Como puede observarse en el gráfico adjunto, la época de mayor atracción turística es el verano, pero la capacidad de crecimiento es reducida y el pico máximo de llegadas de visitantes y pernoctaciones se situó en los años 1999, 2000 y 2001 en cifras similares. Por el contrario, los picos y las medias de afluencia turística entre la campaña fuerte de esquí (de mediados de noviembre a mediados de febrero) han experimentado un importante aumento.
Mientras en enero y febrero de 1999 se alcanzaban las 900.000 pernoctaciones, en 2000 se subía al millón y, al año siguiente, la cifra crecía espectacularmente en un 50% para llegar, en las mejores fechas de esos meses, al millón y medio.
La abundancia o escasez de nieve resulta decisiva en el comportamiento del turismo. En 1999 nevó más tarde, por lo que en marzo y abril se superaron las cifras de visitantes registradas en enero y febrero. Los dos años siguientes, con muchas menos precipitaciones y más adelantadas, la evolución es diferente. A pesar de ello, también se observa con claridad que el pico correspondiente a las vacaciones de Semana Santa tiende a crecer y, en el caso del año 2000, incluso supera al de invierno.
Aunque 2002 no está recogido en esta primera edición del Atlas Estadístico del Pirineo, los datos de noviembre y diciembre de 2001 (aún tratándose de un mal inicio de invierno en lo que se refiere a innivación) apuntan a un resultado turístico con todavía mayor número de pernoctaciones que el excelente ejercicio anterior.
En 2000, en todo el macizo pirenaico, el número de noches que durmieron los visitantes ascendió a 15 millones, con una estancia media de 2,6 días por viajero. Por Estados, ese dato supone para España el 1,6% de todas sus pernoctaciones; para Francia, el 3,3%; y para Andorra, lógicamente, el 100%. Este último país acapara, junto a la región gala de Midi-Pyrénées, las dos terceras partes de las pernoctaciones realizadas.
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