Jaca, y más concretamente el cuartel de la Guardia Civil de esa localidad de Huesca, es el centro de operaciones del exiguo equipo nacional de biathlón. Los deportistas son, a la vez, guardias a las órdenes de un capitán, Manuel García Valiñas, que se ha convertido en pionero y valedor de un deporte que de no ser por él y por el apoyo del cuerpo al que pertenece no existiría en España. Él fue uno de los que allá por los años setenta (1977) comenzó a practicar esta modalidad invernal en la que los nórdicos, en especial los noruegos, son los amos, y luego se hizo cargo del equipo en 1986.
Por aquel entonces, la Real Federación de Deportes de Invierno decidió llegar a un acuerdo con esos ‘locos’ del servicio de montaña de la Guardia Civil para que se convirtiesen en la selección nacional, consideración que desde entonces ostentan, con incorporaciones esporádicas de miembros del Ejército, el otro proveedor de biathletas, aunque en menor medida.
Dificultades
No es una casualidad que sea la Guardia Civil la que practique de forma casi exclusiva -en la actualidad hay también una mujer en el equipo, Mariona Aubert, que es soldado profesional del Ejército de Tierra- el biathlón. “El reglamento de armas es muy estricto en España y por eso es normal que seamos nosotros los que lo practiquemos”, cuenta al capitán Valiñas, “tenemos campos de tiro militares, en los que podemos hacer los entrenamientos de tiro, aunque en España no hay ni un sólo estadio de biathlón, lo que nos obliga a entrenarnos corriendo y disparando -para practicar a 160 pulsaciones, como en competición-, porque no tenemos la posibilidad de tirar donde se esquía”.
Pese a estas dificultades, Luis Alberto Hernando, José Ramón Navarro, Modesto Álvarez y Ángel Pastrana, los cuatro guardias del equipo español, se dedican en cuerpo y alma al deporte en el que desembocaron por casualidad. “Lo que hago es darme una vuelta por nuestra academia y buscar gente con buenas condiciones físicas y luego ya aprenderán a tirar. Nosotros somos militares y luego nos hacemos deportistas, mientras que en el resto de países es al revés. Desde niños tiran con carabinas de aire comprimido y luego les hacen funcionarios en cualquier cuerpo”, se lamenta el capitán Valiñas. “Bjoerndalen es militar y Poirée es gendarme, pero ellos se han puesto el uniforme sólo para la foto”, cuenta refiriéndose a los dos grandes monstruos de este deporte a nivel mundial.
Presupuesto
El presupuesto anual del equipo español apenas llega a los 40.000 euros, pero tienen la ventaja de que no tienen problemas para usar los campo de tiro militares y, además, las armas las compra la Guardia Civil. “Hay un chico vasco, que es bombero, que el año pasado empezó a hacer biathlón, pero se tuvo que comprar él mismo el rifle”. El precio de estas armas es de unos 2.800 euros (la del calibre 22 del fabricante alemán Anschutz), lo que también supone una complicación más para que este deporte de militares salga del cuartel.
El año pasado, sólo hubo en toda España 23 licencias, de las que 21 correspondían a Aragón, una al País Vasco y una a Andalucía, aunque en Copa del Mundo sólo compiten los cinco del equipo nacional.
En una furgoneta, se desplazan allá donde toque competir, salvo en los casos en que la distancia lo haga imposible. Con ilusión y considerándose unos privilegiados, porque pueden dedicarse en exclusiva a su deporte, vencen a las dificultades y al desaliento. “Para nosotros, estar entre los 90 primeros ya es un éxito”, cuentan. Empezando de bien adultos y con unas carencias de medios enormes, no se les puede pedir mucho más. El mejor clasificado de todo, Luis Alberto Hernando, entró en el equipo en 2002 y antes nunca se había puesto unos esquíes, como todos los demás. “Soy de Burgos y aunque allí hay nieve no hay muchas pistas para esquiar”, explica. Para él, al contrario que para otros, lo más complicado es el tiro, tal vez porque fue atleta junior.
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