La afluencia de esquiadores y la venta de bonos alcanza su punta entre la Constitución y la Inmaculada, en donde el esquío se juega entre el 15 y el 30% de la facturación de la temporada. Las pistas se abren el próximo 1 de diciembre, pero la falta de nieve puede posponer el inicio.
Las oraciones condicionales se usan mucho estos días en las siete estaciones de esquí aragonesas. "Si nieva a tiempo, el puente de la Constitución será un éxito", piensan los responsables de los centros invernales del Pirineo y del sur de Teruel. En su caso, el éxito se mide sobre todo en la afluencia de esquiadores y en la venta de bonos de temporada. Y está cuantificado con mucha exactitud, pues los cinco días festivos seguidos de principios de diciembre suponen para las instalaciones invernales entre el 15% y el 30% de su volumen de trabajo durante toda la temporada de nieve.Según señala Fernando Marcos, de la estación de Panticosa, los hoteles tienen reservadas ya el total de sus habitaciones y "Ahora todo depende de que nieve". Porque lo cierto es que, a finales de noviembre, las cumbres de las montañas, de la cota 1.800 hacia arriba, están solo ligeramente blanqueadas, pese a que todas las estaciones planean abrir el 1 de diciembre.
El cartel de completo no es exclusivo de Panticosa. Puede colgarse igualmente en el resto de estaciones aragonesas, ya que, si la nieve no falta a la cita, se espera una avalancha de aficionados al deporte blanco superior a la que se registra en Navidad y Semana Santa. "Para nosotros es muy importante que la temporada arranque en el puente de la Constitución", subraya Pascual Pérez desde Formigal, quien no obstante reconoce que, "tradicionalmente", el inicio se situaba en la Navidad.
Auténtico mono
"Ahora los aficionados tienen auténtico mono de nieve y, si pueden esquiar, la venta de abonos empezará con buen pie, lo que es una garantía de que habrá un alto nivel de ocupación durante toda la temporada", explica Pérez.
La nieve puede fallar. Es una opción. Pero las estaciones llevan ya varias semanas trabajando a tope para ultimar los preparativos previos a la apertura de las pistas. Ahora es cuando se hacen los últimos reglajes de los telesillas, telearrastres y cintas transportadoras y también cuando el personal asiste a cursillos de formación y se contrata a los camareros y remonteros. "La normativa que regula la seguridad del transporte es muy exigente, porque de lo que se trata es de evitar que se registren accidentes", comenta Joaquín Fanlo, jefe de mantenimiento de Formigal, que tiene a once profesionales al cuidado de los remontes.
"Si la nieve se adelanta, todo se acelera, pero todavía no ha nevado", señala Mario Gómez, director de las dos estaciones de esquí turolenses, Valdelinares y Javalambre. Ambos centros invernales, muy frecuentados por los valencianos, han aprovechado la temporada baja, desde abril hasta noviembre, para realizar numerosas mejoras en las pistas y en los remontes.
En Astún todo está listo para la apertura, indica el director de la estación, Octavio Casanova. "A estas alturas del año, ya está hecho todo lo que hay que hacer", afirma. Por ello, su mayor preocupación no son los medios de transporte ni la contratación de personal, sino el tiempo.
"Este otoño ha llovido mucho y tarde, con lo que la tierra está muy húmeda, y para que la nieve cuaje es necesario que el suelo se endurezca", apunta Casanova. "Mientras no hiele, la tierra no estará en su punto", explica.
Ir y volver en un día
"Si nevara --dice, recurriendo al condicional--, el puente de la Constitución y la Inmaculada Astún se llenaría al cien por cien, pues los aficionados tienen muchas ganas de esquiar".
Pero los centros de deportes blancos y su entorno no viven exclusivamente del esquí, por más que el año pasado recibieran algo más de 1,5 millones de aficionados aragoneses, vascos, navarros, madrileños y catalanes, principalmente. El esquí mueve muchos negocios a su alrededor: hoteles, restaurantes, gasolineras, tiendas... El problema es que cada año aumenta el número de clientes que, gracias a las buenas comunicaciones por carretera, va a esquiar y vuelve a su casa en el día. Muchos otros poseen apartamentos y chalets en las urbanizaciones que proliferan en los valles pirenaicos. El resultado es que las camas frías (las que no se pagan) superan con creces a las calientes, es decir, las que hay que pagar en hoteles, pensiones, hostales y albergues. Esta situación preocupa a los que viven del turismo invernal, máxime si se tiene en cuenta que, incluso en plena temporada de esquí, un número elevado de segundas residencias permanece vacío.
