En el estadio Shirahatayama, que tiene una capacidad de 9.500 espectadores y se ubica en la periferia de Sapporo, donde se celebran las pruebas de esquí de fondo, escasamente 900 personas los 15 kilómetros estilo libre en categoría masculina. En días anteriores, durante las pruebas femeninas, el interés fue incluso menor. Los organizadores se quedan con las entradas sin vender y los comerciantes con los souvenirs y recuerdos en los almacenes.
“Estamos muy descontentos por el hecho de que acudan tan pocos espectadores”, reconoció a dpa la secretaria general de la Federación Internacional de Esquí (FIS), Sarah Lewis, que teme las pérdidas. La FIS había depositado grandes esperanzas en la primera concesión de un gran acontecimiento nórdico a Japón desde los Juegos Olímpicos de invierno de 1972. Pero la ceremonia de inauguración en el SuperDome de Sapporo, con áforo para 30.000 espectadores, resultó ya un fracaso. En lugar del lleno absoluto sólo acudieron 25.000 personas, muchas de las cuales no presenciaron siquiera la final de sprint celebrada a continuación.
Pero todo ello no debería extrañar, pues en la metrópoli de 1,8 millones de habitantes no se percibe el menor ambiente mundialista. No hay anuncios sobre el acontecimiento y en los periódicos aparecen sólo esporádicas noticias. Incluso la sorprendente medalla de bronce del equipo japonés de saltos pasó desapercibida.
Las ceremonias de entrega de medallas en el podio en el parque Fan, cerca de la estación central, se desarrollan apenas sin público. Los pocos aficionados que acuden a los escenarios de competición son extranjeros. Sobre todo los noruegos viajan con un gran contigente de seguidores, que crean ambiente con timbales y trompetas y ataviados con trajes nacionales. También se descubren alemanes, suecos y austriacos entre los pocos espectadores.
“Teniendo en cuenta las dimensiones de las instalaciones eran de esperar llenos completos”, defendió Lewis la decisión de organizar por vez primera un Mundial de esquí nórdico en Asia. Los fondistas y corredores de combinada están acostumbrados al escaso interés de los espectadores en las pruebas de Copa del Mundo, pero en un Mundial esperaban mayor resonancia. “Estoy un poco decepcionado del número de espectadores. En el pasado Mundial en Alemania hace dos años vivimos una gran atmósfera con unos 30.000 aficionados que nos llevaban a gritos hasta la meta”, recuerda el especialista alemán en combinada Björn Kircheisen.
Japón ignora el Mundial de esquí nórdico
Los pocos aficionados que acuden a los escenarios de competición son extranjeros. Tribunas desiertas y arcas vacías: ése es el panorama que se vive en la ciudad japonesa de Sapporo, cuyos ciudadanos están ignorando el Mundial de esquí nórdico.
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