La noticia parecía un chiste, una broma de mal gusto, la más inapropiada y la más inoportuna, justo a las puertas de la pasión olímpica: se fue extendiendo con cuentagotas, como una gota malaya sobre la cabeza del torturado, primero ocho nombres, luego cuatro más, éstos ya a media tarde, hasta dejarlo todo en doce, una barbaridad, un porcentaje elevadísimo para una disciplina que se presume amateur.
Muy pocos fondistas salieron indemnes de esta escabechina sin precedentes. Ni siquiera lo hicieron la alemana Evi Sachenbacher, doble medallista olímpica en Salt Lake City 2002, ni Robel Teklemariam (en la imagen), el mediático etíope de las trenzas, la perilla y los auriculares, el africano que ha aparecido en todas las televisiones contando que se había criado en Nueva York desde los catorce años, expresándose en un inglés impecable. Se trataba del primer etíope que registra un positivo en unos Juegos Olímpicos, y resulta que eso ocurre en el esquí de fondo, paradojas de la vida (Ethiopian National Ski Federation).
Doce fondistas quedaron en stand by,suspendidos por cinco días, a ver si les baja la tasa, como en los controles policiales de alcoholemia (si se confirmase su positivo, afrontarían penas de prisión, según la rigurosísima legislación penal italiana).
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