Se ha escrito tanto y tan bien en estos foros sobre Austria que resulta difícil añadir algo interesante. A petición de uno de nuestros nuevos patrocinadores voy a contar hoy mi versión; la del profesor de esquí que emigró allí solo y despistado en 1995, chapurreando apenas unas frases de alemán.
Si uno se pone en la piel del profesor de esquí, entenderá quizás que, como cualquiera de mi edad, fuera a Austria buscando la herencia de Hanns Schneider; el fundador de la enseñanza moderna del esquí. Sin embargo, tras encontrarlo, hallé también que estaba en uno de los países clave en el occidente del siglo XX; que Schneider estaba relacionado con Stefan Zweig - el que biografió magistralmente nuestra historia y tomaba café lo mismo con Einstein que con Freud, con Strauss, Toscanini, Herman Hesse o Tomas Mann - a cuyas reuniones culturales asistía también Otto Lang, el profesor de esquí y cineasta, alumno de Schneider y maestro de Warren Miller, cuyas películas de nieve, medio siglo casi más tarde, me mostrarían mi vocación. Descubrí, en fin, que ese foco clave de las ciencias y las humanidades del siglo XX incluía al esquí dentro de un inspirador círculo que, para mí, se cerraba cobrando sentido y, personalmente, me ofrecía una fuente inagotable de estímulos vitales, desde lo sublime a lo más prosaico, más allá de lo meramente deportivo.
El puente sobre el río Inn contempla unos siglos de Historia europea siendo protagonista de algunas de sus claves, entre ellas el del nacimiento del esquí como deporte de ocio y turismo. foto © www.austria.info
Pero yo no soy tan sublime, juas. Austria suele evocarme cosas más cotidianas como la nieve, la comida o el sol. Sí; el sol, poco visible en el fondo de los valles, pero presente en las cumbres altas con mucha más frecuencia de lo que se pueda imaginar. El mismo sol que hizo a los británicos y otros europeos acomodados, elegir como destino de invierno el Tirol a finales del siglo XIX, convirtiendo el esquí en deporte de ocio como lo entendemos hoy. Otro de mis vínculos emotivos con Austria es la gastronomía, con sus excelentes vinos – que merecerían un artículo aparte, al igual que su repostería… no es posible una buena repostería sin refinamiento y evolución - y la mezcla de influencias del centro, el sur y el este de Europa. No en vano Austria ha sido históricamente un cruce de caminos entre esas tres vocaciones culturales europeas. Quienes no la conozcan se agarrarán al cliché de que la gastronomía mediterránea es incomparable y, sí, la austriaca no tiene esa asombrosa variedad que la nuestra pero, sin embargo, ofrece suficiente riqueza para no haberla terminado de conocer y apreciar, cada vez más, en estos veinte años desde que trabajé allí por primera vez. A ello hay que añadir algo de lo que en el resto de la Europa industrializada no es tan fácil presumir: en las estaciones de esquí austriacas la hostelería esta regentada casi en su totalidad por familias, de modo que el servicio es extraordinariamente cercano, siendo la comida habitualmente casera y de una calidad superior a lo usual en cualquier otra estación del mundo que yo haya conocido.
El típico Kristallhütte a modo de mirador, ejemplo del cuidado por la diversificación y el detalle en el turismo de nieve moderno. foto © www.austria.info
De la nieve y las pistas no necesito hablar pues ya se ha dicho prácticamente todo en Nevasport. La tradición turística de los austriacos tiene pocas pegas y todos los servicios susceptibles de ser contratados suelen ofrecer una calidad muy alta: materiales e instalaciones nuevas, personal muy profesional y comunidades organizadas, hospitalarias y voluntariosas, conocedoras a fondo de su oficio de anfitriones. En este sentido, en la web de nuestro nuevo patrocinador, Bedooin.com, además de organizar el viaje de esquí a Austria en pocos clics, se puede recibir atención personalizada, caso por caso, con mucha mejor información que la que yo pudiera dar. Cualquiera persona interesada puede informarse ahí sobre los destinos, el transporte y las posibilidades de alojamiento e, incluso, del alquiler del material o las clases de esquí.
El ajetreo urbano en las tardes soleadas contrasta con la tranquilidad y el bucolismo de la noche montañesa ofreciendo, en ambos casos, infinitas posibilidaddes culturales, gastronómicas, de ocio o descanso. fotos © www.austria.info
Y, en fin, recomendaría a quienes fueran que también disfrutaran al captar estos matices que allí rodean la experiencia de esquiar: la calidad en el detalle, la hospitalidad llana, el refinamiento que no se da por casualidad, sino como resultado de talentos individuales y voluntades unidas; de un proceso cultural que, junto a otras cosas, transformó una necesidad - el esquí - en una forma espléndida de ocio y de vida, aprovechando las circunstancias de una época y un lugar. El lugar donde, por suerte, di con mucho más de lo que esperaba cuando me fui a trabajar y a esquiar.
¡Buenas huellas!
Carolo, enero de 2015
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