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Última actualización: 06/05/2024 a las 16:39:00 (CET)

Un repaso a la historia de Formigal

Un repaso a la historia de Formigal
José J. Sancho Dronda: "Cuando decidimos fundar Formigal nos llamaron visionarios y temerarios"
A sus 83 años, este hombre que renunció a la carrera política por no dejar la capital aragonesa, se siente orgulloso de ser uno de los fundadores de la estación de Formigal.

Formigal era el sueño de muchos montañeses.
Sin duda. Allí había mucha nieve y la puesta en marcha de la estación se esperaba que dinamizase la economía del valle, como así sucedió años después.

¿Qué tal se llevaba con ellos?.
Muy bien. No podía ser de otra manera, ya que desde muy joven estaba identificado con esos paisajes, con unos pueblos que me han marcado. Mi suegro era de Sallent de Gállego, y allí, en ese entorno, tengo muy buenos amigos.

¿Usted era esquiador?.
Ya lo creo. Sentía y siento una auténtica pasión por los deportes de invierno. Creo que la práctica del esquí no se me daba mal del todo.

Entre los años 50 y los 60 muchas gentes debieron abandonar los pueblos de montaña.
Es que entonces el futuro parecía no existir, y la economía se basaba fundamentalmente en la ganadería y la agricultura. La vida era muy dura y eso hacía que la gente joven tuviese que emigrar, con lo que tan sólo se quedaban los viejos.

Y un grupo de "visionarios" entre los que se encontraba usted actuó a tiempo.
También nos llamaron temerarios, pero seguimos adelante. Tanto es así que en mayo de 1964 se formalizaba ante el notario García Atance la constitución de la sociedad, con un capital inicial de 12 millones de pesetas de las de antes. De la misma participaron muchos sallentinos, ya que se podía ser socio con una acción de 5.000 pesetas.

¿Quienes formaron parte del primer Consejo de Administración?.
Ángel Franca (entonces alcalde de Sallent), Antonio Fanlo, Eduardo Blanchard, Teodoro Ríos, Fernando Ríos, Ramón Sainz de Varanda, Santiago Parra, Ignacio Bosqued, Juan Miguel Bergua, Federico Laguna, Jesús Ortíz, José Parra y yo.

Se pusieron pronto en marcha.
Ya llevábamos tiempos de preparación, de estudios y proyectos para ver dónde colocábamos los primeros remontes. Los componentes del núcleo fundacional, entre los que también se encontraban Juan Antonio Iranzo Torres, por aquel entonces nos reuníamos en la botica de Ignacio Bosqued.

¿Compensaban esos sacrificios iniciales?.
Humanamente, por supuesto. El proyecto había arrancado. Pero lo cierto es que en el aspecto económico, aquello fue hacia abajo y resultó una ruina inicial. La situación se puso en manos de la Caja de Ahorros de Zaragoza, Aragón y Rioja, que decidió ampliar el capital a 75 millones.

¿Ya era usted director general de la entidad de ahorro?.
No. Cuando se fundó la sociedad yo trabajaba en el Banco Aragón y si estaba en el primer Consejo de Administración era porque representaba la inversión de mis nueve hijos, que entonces totalizaban 200.000 pesetas. Al pasar a la CAZAR (ahora Ibercaja) dimití de Formigal.

Pero desde la Caja usted veló por la buena salud del Centro.
Naturalmente. Como esquiadores, también éramos un poco soñadores. Entonces se imponía nombrar un administrador que no tuviera nociones de esquí y sí de empresa. Fue entonces cuando designé a Amado Franco (hoy presidente de Ibercaja). El planteamiento era así más profesional. Otro factor decisivo para el despegue fue el nombramiento como presidente de Formigal de Ramón Torrente.

¿Creyó que se iba a crecer tanto?.
Los inicios fueron una aventura. Pero alguien, con dolor por parte de los montañeses, tuvo que perder al principio para después remontar el vuelo. Y conseguir que en el entorno de Formigal, allá donde sólo vivían viejos, ahora haya población joven, y se hayan abierto negocios, creándose así muchos puestos de trabajo.

El crecimiento económico también resultó gigantesco.
Y tanto. Cuando Formigal entró a formar parte de Aramón el capital propio estaba en torno a los 1.500 millones de las viejas pesetas.

Hoy en día, Formigal es una realidad muy sólida.
Así lo entiendo. Y buena "culpa" de ello la tiene José María Abós, que se conoce perfectamente la zona y que realiza una labor impresionante, sabiendo aconsejar y también ejecutar.

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