En lo que se refiere a nuestro país, en los 30 últimos años del siglo XX se han registrado 105 víctimas. De los sistemas montañosos españoles, por su altitud, los que registran mayor riesgo de aludes son Sierra Nevada, Pirineos y la cordillera Cantábrica. Otras cadenas montañosas, como la cordillera Ibérica o la Sierra del Guadarrama, son menos propicias al desencadenamiento de avalanchas. Los Pirineos, con 79 muertes en el período 1970-1999, lideran con diferencia a las demás cadenas montañosas en número de víctimas, seguidos de la cordillera Cantábrica.
Los aludes en Asturias. A pesar del viejo refrán de «año de nieve, año de bienes», los aludes de nieve en nuestra región han tenido tintes catastróficos en pérdida de vidas humanas, animales, viviendas, cuadras, hórreos, por no citar los enormes perjuicios en vegas, pomaradas, prados, ríos, etcétera.
Las devastadoras masas de nieves arruinaban por muchos años los bienes de nuestros antepasados, dejando a su paso ruina y desolación en aquellas economías tan precarias y de pura subsistencia. Como quiera que la valoración de los daños causados en construcciones o la pérdida de animales domésticos no disponemos de datos, sí podemos relacionar las víctimas humanas originadas por los aludes en informaciones de prensa recogidas durante los últimos 120 años en nuestra región y testimonios de vecinos que vivieron o escucharon de sus padres la versión de la tragedia. 14/29 de febrero de 1888. Pajares (Lena).
Un alud procedente del monte Monio, coincidiendo con la mayor nevada que se recuerda, origina en el pueblo de Pajares once muertos que pudieron ser muchos más si la avalancha no hubiera cambiado de rumbo al chocar con una casa de construcción muy sólida que cambió el curso del alud y evitó una mayor tragedia. Fue el segundo accidente más grave ocurrido por alud en nuestro país.
El más importante había sido en los Pirineos, en 1855, con 62 muertos. 14/29 de febrero de 1888. San Ignacio (Ponga). Otra avalancha a consecuencia de aquella tremenda nevada ocurrió en el pintoresco y agreste pueblo de San Ignacio, en el municipio de Ponga, al destruir una vivienda en la que sus cinco moradores resultaron muertos. Era el 26 de febrero de 1888 y la tragedia de producía en el caserío de Vallesoto. El vecindario de San Ignacio y el de Viego, tan pronto se conoció la noticia y despreciando los riesgos de segundas avalanchas, prestó auxilio a las víctimas, una de las cuales, Juan Alonso, estuvo desaparecido varios días.
Otras tres víctimas se producían en los concejos de Tineo, Somiedo y Caso, arrojando un total de diecinueve muertos aquella gran nevada, que se motejaría durante muchas décadas «la de los tres ocho». 1898. Enero. Tuiza de Arriba (Lena). Un alud desprendido del monte La Pedrosa derriba varias viviendas, causando la muerte de seis vecinos que a la sazón descansaban de realizar las faenas del campo, una docena de reses corría la misma suerte. 4 de abril de 1910, El Pino (Aller). En el lugar conocido como Las Campas, en la vertiente sur de la peña Pandos, próximo a las Foces de El Pino y al camino que va al puerto de Vegarada, un alud sepultó y desplazó con gran violencia dos cabañas en las que habitaban dos conocidos vecinos de El Pino, falleciendo los dos infortunados vaqueros que cuidaban ganado. La avalancha, en su imparable recorrido, se estrelló en el camino de las Foces, originando una monumental montaña de nieve, tierra, piedras y árboles. 5 de marzo de 1935. Perlunes (Somiedo). Las temperaturas primaverales de aquellas fechas generan una gran avalancha, destruyendo tres casas y varios hórreos. En la casa de Higinio Rubio dormían la esposa de éste y cuatro hijos, de 12, 10, 8 y 6 años de edad, que fallecían en el acto, milagrosamente se salvaba otra hija por estar su lecho bajo una viga, quedando aprisionada entre nieve y escombros. Se da la circunstancia curiosa que el marido y padre de las víctimas se hallaba haciendo madreñas en Tuiza (Lena), donde 37 años antes un alud había causado otra tragedia. Enero de 1945. Tarna (Caso). Un alud desplaza literalmente de sitio una vivienda y la sitúa a la orilla del río opuesta, pereciendo sus tres moradores. Cuando se había construido la casa ya había sido motivo de polémica por los riesgos que auguraban los vecinos. 6 de enero de 1986. Peñaubiña (Lena). Dos jóvenes ovetenses desaparecen en la zona norte de Peñaubiña, tardando varios días en rescatarse sus cuerpos, arrastrados por un alud.
La extraordinaria belleza de la montaña asturiana tiene como contrapunto una negra estadística de muerte por aludes y rayos, o las producidas por prácticas deportivas como el esquí, montañismo o alpinismo, deportes que no conviene olvidar asumen sus mayores peligros en las avalanchas de nieve y en otros casos llegan a originarlas. Pedro Rodríguez Cortes es investigador de temática asturiana.
Noticia facilitada por Javier F. (Forero de nevasport.com)
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