasado no ha sido debida directamente al cambio climático, es significativa, como el verano tan cálido de 2003. Se están repitiendo datos y, aunque debe pasar algún tiempo para poder contrastarlos, hay indicios que se puedan volver a repetir situaciones similares en los próximos años, lo cual demostraría que estamos inmersos en un ciclo de estas características”.
¿Debemos lanzar los anoraks y sustituirlos por camisas hawaianas? Aleix Serra dice que “todavía no”. Se muestra repentino, esto sí, que “muchos continúan, sobre todo en Internet, negando el cambio climático y el calentamiento global, que es una evidencia científica, tanto por la medición de las temperaturas que se hacen por todas partes, como por el aumento en la atmósfera de los gases procedentes de la actividad humana que produce el efecto invernadero, como por la teoría mantenida y aceptada desde el siglo XIX, que relaciona el aumento de las emisiones de estos gases con el de las temperaturas”.
La alarma está cada vez más extendida, y las perspectivas, como para asustar. Además, algunos dicen que si no se corrige la tendencia de las contaminaciones en cinco, o diez años, esto no tendrá remedio. Pero Serra lo relativiza, primero con el argumento de que los conocimientos actuales sobre la materia todavía son limitados, hay muchas cosas que no se saben, como por ejemplo el número de grados que subirá la temperatura en un plazo determinado, ni qué serán las consecuencias reales.
Además, el físico y meteorólogo asegura que “no debemos dejar de confiar en la capacidad del hombre para encontrar soluciones. A lo largo de las sucesivas civilizaciones siempre nos hemos ido saliendo”.
Este pronunciamiento lo acompaña con un dato que puede sorprender: “Los inviernos de los últimos diez años han sido más fríos que los de décadas anteriores, sobre todo la del 70 y la del 90. Especialmente los de 2004, 2005 y 2006. El 2005 fue el tercero más glacial de los conocidos, tras los del 1985 y 1986 se llegó a 23 y 24 grados bajo cero en la estación de Ransol. Los 20 negativos se marcan casi cada invierno, pero que se mantenga este dato una semana entera, como pasó hace dos años, es bastante difícil”.
Y el meteorólogo concluye: “El tiempo es cambio, compensaciones. Y la naturaleza no tiene problemas, los tenemos nosotros, que no nos sabemos adaptar. Que nieve en Andorra para el puente de la Inmaculada/Puríssima no es habitual, las nevadas se producen aquí más en enero y en febrero. Otra cosa son los intereses económicos y sociales”.
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