Parece mentira en el siglo XXI pero, en algunos sitios, aún amenazan con suspender a un aspirante a instructor de esquí, por usar las palabras viraje y giro como sinónimos. Supongo que quienes imponen semejante despropósito no se han molestado en consultar el diccionario pero, lo peor, lo realmente dañino, es la actitud ridícula de evaluar la competencia de un trabajador en función de un criterio surrealista, arbitrario, insignificante y además contraproducente. El dogma al servicio del absurdo, del que hay decenas de ejemplos lamentables.
Lo cierto es que la enseñanza en general ha solido ser dogmática y el esquí no iba a ser una excepción. En este mismo blog hemos intentado no caer en el dogma pero, seguramente, habremos sucumbido muchas veces a la tentación de la verdad incuestionable. Por autocrítica que no quede, ja, ja. Afortunadamente cada vez pasa menos en todos los ámbitos, y la enseñanza va pasando de imponer verdades encorsetadas, a transmitir patrones para comprender conceptos y poder aplicarlos.
Los profesores tal vez debiéramos empezar a desterrar los dogmas y a convertirnos en estudiantes permanentes del esquí. Nada mejor como saber algo, para darse uno cuenta de lo poco que sabe. Estudiar es fácil, es estimulante y es enriquecedor en todos los sentidos. Por muy cómodo que uno se sienta protegido por sus creencias inamovibles, las realidades a las que nos enfrentamos hoy, en este oficio humilde y pasajero, lo exigen con urgencia. No tiene ningún sentido quejarse de que cada vez hay menos alumnos y de que las cosas van cada vez peor, sin caer en la cuenta del granito de responsabilidad que cada uno añade cada día, año tras año, al desprestigio colectivo y a su propio fracaso.
Muchísimas personas ya se han dado cuenta hace tiempo y han dejado de lado el dogmatismo. Creo que a ellos, y a los que les rodean, les va mucho mejor.
¡Buenas huellas!
Carolo © 2016