Siempre se han hecho ejercicios con el esquí interior para mejorar la técnica y el equilibrio. En los 80, a menudo se conducía la última parte de la curva en este esquí al apoyarlo en la nieve antes de cambiar y, hoy día, de manera similar, el reparto de pesos al final de ciertos virajes hace que el esquí interior tenga bastante responsabilidad. Pero ¿Sirven realmente los ejercicios que solemos llevar a cabo?
Sí, por supuesto; todo ejercicio sirve y contribuirá a que adquiramos más pericia sobre nuestro vehículo. Pero no olvidemos también que todo ejercicio tiene un propósito, y si ese ejercicio no alcanza el objetivo que persigue, entonces, servirá para otra cosa, pero no para lo que estamos intentando aprender o mejorar.
Esquiar en el interior (sea levantando el otro esquí o, directamente, enlazando virajes con uno solo) mejorará seguro nuestro equilibrio y nos obligará a mantener una posición centrada, sin la cual nos será imposible iniciar las curvas y, en general, controlar el vehículo en esta situación precaria; además, entrenará la musculatura y – lo más importante - nuestros receptores del tacto relacionados con esa zona externa del pie sobre la que tendremos que apoyarnos, lo que contribuirá a mejorar aún más la capacidad de cambiar y conducir con finura, regular el equilibrio y recuperarnos de las posiciones comprometidas. Nada que objetar, pues, a los ejercicios llevados a cabo con un sólo esquí o conduciendo con el esquí interior.
Pero ahora viene lo bueno. Muchas veces, alguno de estos ejercicios persigue mejorar la conducción y la transferencia de pesos en la fase final de las curvas y en la transición. El objetivo es que aprendamos a cargar el esquí interior tempranamente al final de una vuelta, con objeto de comenzar más dinámicamente la siguiente (en ese que va a ser el nuevo esquí dominante) y con presión suficiente desde el mismo inicio de la curva, tal como se describe en el artículo que enlazamos en el primer párrafo. La intención del ejercicio es buena, pero se suele pasar por alto algo obvio: al final de una curva real esa pierna interior está completamente flexionada como vemos en la siguiente foto, sin embargo, la gran mayoría de los ejercicios – si no todos - que hacemos en el esquí interior o con un solo esquí es ¡Con la pierna extendida!
En la foto se aprecia como - por pura biomecánica - al final de las curvas el esquí interior está ya cargado, listo para iniciar la siguiente vuelta, y la pierna está completamente flexionada. Las contracciones y los grupos musculares implicados en ese momento son totalmente distintas que si se estuviera erguido y con la pierna más o menos extendida. Aquí el cuádriceps y los isquiotibiales actúan de manera sinérgica junto con el psoas ilíaco, principal músculo implicado en la flexión de la cadera. Sin embargo, cuando estamos guardando el equilibrio sobre la pierna interior extendida (o la del monte, si lo prefieren así) lo que hacemos principalmente es estabilizarnos sobre la pelvis gracias al glúteo menor y mediano y el tensor de la fascia lata, aparte del cuádriceps y el glúteo mayor que, digamos, estarán soportando el peso del cuerpo mientras lo estabilizan los abdominales, los erectores de la columna y el cuadrado lumbar. Cuando estamos flexionados las fuerzas mayores se están aplicando sobre la articulación de la rodilla, mientras que, en extensión, ésta soporta el peso de manera más "pasiva" y las contracciones musculares que realizamos son opuestas. Esquiador Hannes Zöchling. Foto cortesía de “Esquí, rendimiento y emoción” Desnivel 2007. Carlos Guerrero Castillo © 2006
Al esquiar en el esquí interior, resulta mucho más cómodo y natural hacerlo erguidos e inclinando, que con la posición flexionada de la pierna interna y la angulación de cadera que mostraríamos de esquiar normalmente. Quizás, de ahí que tendamos a hacer los ejercicios en esta postura más erguida, en lugar de la más parecida al esquí real. Foto cortesía de Nevasport
Con la pierna más o menos extendida guardamos muy bien el equilibrio, pues es, digamos, de la manera en que más fácilmente funciona nuestro “diseño de bípedos”. Con la pierna flexionada no sólo cuesta mucho más trabajo, sino que además el trabajo muscular es completamente distinto y, por consiguiente, el patrón de la regulación del equilibrio se va a ver alterado, máxime cuando lo que pretendemos a continuación es iniciar una vuelta.
Pues bien, si estamos haciendo el ejercicio típico de enlazar curvas en un esquí, conduciremos la vuelta con la pierna prácticamente extendida y el centro de gravedad sobre ésta, inclinando y sin apenas o ninguna angulación en la cadera, lo cual altera bastante el esquema del movimiento. En el caso del esquí real, en el momento del cambio la pierna estará más flexionada, y el centro de gravedad bastante más atrás respecto de esa extremidad, además de desplazado al interior de la futura curva que vamos a comenzar, gracias a la angulación. En el esquí real, pues, el movimiento del centro de gravedad tendrá mayor amplitud y otra dirección, conduciremos esa parte final de la curva con una posición de la pierna interior casi totalmente flexionada como ya hemos argumentado pero, además, estaremos experimentando dos fuerzas que seguramente no estarán presentes en el ejercicio típico del esquí interior, o lo estarán con intensidades y direcciones distintas: la primera fuerza será la energía cinética que experimenta nuestro centro de gravedad en la dirección de la futura curva que hace, digamos, de contrapeso al equilibrio precario sobre el canto del esquí interior. La segunda, y nada desdeñable, será la reacción del esquí interior, que hará que los esfuerzos musculares para llevar a cabo la extensión sean sensiblemente distintos que cuando hacemos una extensión deliberada, desde una posición más alta y sin tantas “inercias” que se sumen a nuestro esfuerzo.
Aquí vemos claramente una carga temprana del esquí interior al llegar el momento del cambio: el exterior se ve casi levantado del suelo cuando ya ha cumplido su función de terminar la vuelta. Cuando Maier “pase” en la dirección de la nueva curva, lo hará casi con toda seguridad sin una extensión total de la articulación, y empleando, en su beneficio, tanto la energía cinética que lleva como la reacción del esquí interior, ya cargado en ese momento. El gesto, por tanto, tendrá poco que ver con el que habitualmente entrenamos al iniciar con menos dinamismo desde el esquí interior, ya sea desde la diagnal, a poca velocidad o con escaso grado de flexión y angulación. Foto Stan Petras, cortesía de www.youcanski.com
Aquí vemos el fotomontaje completo.Foto Stan Petras, cortesía de www.youcanski.com
Pero no nos extendamos más. Los ejercicios sobre el esquí interior son muy productivos y todos vamos a seguir haciéndolos, pero hay que reflexionar un poco sobre si los propósitos que estamos persiguiendo van a ser cumplidos totalmente o sólo en parte, o si directamente vamos a cumplir otros distintos. Creo, en fin, que ese ejercicio concreto tan de moda para entrenar la conducción, la transición y el cambio al final de la vuelta está muy bien dentro de una progresión, pero quizás sería más efectivo tratar de adaptar paulatinamente los gestos en velocidad y amplitud de movimiento, de manera que las articulaciones de la cadera y la rodilla adopten una postura más parecida a la que llevan en el esquí real. Y, en fin, quizás lo mismo podamos decir de otros ejercicios que a lo mejor analizaremos en el futuro, todo ello sin olvidar lo que llevamos diciendo toda la vida en este blog: el esquí importante, juas, es el exterior.
¡Buenas huellas!
Carolo © 2011
Agradecimientos por su colaboración a mi hermanísima Toni Guerreo Castillo